martes, 30 de octubre de 2012

MEDITACION Nº 22 JESUS CON ESTA DEPENDENCIA SOLO HA BUSCADO LA GLORIA DE SU PADRE



Preludios.- Como en la meditación 18.

Punto 1º.- ¿Y para qué hijas mías, tanta dependencia de Jesús a costa de tantos sacrificios?. No más que para glorificar a su Padre. –“Yo no busco mi gloria sino la gloria de Aquel que me ha enviado”. (1)  –“Yo honro a mi Padre”. (2) - Y El mismo en la oración que hace a su Eterno Padre, empieza por decirle: –“Yo te he glorificado sobre la tierra”. (3)  –“Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a Ti”. (4) -
Punto 2º.- Y cuando el Padre lo glorifica con voz del cielo, (5) Jesús to­do lo refiere a su Padre diciendo: –“Quien cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me envió. Y el que me ve a mí, ve a Aquel que me envió. (6) - El que me ve a mí, ve también al Padre”. (7) -
Punto 3º.- Y porque no busca su gloria sino la de su Padre, por eso dice que su doctrina es verdadera y para manifestar como, mientras El busca la glo­ria del Padre, éste glorifica al Hijo, dice: –“Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria es nada; mi Padre es el que me glorifica”. (8) - Y cuanto más des­precia Jesús su propia gloria, es más glorificado de su Padre. Al presentarse como hombre que nace en pecado, en el Templo es reconocido y declarado verdadero Mesías; al ser bautizado como hombre que ha cometido pecado, es presentado por el Eterno Padre como el Maestro; en la Cruz es reconocido Hijo de Dios, y porque a Ella subió como si fuera el último de los hombres, recibió un nombre que es sobre todo nombre y al pronunciarlo se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno. (9) -
Afectos.- Sea mi única gloria Dios mío, glorificarte siempre al modo que lo hace tu Divino Hijo, cumpliendo en todo tu voluntad, en mis enseñanzas y en mis obras; y cueste Señor lo que me costare. ¿Qué es la ignominia de la Cruz comparada con tu Gloria?. -
Propósito.- Hacer siempre la voluntad de Dios.
(1)                  
(2)       Joan.    Cap.   8, v. 49.
(3)       Joan.    Cap. 17, v.   4.           
(4)       Joan.    Cap.   7, v.   1.           
(5)       Joan.    Cap. 12, v. 28.
(6)       Joan.    Cap. 12, v. 44 - 45.
(7)       Joan.    Cap. 14, v.   9.
(8)       Joan.    Cap.   8, v. 54.
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MEDITACION Nº 419
Miércoles 20 de Junio de 1906. a.m.
JESUS CON ESTA DEPENDENCIA
SOLO HA BUSCADO LA GLORIA DE SU PADRE

Parece que meditar en esto es una cosa así, muy elevada, muy grande para nosotros, como que es nada menos el tratar del Eterno Padre y de su gloria, que era lo único que buscaba Dios Ntro. Señor al venir al mundo. El nunca tra­tó de darse gloria a sí mismo, sino de glorificar a su Padre celestial, y por eso al presentarse como pecador, permitió que lo humillaran y lo desconocieran para que así no fuera ninguna gloria para el Hijo sino toda para el Padre que lo había enviado. Eso nos debe hacer ver que en todas las obras de Dios, se ha de procurar darle a El solo toda la gloria, y que por eso permite muchas veces que se vean combatidas, calumniadas, perseguidas de tal suerte que no les lle­gue a quedar una sola persona a favor sino que todo el mundo esté en contra, para que así a la hora del triunfo se vea que solamente Dios Ntro. Señor salvó lo que era suyo, y que la gloria ha de recaer nada más en El. Sí hijas mías, así ha querido Ntro. Señor que vaya pasando con nosotros, y por eso ven que hasta las personas que más a favor nuestro estaban, manifestándose adictas a la Esclavitud y siendo defensores suyos; de las que alguna vez llegué hasta a decir que Dios les había dado a conocer la Obra presentándoles la estrella que los había de guiar, y que así pasaba con el Señor Obispo de León, ahora ha permitido Dios Ntro. Señor que hasta a ese defensor lo veamos volteado, para que así resalte más la gloria del Eterno Padre que a la vez glorifica a su Santísimo Hijo dejándolo enteramente a El solo de parte nuestra.
