jueves, 27 de septiembre de 2012

MEDITACION Nº 10 NUESTRO MAS PERFECTO MODELO LA EUCARISTíA




Preludio 1º.- Como en la meditación primera.
Preludio 2º.- Represéntate a Cristo Ntro. Señor en la noche de la Cena, radiante su rostro de amor unas veces, y otras con vivísima expresión de fortaleza, por la que dispone no sólo a ser sacrificado en la Cruz al día siguiente, sino también quiere darse nueva vida para ser sacrificado hasta la consumación de los siglos.
Preludio 3º.- Pedir al Señor este espíritu de sacrificio.

Punto 1º.- Me dices también en la misma carta: –“Me pareció ver en la meditación, que la flor de la Encarnación es el Sacramento de la Eucaristía”. Muy bien visto hija mía, muy bien visto.
La Eucaristía es la flor de la Encarnación, porque así como la flor coro­na el tallo que la engendra, nutre y sustenta, así la Eucaristía corona la En­carnación que la engendra, nutre y sustenta. La Eucaristía es de un modo espe­cial, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, fruto preciosísimo de la Encarnación. Y si como dicen algunos teólogos, en la Eucaristía adoramos la misma sangre dada por María y la misma carne formada por Ella y de Ella, de qué modo más directo podremos afirmar que la Eucaristía es la flor, esto es, como la última perfec­ción de la Encarnación.
Punto 2º.- Y si por lo que a nosotros toca, la Eucaristía es flor de la Encarnación en cuanto Jesús es modelo más consumado de la Esclavitud en su vi­da Eucarística que en la de hombre, también es verdad. Porque en primer lugar es común entre todos los santos y doctores, que Jesús en el Sacramento se anonada más que como hombre; aquí oculta sólo su divinidad, allí también su humani­dad; como hombre es algo, pero como Eucaristía es accidente, casi nada, es a lo sumo de los ojos de la carne, cosa. ¿Cómo anonadarse más?.
Punto 3º.- ¿Y qué diremos en cuanto a su obediencia? Allí sí que se veri­fica que Dios mismo se sujeta a la voz de Dios, y se sujeta para ser sacrificado con el cuchillo de las divinas palabras de la Consagración.
Obedece siempre hasta la consumación de los siglos, en todo instante, porque a toda hora se está celebrando el Santo Sacrificio y se está dando la Sagrada Comunión. - Obedece en todo lugar porque en toda la redondez de la tie­rra, se sacrifica el Cordero sin mancilla, la limpísima oblación agradable al Eterno Padre. - Obedece a todos, justos y pecadores; de todos se deja llevar y traer, y todos lo pueden tratar con decoro o sin él. - A la voz de todos los sacerdotes se verifica la Transustanciación; esto es el milagro de los mila­gros, la maravilla de Dios por excelencia. - Y a los hombres buenos y malos, ya lo traten con buenos o malos modos, con justicia o con injusticia, a todos obedece sin la menor réplica.
Afectos.- Admirada está mi alma, Jesús mío, ¿qué más has podido hacer pa­ra determinarme a ser Esclavo? - ¡Señor, que yo aprenda a anonadarme! - ¡Señor, que yo aprenda a obedecer!. -
Propósito.- Ser esclavo de todos, siempre y en todo lugar.
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MEDITACION Nº 396
Viernes 20 de Abril de 1906. a.m.
NUESTRO MAS PERFECTO MODELO,
LA EUCARISTIA

