lunes, 20 de febrero de 2012

M. Ma. Del Rosario Arrevillaga Escalada

“Muy niños nos tenemos que hacer

para entender toda la ternura que encierra

el amor de la Divina Infantita

“Dios Nuestro Señor nos ha querido dar por Reina a la

Santísima Virgen pequeñita, Niña chiquitita

para que así la veneremos y por su amor nos hagamos niños”

          Ma. del Rosario, nace en la Capital de México en un entorno social de conflicto religioso, cuando eran aplicadas las Leyes de Reforma que dieron paso a la separación de la Iglesia del Estado.

        Sus padres Dn. Marcos Arrevillaga González, “un honrado señor español” y Dña. Guadalupe Escalada Cavallero, “una piadosa señora de Puebla”  forman un hogar cristiano y de sólidas virtudes.

      Al morir la niña anterior a Rosarito, sus padres pidieron a Dios por medio de la Santísima Virgen, que les concediera otra niña. Prometieron levantarse cada día a las tres de la mañana para rezar los quince misterios del rosario y darle este nombre a su hija.
         El  día 12 de noviembre de 1860, nació la niña tan ardientemente deseada,  “la hija del Santo Rosario”, y el día quince del mismo mes, recibe el sacramento del Bautismo en la Parroquia de San Miguel Arcángel.


          Por especial don de Dios, nació con un alma inclinada, hacia las cosas del espíritu. Así los ejemplos de vida cristiana, sencilla pero intensa, que le daban sus padres, fueron bien asimilados por Rosarito desde sus mas tiernos años.

          Desde su preparación al primer encuentro con Jesús Sacramentado, quedó cautivada, y se inició en ella, un gran amor a la Eucaristía, y  un intenso amor a Dios y a la Virgen Inmaculada penetró profundamente todo su ser. 

            La piedad infantil de la niña Rosarito revestía unos caracteres cristológicos y marianos muy serios; no se conformaba con el rezo vocal de unas oraciones mecánicamente aprendidas, sino que aspiraba a un encuentro con Dios, a través de una verdadera contemplación.                                                                                      De muy niña se sintió atraída por la Humanidad dolorida de Jesús, por medio de una pintura del Ecce Homo; propiedad de la familia. El amor y comprensión profunda de este misterio de Cristo Redentor creció paralelamente con la edad de Rosarito. La Humanidad de Cristo lleva  por sí misma a la Mujer elegida por Dios desde toda la eternidad para ser su Madre. Bien imbuida desde su más tierna infancia del valor corredentor del sacrificio, lo aceptó cuando éste llamó a sus puertas.

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