No pueden Vds. imaginar siquiera la felicidad tan grande que se siente en el alma cuando sabe uno que en medio de un desprecio tan terrible, tan absoluto, tiene uno sin embargo de su parte a Dios Ntro. Señor. Así me lo hace ver en la oración; y cada vez que recurro a El para quejarme del abandono en que estamos porque todos nos desprecian, y le lloro diciéndole: –“Ya ves Señor qué situación la nuestra, ¡todo el mundo en contra!”, oigo claro cómo me res­ponde: –“y yo a favor”. Esta mañana a las tres, estando yo en oración y pensando precisamente en lo mismo, veía yo una cara burlesca que se reía a carca­jadas porque todos nos tiran. (No sé si sería mi imaginación, así es que no me lo crean) pero sin embargo, pienso que no fue cosa mía, porque estaba yo con Dios, y esa cara me pareció del demonio que quería burlarse de nosotros, lleno de alegría, pero entonces Ntro. Señor me volvió a repetir lo que siempre me ha dicho, y sentí un consuelo inmenso al entender: “Estoy contigo; yo siempre a tu favor”. ¡Qué mejor defensor queremos hijas mías! por eso ven que a mí no me importa que todos los hombres sean enemigos nuestros, y que en la tierra no haya quien hable a favor de la Obra; mientras tengamos a Dios propicio no hay por qué temer, al contrario, debemos contar con la seguridad del triunfo porque Ntro. Señor así lo quiere.  Si El no nos concede tener un defensor siquiera en el mundo, es porque quiere ser el único encargado de sostener su Congre­gación en medio de una lucha tan terrible, y el solo abogado que quiere que tengamos desde ahora, es el primer esclavo que se llevó a su lado. Luisito que ha sido el primer santo de la Obra, el San Estanislao de Kotska de la Esclavi­tud como alguno dijo, porque vivió muy poco y se santificó muy pronto, será el que nos alcance de Dios Ntro. Señor todas las gracias que quiera derramar sobre la Obra; por eso se lo llevó cerca de la Divina Niña, porque allí serían más eficaces sus peticiones.
Dios Ntro. Señor formó el alma de Luisito para la virtud no cabe duda; y lo quiso hacer santo desde niño; pero necesitó traerlo a la Esclavitud para ponerle sello a su santidad. Ese sello quiso que fuera el de una Congregación religiosa que principiaba pero que había de darle mucha gloria, y por eso le impregnó en su alma tan bien impregnado el amor a la Esclavitud. No hay duda que él fue nuestro primer hijo en la tierra, y ahora es nuestro primer santo en el cielo; el que intercederá por nuestra causa, porque amó mucho la Obra, supo apreciar la grandeza de ella, conoció nuestras necesidades, y también nos tuvo un gran amor a nosotros; él es quien nos traerá cada día los recados que Dios Ntro. Señor quiera mandarnos; él estará constantemente unido a todos los esclavos y esclavas, pero para que esa unión exista, es preciso que tenga por lazo el sacrificio perpetuo. Si Vds. todas viven sacrificándose siempre, verán cómo alcanzan todo cuanto pidan; necesitan hijas mías ser muy sacrificadas, si es que desean tener comunicación con ese santo escogido por Dios; necesitan no pedir nunca sino cosas santas, para que así le ruegue él a Dios Ntro. Señor que se las conceda, porque si tienen deseos de algo que no esté conforme en todo a la voluntad de Dios, si él ve que no se resignan a sufrir callando, que no procuran moderar su voz cuando hablan, que cuando sienten indignación no se domi­nan sino que la desahogan diciendo palabras duras en contra de la persona que nos ha injuriado; que no se hacen el ánimo de vencerse docilitando su juicio, no esperen que esté a su favor porque los bienaventurados como todo lo ven en Dios y lo quieren para Dios buscando únicamente su gloria, no se unen jamás con las almas que están llenas de imperfecciones, que no quieren amar el sacrificio, que procuran huir del desprecio porque no tienen ganas de ser humildes; que si se les corrige se disculpan siempre, y que no apetecen sino su modo propio y no el que Dios N. Señor quiere que tengan y para eso se los impregna.
Así es que no lo olviden, sacrifíquense mucho si quieren que Luisito le presente a la Divina Niña sus actos de amor y les traiga recados suyos diciéndoles cómo se han de vencer para llegar a una verdadera santidad en la Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Divina Niña deseosas verdaderamente porque así debemos estar, de la santificación de nuestras almas, ya que Ntro. Señor nos ha hecho la gracia inmensa de apartarnos por completo del mundo y de todos los lugares donde podríamos encontrar recreo para traernos al lugar del desprecio, vamos a darle las gracias porque nos ha proporcionado el más seguro medio de alcanzar la santidad. No se cansen hijas mías, sólo viviendo al lado del desprecio es como se santifican las almas; por eso a Luisito que fue el escogido por Dios como víctima, como el primer santo de la Esclavitud que quiso lle­varse al cielo, lo trajo aquí precisamente en los momentos del mayor abandono, cuando el mundo entero estaba volteado en contra nuestra, cuando sufríamos el desprecio general, porque así quiso sellar su santidad. Ahora si nosotros que­remos estar unidas a él que es un bienaventurado, para rogarle que pida por nosotros, que sea el emisario de nuestras peticiones ya que está cerca de Dios Ntro. Señor y de la Divina Niña, les vuelvo a repetir que necesitamos amar mu­cho el sacrificio, vencernos constantemente, docilitar nuestra voluntad, doblar bien doblada la cabeza para rendir el juicio, para que así vea que tenemos verda­dero afán de cumplir la voluntad de Dios, de sujetarnos a ella a toda hora y en todo momento, y de esa manera interceda con Dios Ntro. Señor para que nos ponga el sello de la Obra de la Esclavitud que es un sello de pura obediencia, de amor y sacrificio; y una vez selladas de esa manera seremos reconocidas en la gloría por los bienaventurados y podremos estar en comunicación con ellos y sobre todo con Luisito, con el primer esclavo que será el encargado de traernos los recados de Dios Ntro. Señor, y de conseguir todas las gracias que necesitemos y las que re­dunden en gloria para Dios, para la Divina Niña y para la Esclavitud.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado para Nuestro Padrecito y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

MEDITACION Nº 21




4º.- HA CUMPLIDO EN TODO LA OBRA DEL PADRE
Preludios.- Como en la meditación 18.

Punto 1º.- Y esta unión de la divina voluntad y la voluntad de Jesús no es puramente interna; las obras de Cristo igualmente dependen de su Eterno Pa­dre. –“En verdad, en verdad os digo: El hijo no puede hacer por sí cosa algu­na, sino lo que viere hacer al Padre”. (1) -
Punto 2º.- Y no tuvo Jesús más empeño toda su vida, que hacer la obra pa­ra la cual su Padre lo había enviado al mundo. –“Mi comida, dice Jesús, es que haga yo la voluntad del que me envió, y que cumpla su obra”. (2) - Para que las obras de Dios sean a todos manifiestas, (3) Jesús da vista a los ciegos y resucita a los muertos, pues así, viendo todos que hace obras divinas, todos crea­mos en El y nos decidamos a seguirlo a toda costa, a la manera que dijeron los Apóstoles cuando Jesús marchaba a la Judea donde hacía poco que lo querían ma­tar: –“Vamos también nosotros y muramos con El”. (4) -
Punto 3º.- Observa hija mía, en qué momentos tan solemnes da Jesús testi­monio de que no hizo otra cosa que hacer la obra de su Eterno Padre que le había encomendado. Escucha cómo dice en la oración que hace antes de su Pasión: –“Yo te he glorificado Padre, sobre la tierra; he acabado la obra que me diste a hacer”. (5) - Y cuando estaba clavado en la Cruz y había encomendado el cui­dado de María a Juan y viceversa, sabiendo Jesús que todas las cosas eran cumplidas…... dijo: –“Consumado es”, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (6) - Y cuando ya estaba a punto de ascender a los cielos el Salvador del mundo decía: –“Era necesario que se cumpliese todo lo que estaba escrito de El en la Ley de Moisés, y en los Profetas y en los Salmos”. (7) -
Afectos.- En todo has cumplido la Ley de tu Padre, en las palabras y en las obras; ni una jota ni un ápice han pasado de la Ley hasta que todo ha sido cumplido en Ti. - Porque no veniste a quebrantar la Ley sino a cumplirla, para cuyo fin te hiciste obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. -
Propósito.- Sujetarme a la Ley cuanto me fuere posible, huyendo siempre toda singularidad.
Notas de la Meditación 21. -
(1)       Joan.    Cap.    5,   v. 19.
(2)       Joan.    Cap.    4,   v. 34.
(3)       Joan.    Cap.    9,   v.   3.
(4)       Joan.    Cap.    11, v. 16.
(5)       Joan.    Cap.    17, v.   4.
(6)       Joan.    Cap.    19, v. 28 - 30.
(7)       Luc.     Cap.    24, v. 44.
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MEDITACION Nº 431
Jueves 5 de Julio de 1906. a.m.
HA CUMPLIDO EN TODO LA OBRA DEL PADRE

Dice el libro que Jesucristo no tuvo más voluntad que la de su Eterno Pa­dre, y que todo su empeño consistió en cumplir la Obra para la cual su Padre lo había enviado al mundo para darnos ejemplo y enseñarnos cómo se cumple la voluntad de Dios. Si nosotros seguimos su voz y somos fieles en seguirla, ha­bremos hecho la voluntad del Padre, haciendo la de su Santísimo Hijo puesto que El en todo y por todo no tiene otra que la de su Padre Celestial; de mane­ra que siguiendo a Jesús y obedeciendo sus mandatos, llegaremos a lo que Dios Ntro. Señor quiere que hagamos, que es: renunciarnos a nosotros mismos para no tener más voluntad que la suya.
Cuando Dios Ntro. Señor quiere llamar a una alma a la vida religiosa y le da las gracias de sentir una verdadera vocación, no necesita esa alma más que corresponderle con actos de sacrificio y amor, y entonces no es preciso muchos emisarios que vayan de parte de Dios a conquistarla, porque no es así como Ntro. Señor nos solicita. Díganme, cuando Luisito y Angelina sintieron en su corazón esa necesidad tan grande de hacer algo para trabajar por la santidad de su alma, ¿hubo muchos misioneros que se encargaran de traerlos aquí? yo no sé que así haya pasado; ellos buscaron el modo de ser santos porque Dios así quería que lo hicieran, y trataron de acercarse a Nuestro Padre porque les atraía, y pensaban que al lado suyo podrían encontrar lo que deseaban. Una vez resueltos a seguir el camino que Dios Ntro. Señor les trazaba, ¡qué les impor­tó todo lo demás! nada absolutamente, sino que pasaron por todo para romper el muro de dificultades que pudiera levantarse ante ellos, y se dieron por completo viniendo a entregar cuanto poseían: muebles, dinero, personas, sin reservarse nada, sin detenerles el pensamiento de que perderían todo puesto que traían todas sus cosas a un Asilo, en donde hoy verían un mueble hecho pedazos en manos de tanta niña, y mañana se encontrarían con sus alfombras rotas, manchadas, echadas a perder. Pues bueno, a pesar de tener en su alma impregnado el amor al orden y el gusto de tener todas sus cosas con toda comodidad y arregladas, de todo eso prescindieron con gusto en cuanto Dios Ntro. Señor les hizo ver que debían buscar la santidad. Desde ese momento ya no les bastó la felicidad que en su casa disfrutaban, ni les llamaron la atención paseos y diversiones que hubieran podido proporcionarse con lo mismo que Dios les había dado para que lo gozaran, sino que sólo apetecían algo que no se explicaban y que no era aquello, y por eso buscaron la felicidad en la vida de sacrificio. Y luego, cuando Luisito en la oración, recibió aquellas mociones de Dios que fueron hermosísimas, y cuando sintió aquella cadena puesta al cuello por la Divina Niña que tanto le impresionó, que ya saben Vds. que en ese momento lleno de alegría, le dijo con toda su alma: –“¡Madre mía, apriétala!”, y cuando después se vio, rompiendo un muro terrible armado él de un zapapico y golpeando con tal fuerza para romperlo, que se sentía desfallecido, bañado en sudor que Angelina le limpiaba con un pañuelo, y al llegar a romperlo después de grandes esfuerzos, ver esa procesión de esclavos que no tenía fin, ¿no les parece a Vds. que fue un regalo hermosísimo el que Dios quiso hacernos, y el que a Luisito le hizo tam­bién dándole esas mociones en la oración que son encantadoras?. Sí hijas mías, todo eso es muy hermoso, y la santidad alcanzada por Luisito prueba hasta la evidencia que la Esclavitud es santa, puesto que a sus fervientes y constantes ruegos pidiéndole a Dios la santidad, lo trajo donde pudiera adquirirla. El hecho de que los dos pusieran aquí cuanto tenían entregándose por completo a la Obra, y viniendo a ella precisamente en los momentos en que todos estaban en contra nuestra, ¿no les dice claro a Vds. que fueron los escogidos por Dios Ntro. Señor para sacrificarse, y para que él se ofreciera como la víctima para sufrir el martirio por la Divina Infantita?. Sí hijas mías, Dios no quiso dar­le esa gloria a ninguno de los que habían sido sus devotos de la Divina Niña, porque la tenía reservada para Luisito; y por eso mientras a todos los demás los alejaba, a ellos les dio el toque de gracia, el amor tan grande a la santidad, y el deseo de llegar delante de la Divina Niña y decirle: –“Somos tuyos; todo cuanto poseemos venimos desde este momento a depositarlo a los pies de la Sma. Virgen pequeñita; ahora vamos a tomar la Cruz, a tener penas y tribulaciones por consuelo, penas y tribulaciones por descanso para no descansar sino en el cielo”. Luisito dio con gusto a su esposa a quien tanto amaba, se dio a sí mismo para romper el muro de dificultades, y se realizó lo que él en su oración había visto. El a fuerza de sufrimientos logró derribarlo, y no le faltó en aquellos momentos, su pocha, así lo vi en la oración, caminando al lado de él a la santidad, ayudándole a romper, limpiándole el sudor de su frente, y dándole consuelos, porque al estar allí a su lado participando de su sacrifi­cio parecía decirle: –“Aliéntate, yo estoy aquí como un soldado valiente y me siento firme para luchar; somos ahorita como una sola alma que va a romperse en dos: tú para ir al cielo a rogar y a interceder cerca de Dios, y yo para quedarme en la tierra entregada al sacrificio, y matándome por lo que los dos amamos tanto”. ¡Cuántas amarguras no sufrió Luisito y también ella, desde el momento que quisieron darse a la Esclavitud!. ¡Cuántas ocasiones tendrían el corazón hecho pedazos con las injurias que nos hacían los enemigos, puesto que nos amaban ellos tanto!. Y sin embargo, en medio de esas penas, no hubo un so­lo momento en que hubieran titubeado, ni en que él pensara: –“¿sufrirá ella mucho? ¡para qué me vendría!”. Eso no, siempre fue firme y Vds. le oyeron decir lleno de alegría cuando más atormentada estaba su alma: –“¡Benditas tribulaciones! ¡benditos sufrimientos! ¡cómo le pagaré a Dios Ntro. Señor que nos haya traído a esta santa casa!”.
¡Así se rompen muros hijas mías! de otra manera, el amor no existe porque es imposible buscar a Dios y pretender ir en pos de El, si no queremos tomar sobre los hombros la Cruz para seguirlo. Todo el que quiera caminar al lado de Dios Ntro. Señor, tiene que atravesar mares de amarguras, ríos de tribulacio­nes, y embarcarse sin tratar de descansar en tierra, para llegar a descansar sólo en el Cielo. Así se lo pongo a Nuestro Padre en una tarjeta postal, en la que le digo también: que a fuerza de sufrir y de luchar con grandes tempesta­des, es como Dios ha querido darnos la fecundidad”. Ntro. Señor nos ha probado de muchas maneras que ama la Esclavitud, y que por eso le ha hecho regalos hermosísimos; que nos dio a la Divina Niña para que Ella fuera la Reina de la Obra, para que al mundo se la presentáramos diciéndole: –“Esta Niña, es la representación de la Inmaculada Concepción pequeñita, y con el nombre de Divina Infantita la han de amar y darle culto”; que luego no le bastó darnos a la Rei­na, sino que nos dio Templo para que Ella tuviera su trono, un pedestal, y desde allí concediera todas las mercedes y favores que fueran a pedirle; que por último, nos ha dado a Nuestro Padre y a mí, hijos e hijas, para que sean los vasallos que le rindan homenaje y le den gloria, sacrificándose por su amor.
¡Qué justo es que ahora nos postremos a los pies de la Divina Niña, para rogarle que una nuestros sacrificios a los que ya ha aceptado de Luisito, del emisario nuestro que tiene cerca de Ella y que constantemente ha de pedir por nosotros, ha de alcanzar muchos favores para la Esclavitud, y sobre todo las gracias que necesitamos para que nuestras almas lleguen a la santidad. Es imposible que nos quedemos sin ellas; debemos luchar por alcanzarla a toda costa, porque Dios Ntro. Señor nos ha traído a una Obra santa; el emisario de la Esclavitud, el único que fue digno de ocupar ese lugar en el cielo después de haber dado su vida, tiene que conseguir mucho, y a él hemos de decirle que ruegue para que siga rompiéndose ese muro de dificultades que él fue el primero en romper; que vengan ya a México sacerdotes esclavos, pero que lleguen con verdadero afán de sacrificarse, y decididos a tener el espíritu de niñez que se les ha de impregnar, porque si no tienen ese espíritu, ¿para qué los quere­mos?. Hace mucha falta el sacerdocio en la Obra, es verdaderamente indispensa­ble la venida de un esclavo siquiera, pero de un esclavo verdadero que quiera amar con locura, para que de esa manera comunique después ese amor a las almas y las lleve a Dios enseñándoles que la Divina Niña nos ha de conducir a El, nos ha de dar el triunfo de la Esclavitud, y nos ha de enseñar como Madre, como Maestra y como Modelo a que hagamos en todo la voluntad de su Santísimo Hijo para poder decir que hacemos la del Eterno Padre.
Le pediremos la bendición para Nuestro Padrecito y para nosotros, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

MEDITACION Nº 20




3º.- HA BUSCADO SOLO LA VOLUNTAD DE SU PADRE
Preludios.- Como en la meditación 18.

Punto 1º.- Y si tanta es la dependencia del pensar y hablar de Jesús res­pecto a la voluntad de su Padre, ¿cuál será la sujeción de la voluntad?. Admi­rable, hija mía, admirable. - El testimonio de Jesús no puede ser más claro. –“Descendí del cielo, dice, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió”. (1) –“Por eso no busco mi voluntad sino la suya”.
Punto 2º.- A toda hora esta sujeción a la divina voluntad es manifiesta hija mía. –“Mi comida, dice, es que haga yo la voluntad del que me envió” (2), y todavía nos estimulan más a imitar nosotros esta dependencia, las palabras que siguen: –“El que me envió conmigo está, y no me ha dejado solo, por­que yo hago siempre lo que a El le agrada”.
Punto 3º.- Y Jesús no se aparta de la voluntad de su Padre, cuéstele lo que le costare.  Recuerda sus palabras en la “Oración del Huerto”: –“Hágase, no lo que yo quiero sino lo que Tú”. (3) - “Si quieres traspasa de mí este cáliz, mas no se haga mi voluntad sino la tuya”. (4) - “Y para que el mundo conozca que amo al Padre y que tal como me dio el mandamiento así hago, levantaos, y vamos de aquí”. (5) - Y marchó Jesús para entregarse a los que lo venían a prender.
Afectos.- Obedientísimo Maestro mío, Tú vas hasta la Pasión para cumplir la voluntad de tu Padre, y yo, ¡Ay Señor! la más insignificante pequeñez me aparta de la divina voluntad.
Propósito.- Hacer a toda costa la divina voluntad.

(1)       Joan.    Cap.   6, v. 38.
(2)       Joan.    Cap.   4, v. 34.           
(3)       Marc.   Cap. 14, v. 36.           
(4)       Luc.     Cap. 22, v. 42.
(5)       Joan.    Cap. 14, v. 31.
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MEDITACION Nº 406
Jueves 3 de Mayo de 1906. a.m.
3º.- HA BUSCADO SOLO LA VOLUNTAD DE SU PADRE

Jesús ha querido no solamente pensar y hablar lo que su Padre le ha orde­nado, sino que ha cumplido en todo y por todo su santa voluntad; así lo demuestra en todas sus acciones que no tenían otro objeto que hacer la voluntad de Aquel que lo había enviado; y de tal manera quiso sujetarse a su Eterno Padre, que en sus momentos de mayor tribulación, como en la Oración del Huerto, le ruega que si es posible haga que pase de El ese cáliz amarguísimo, pero a la vez le dice: –“no se haga mi voluntad sino la tuya”, y en seguida se levanta, y comprendiendo que era llegada la hora de marchar, les dice a sus discípulos: –“Levantaos y vámonos de aquí”, y camina con gusto a sufrir la Pasión que había de salvarnos a todos y había de satisfacer a su Padre Celestial, cumpliendo así su voluntad divina. - Pues bien hijas mías, así como el Esclavo de los esclavos, el Divino Modelo que tenemos en la Esclavitud no se aparta un solo mo­mento de la voluntad del Padre, así nosotros los que como El vamos a ser esclavos, debemos vivir sujetos a imitación suya; cumpliendo siempre la voluntad de Dios Ntro. Señor. Pero vamos a ver cómo debemos ir al sacrificio que eso impo­ne, puesto que tendremos necesidad de vivir continuamente contrariadas, obede­ciendo a toda hora, sin tener voluntad propia, y muchas veces tal vez obligados a sujetarnos a un superior torpe, duro, lleno de imperfecciones, porque Dios permite a veces esas faltas en los superiores para hacer más meritoria la obediencia del inferior que sabe humillarse, que no murmura ni exterior ni in­teriormente, que calla cuando recibe una reprensión injusta, que ejecuta con prontitud el mandato, aún cuando le haya sido dado con dureza. El que más se humilla es el que delante de Dios tiene más valor y el que se hace agradable a sus ojos, no cabe duda; pero como cada acto de humildad, de obediencia, de vencimiento, tiene que costarles trabajo, por eso les digo que son sacrificios que constantemente nos tenemos que estar imponiendo, y que en todo el día, muchos actos pequeñitos de amor podemos ofrecerle a Dios Ntro. Señor y a la Divina Niña.
Ahora quiero que no olviden que ese camino es necesario emprenderlo si tratamos de llegar a ser esclavas; que es el único verdadero, porque no hay que hacerse ilusiones hijas mías, no tenemos otro más que el de pura cruz y sufrimiento; pero también yo quiero que piensen esto: –“para entrar en él y ha­cer que las almas nos sigan yendo en pos de nosotros a encontrar a la Divina Niña, ya saben que el medio seguro es la dulzura, y que es fuerza convencerse de que por la dureza nadie va feliz; los grandes, los niños, todo el mundo se conmueve más con una palabra que vaya impregnada de amor, pero de un amor dul­ce, de un amor tierno y misericordioso, que con grandes discursos duros y lle­nos de seriedad. Yo les aseguro que por eso Nuestro Padre saca fruto de sus sermones, porque están predicados con el corazón, y de ahí resulta que quien lo escucha se conmueve, se une con él y sale encantado de su doctrina”. Sin embargo, yo todavía quisiera que se amoldara un poco más a la niñez; que las platiquitas que hiciera para sus hijas sobre todo, tuvieran la hermosura que tie­nen por ejemplo sus meditaciones, porque encierran una doctrina hermosísima es verdad, pero me gustaría más suavidad en ellas todavía, más sencillas, como por el estilo de unos sermoncitos que les predicaba a las niñas cuando se ins­tituyó la Pequeña Corte de María, que verdaderamente eran para chiquillas y a mí me parecían encantadores. Yo quisiera que Vds. lo hubieran oído entonces, con qué dulzura, con cuánta suavidad les dirigía la palabra, haciéndose peque­ñito, lleno de naturalidad para que todas las niñas lo entendieran. Pues bueno, de ese modo y no de otro es como yo entiendo que él debe formar a los Esclavos; llevándolos a la Cruz por un camino de pura dulzura, amor y misericordia, por­que ya les digo que así es como se logra cautivar a las almas, y si Nuestro Padre lo hace de esa manera con sus hijos, si así los forma, verán cómo los arrastra materialmente en pos de sí, cómo consigue hacer que busquen la vir­tud, que amen cada día más la santidad, y que luchen sin descanso hasta encontrarla; porque si queremos presentarle a las almas desde luego el sacrificio terrible y el martirio constante, es difícil conquistarlas, pues sólo almas privilegiadas por Dios y formadas para seguir ese camino, se encontrarán felices en él; pero la mayor parte de las almas prefieren siempre ir a la Cruz con mucha suavidad, y así han de quererlo los corazones de los esclavos y de las esclavas. Somos súbditos de una Reina pequeñita, tenemos que darla a conocer al mundo desde el primer instante de su ser, desde el momento en que Dios pronunció la palabra “Inmaculada”; hemos de venerarla, no de quince años, ni de doce, sino recién nacida, chiquitita, encantadora, y lo que Ella necesita es que nos hagamos niños como Nuestra Reinita angelical. Por eso ven Vds. que a mí no me gusta lo grande, no lo entiendo, no lo puedo aceptar, y en cambio lo pequeñito me encanta; me gusta tratar a Vds. como a unas niñas chiquitas, y entretenerlas con cosas propias de un niño, con una sonajita, con un jugue­te, y así entretenidas llevarlas al puro sacrificio porque en él está concen­trada la vida de una esclava. Pero ese sacrificio no hay que presentarlo sino confitado para que de ese modo no nos parezca amargo; y si Nuestro Padre quiere tener la dicha de encontrar muchos esclavos y de que haya almas fuertes y decididas que se prendan a la Esclavitud y la sigan con alegría, que las lle­ve por ese camino nada más. Yo no le diré que no estudie cuando sea necesario, cuando tenga que predicar determinados sermones, porque es muy natural que lo haga y sería una temeridad decirle lo contrario; pero sí le digo que para sus hijos y para sus hijas Dios le ha dado muchas gracias hermosísimas a su alma, le ha dado talento, y sobre todo corazón, y no necesitará andar estudiando él para buscar lo que debe enseñarles. La mejor ciencia que es la de la Esclavi­tud, la sabe demasiado para impregnarla con sus palabras y con su ejemplo, y con una sencillez angelical, casi jugando, para que no se asusten ni les pa­rezca que es muy duro el sacrificio.
Yo me he convencido cada vez más, de que ese es el camino para Vds. hijas mías, cuando las he visto llorar y enternecerse con la lectura de Staurofila, donde nos pintan a Dios Ntro. Señor con un amor tan loco por las almas y al mismo tiempo tan lleno de finura y de misericordia. Entonces es cuando se han sentido mas resueltas a amarlo, más decididas a serle fieles más arrepentidas de sus faltas, ¿no es cierto? porque claro, que a cualquiera le conmueve un amor tan grande, tan generoso, tan dispuesto a perdonar y a olvidar las infidelidades del alma a quien tanto ama y que tan mal le corresponde. En cambio no se sienten felices cuando el demonio les pinta a Ntro. Señor como un Dios justiciero solamente y lleno de severidad. ¡Es tan hermosa la misericordia! por eso siempre hemos de tenerla con los demás, llevando a las almas a la santidad siempre con dulzura, suavemente para que así todo lo hagan por amor. La dulzura, el amor y la misericordia son tres cualidades que tiene la Santísima Virgen y que están bien arraigadas en su purísimo Corazón, al lado de todas las virtudes de que Dios Ntro. Señor la dotó para hacerla su Madre Santísima; y como nosotros vamos a tratar de imitarla, tenemos que procurar ser sumamente dulces, tiernas y misericordiosas, y para conseguirlo es preciso luchar, pero sin desanimarse por las caídas, sin ponerse a pensar que porque son débiles y no se sostuvie­ron ya nunca adelantarán; que no aprovechan ninguna de las gracias que reciben; que no llegarán a la santidad; porque eso es lo que el demonio se quisiera, y esos pensamientos se los pone únicamente para desanimarlas. Por eso si hoy se proponen callar, y desgraciadamente tienen más ocasiones de interrumpir el si­lencio y es cuando más hablan, él está pendiente de recordárselos haciéndoles ver que todo lo hacen al revés de como se proponen; y les inspira entonces es­te pensamiento: –“puesto que así soy, vale más que me proponga hablar mucho y a ver si así guardo silencio”. No le hagan caso, porque eso es pura tentación hijas mías; todo lo contrario deben hacer: mientras más caídas tengan, más luchen por levantarse y emprender de nuevo sus propósitos sin desmayar un solo momento, sin perder la esperanza, sin impacientarse con Vds. mismas. Si han sido débiles, vayan a la Divina Niña y llenas de humildad se acogen a Ella y le dicen: –“Mira Madre mía, voy a comenzar apenas a dar los primeros pasos en el camino de la virtud; los andadores los pondré en las manos del Angel de mi Guarda, y así Tú me sostendrás siempre y le dirás que me ayude a levantar en mis caídas, hasta que poco a poco vaya siendo más fuerte y a medida que au­mente mi amor por ti, tenga fuerzas y más firmeza para seguir ese camino que es difícil pero que la locura de amor lo facilitará”. Nunca se queden caídas, eso no, porque entonces sí que no darán un paso.
¿No se reirían Vds. si vieran a un niño chiquito como alguno de los que aquí tenemos, quedarse acostado y no querer volverse a parar nada más porque al dar sus primeros pasos tuviera dificultades y tropiezos y se hubiera caído varias veces? ¿verdad que era para dar risa? pues así sucede con las almas que comienzan a andar por el camino de la vida espiritual, exactamente; muchos son los obstáculos con que tropezarán, pero si no se resuelven a vencerlos, y aunque lleguen a caer no les importa, y siempre procuran levantarse cada vez más humilladas, no llegarán jamás a lo que desean que es la santidad de su alma. Vamos a disponernos a luchar cada día, vamos a invocar siempre en nuestro auxilio a la Divina Niña, vamos a formarle sin cesar nuestras rosas de puros sa­crificios, colocando como les he dicho, cada pétalo, en el cáliz de la amargura que es el que ha de sostenerlos todos y el que hará que esa rosa pueda formarse, para ser la admiración de quien la vea, por la suavidad, por el color y por el aroma tan encantador que despedirá de esos pétalos formados con puros actos de virtud y sacrificio.
No olviden al pensar en esa rosa, que ha de representar a María en la En­carnación, porque Ella fue la rosa encantadora que con su fragancia embriagó al mundo y nos dio la semilla de la Esclavitud al ser Madre del Divino Esclavo, de nuestro Jesús Sacramentado que dio la vida por amor a las almas y nos vino a enseñar a practicar con perfección la Esclavitud, sujetándose a la vo­luntad de su Padre Celestial de tal manera, que no quería tener más voluntad que la suya. Pues ahora también esa Niña encantadora, la Sma. Virgen María, nos va a llevar a todos sus Esclavos, al amor de Dios Ntro. Señor por medio de la obediencia ciega a nuestros superiores; la obediencia nos hará esclavas, la obediencia nos hará humildes, y la obediencia nos dará la santidad. El que es verdaderamente obediente hijas mías, sabe renunciarse a sí mismo para no tener jamás voluntad propia, y nunca hace sino la voluntad de los demás, y sobre to­do, la de quien para él representa la voluntad de Dios Ntro. Señor.
Ahora quiero decirles que mañana que es el día más duro para Vds. en que más se sacrifican y parece que es cuando menos reciben, no dejen de ofrecerle a la Divina Niña con mucho cariño, todo lo que hagan; y aunque sientan pena pensando que en todo el día no me verán, que no oirán ni siquiera meditación, que es cuando menos me ocupo de Vds. no lo crean, porque es al contrario: en esos días es cuando me dedico más a pensar en todas y a agenciarles con Dios, las  gracias  que necesiten para su alma. Propónganse trabajar con afán, y sacrificarse con gusto, y yo les prometo que ofreceré todos sus sacrificios y en cambio recibirán gracia, no porque sean ofrecidos por mí que soy miserabilísima y nada puedo, pero sí porque los haré pasar a las manecitas de la Divina Niña, y Ella tiene un gran poder para hacer valer mucho nuestros pequeñísimos regalos: y así como en la calle Verde, ya les he contado que una ocasión un Padre que presenció el Mes de María, cogió las hojas de las rosas que todas sus devotas de la Niña arrojaban sobre Ella para bañar su imagen con esos pétalos suavísimos y perfumados, y muy emocionado dijo que a nombre de la Santísima Virgen les devolvía aquellas rosas, convertidas en bendiciones para ellas, pa­ra sus familias, y para todas las personas que la hubieran obsequiado con flo­res de esa manera, yo también mañana cogeré todos esos pétalos de los sacrifi­cios de Vds. y se los regalaré a la Divina Niña; la bañaré con ellos, para que luego me permita decirles en su nombre, que se los vuelve convertidos en bendiciones, en amor, en dulzura y en misericordia, para que con esa dulzura, misericordia y amor alcancen las gracias de la verdadera Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Sma. Virgen, le ofreceremos nuestros pequeñísimos sacrificios de ayer, pobres, insignificantes, es cierto, pero dados con muy buena voluntad, y rogándole que nos enseñe a colocar los pétalos suavísimos que con ellos hayamos formado, en el cáliz de la amargura para que luego sepamos nosotros enseñarlo a las almas. Les parecerá raro el que yo siempre les hable de sacrificio, y sólo viva preparándolas a martirizarse y a sufrir tribulaciones, pero es porque en la vida hijas mías no hay otra felicidad, ni más goce que el que nos puede proporcionar el sufrimiento; en la vida siempre se sufre, todas las almas necesitan purificarse, y para eso son los sacrificios. ¿Cómo no he de enseñarles que aquí es la casa donde especialmente tene­mos que aprender a sufrir, pero siempre llenas de dulzura de amor y de miseri­cordia? sí hijas mías, misericordia y mucha para los demás, porque solamente así podremos llevarlos al amor, por medio de una dulzura angelical. Aquí es la casa donde reina la Divina Infantita, y por eso es que en medio de terribles amarguras somos felices y encontramos la tranquilidad al lado de las luchas y tribulaciones más fuertes. La Sma. Virgen nos hará esclavas, pero ya saben que no nos crucificará sino con clavos de amor; y la que aprenda a vencerse a sí misma, a luchar contra su pasión dominante, a dominarse por completo, poniendo buena cara en las contrariedades, y a fuerza de combatir todo el día llegue a tener muchos sacrificios pequeñitos que ofrecer, es la que puede decir que por amor se sacrifica y que sus labios comienzan ya a balbutir un: –“¡Te amo de corazón Divina Niña, y porque te amo mucho aprenderé a vencerme más cada día y haré mayor número de sacrificios!”. Esos ya saben que los siguen ofreciendo todos los días a la Divina Niña, para que interceda con Dios Ntro. Señor y nos traiga a Nuestro Padre; para que calme ya la tempestad tan terrible porque nos han hecho pasar los que nos persiguen; que los aplaque, que ya dejen de ensañarse contra nosotros, y que bendiga a todos los que de alguna manera nos favorecen. Si todo eso pedimos hijas mías, si sabemos sacrificarnos teniendo de­seos de aprender a sufrir, la Divina Niña no nos negará la gracia de traernos a Nuestro Padre. Más podemos nosotros con nuestras oraciones y sacrificios, que todos nuestros enemigos juntos, y Dios nos ha de conceder lo que le pedimos y el triunfo de la Esclavitud.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado para Nuestro Padre­cito y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y de la Divina Infantita. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.