Dios Ntro. Señor nos ama tanto, que ese amor le hacía desear con ansia la noche de la Cena, para que llegara el momento precioso en que había de darnos la mayor prueba de finura quedándose con nosotros para siempre en el Santísimo Sacramento del Altar; y fíjense ¡en qué circunstancias nos daba esa demostración de su ternura! cuando estaba ya para morir por salvarnos.
¡Qué finura tan grande la de Dios Ntro. Señor, y qué poco nos cuidamos de corresponderle siendo finas con El y desviviéndonos verdaderamente por servir­lo!. Cuando en el mundo encontramos una persona que tenga alguna fineza para nosotros, ¡cuánto se lo agradecemos! - ¡cómo procuramos tratarla del modo más fino que podemos para demostrarle nuestro agradecimiento! y sin embargo para Dios no tenemos finura ni nos importa servirlo de tal o cual manera, sin siquiera fijarnos en lo que hacemos y en el modo de hacerlo. Pues bueno, con to­do y eso es tanta su misericordia, que todo lo perdona, se olvida de nuestras faltas, de nuestras imperfecciones, no piensa en nuestra indiferencia para con El, ni en las muchas ingratitudes con que pagamos sus beneficios; todo lo con­trario, siempre está dispuesto a venir con nosotros y a obedecer al sacerdote que lo manda, sin fijarse si es digno o no lo es si tiene su conciencia manchada o limpia, si es justo o pecador; nada lo detiene, y por indigno que sea el que lo toma en sus manos, El se deja llevar y sin hacer ni el movimiento más insignificante de contrariedad, va al corazón de quien lo solicita aún cuando aquel corazón sea duro, frío o indiferente. En el Sagrario también permanece inmóvil esperando allí a que vayamos a visitarlo, haciéndole compañía cuando buenamente tengamos ganas; y cuando nos acercamos está callado, no nos dice una palabra de reproche porque nos olvidamos de El y no le tenemos el debido respeto. Jamás habrán oído Vds. conciliábulos dentro del Sagrario que demues­tren la contrariedad de Dios Ntro. Señor por el abandono en que lo tenemos, y por la falta de amor de nuestras almas. Sufre mucho por todas y sabe sufrir callando, sin cansarse de esperar, y dispuesto a derramar a toda hora sus gracias y misericordias sobre los corazones que van a buscarlo.
¡Y ese es el Modelo que nosotros tenemos que copiar! Vds. calculen si po­drán llegar a imitarlo. ¡Qué capaz! nosotros somos de tal manera soberbias, y estamos tan pagadas, tan engreídas, y tan satisfechas de que valemos mucho, que no podemos soportar que nos desprecien, que no nos respeten y nos obedez­can inmediatamente; quisiéramos que todo el mundo se rindiera a nosotros, que nos tratara con las mayores consideraciones, y cuando alguno comete una ligera falta, no somos capaces de tenerle misericordia. De manera que si nosotros tu­viéramos poder para castigar como lo tiene Dios Ntro. Señor, aún cuando fuera por un poco de tiempo nada más, con sólo que nos concediera dos horas de reinado como las tuvo el limpia chimeneas, en esa piecesita que todas Vds. conocen, les aseguro que trataríamos sin piedad a todo el que nos hubiera hecho alguna cosa por pequeña que fuera.
Sí hijas mías, porque Dios es todo misericordia, se compadece de nuestras miserias, y perdona las faltas que cometemos en cada caída, pero nosotros no somos tan generosas; por eso tratamos con dureza a los demás y no conocemos la misericordia. De ahí viene que Vds.  quieran un castigo por cada falta de una niña aunque esa falta no valga la pena; ¿ya se volteó? pues a apuntarla para que se le castigue; ¿ya hizo un movimiento? otro apunte; ¿ya le hablé dos veces y no obedeció al punto? a castigarla sin remedio; ¿ya puso mala cara? otro castigo. - ¡Qué tristeza! bien se conoce que esas pobres niñas no son hi­jas de Vds. que si lo fueran, las tratarían de muy distinto modo; siento pena al pensar en que esas criaturas se consideran huérfanas, y que todas Vds. es­tén llenas de dureza para ellas porque no es así como deberían tratarlas, sino con mucha dulzura y caridad, para que se supiera que en los Asilos de la Divi­na Infantita cada esclava era una madre para las pobrecitas que se abrigaran en ellos. Eso es lo que yo quiero encontrar en los corazones que se formen pa­ra la Divina Niña; no me gusta la dureza, no tolero que a las niñas las traten a jalones, ni que las empujen, ni que estén inventando penitencias para casti­gar una cosa que no vale la pena, como por ejemplo el que la niña se movió, volteó la cara, no tuvo la debida atención, se rascó, comió de prisa, se amarró un zapato, no hijas mías, si cada acto de esos lo creen Vds. digno de castigo, es porque no saben todavía ser misericordiosas con las almas; porque no quieren pasarles nada, porque no procuran perder su modo propio y sujetarse al modo de sus superiores que es el que quiere darles Dios Ntro. Señor; porque no les quepa duda que el espíritu que nosotros tratamos de inculcarles a Vds. es puramente de Dios. Por eso me hizo ver El en el retiro del último día, que yo no tenía cabeza, como para decirme que cuanto yo dispusiera no lo ordenaba con el cerebro mío puesto que no lo tenía, sino que todo era dispuesto por Dios; y esto me lo hizo ver después de haberme dado en otro retiro, el conocimiento de ese como faro que yo vi que tenía puesto por Dios Ntro. Señor, para poder penetrar con esa luz suya dentro de las almas, y conocer a todas Vds. interiormen­te; de manera que iluminada por Dios es del único modo que puedo dirigir a Vds. y hacerle ver a cada una lo que tiene que corregir para llegar a adquirir la santidad de su alma.
Con que si desean verdaderamente llegar a ser esclavas, tienen que prescindir por completo de sí mismas, que perder su modo propio, que no amarse de la manera que se aman; porque ese amor tan grande que se tienen es el que les ha­ce estar pensando siempre: que han cumplido, que han quedado bien en todo, que con razón gozan del privilegio de ser consentidas del superior; el amor propio y no otra cosa es lo que les hace ver que son las predilectas, las más queri­das, las mejor tratadas; cuando eso no es así, pero si lo fuera, lejos de cau­sarles satisfacción debería darles pena porque pensarían: –“¿soy la menos corregida? ¿me tratan con más consideración que a las otras? no es porque me pre­fieran, ni porque mis méritos sean mayores, sino al contrario, tal vez me conocen que soy demasiado débil, que no estoy capaz por ahora de sufrir un despre­cio, y por eso me tratan como a una señorita”. Convénzanse hijas mías que es la verdad; si el superior no aprieta todo lo necesario, es porque conoce la falta de fortaleza de Vds. y conforme las ve más fuertes más las corrige y las desprecia para llevarlas a la santidad, de la cual están muy lejos mientras no se vean humilladas, tratadas mal, y bien despreciadas, porque no hay más camino que ese para alcanzarla. Si pretenden ser santas yendo por un camino de chiqueos, de consentimiento y de predilecciones, están muy equivocadas, porque nunca llegarán a serlo de esa manera; sólo a fuerza de palo y sacrificio es como se forja una alma que quiere ser perfecta.
No olviden que ese es el camino que hay que seguir, y mientras no se vean abatidas, despreciadas, colmadas de humillaciones, aseguren que están enteramente separadas del camino que lleva a Dios. De tal manera han de anonadarse y sujetarse a lo que Ntro. Señor quiere de Vds. que no han de tener más volun­tad que la de los superiores, ni más deseo que cumplir sus mandatos tal como los prescriben, al pie de la letra; así es que deben procurar ser sumamente dulces con las niñas, pero esa dulzura no ha de consistir en caricias, no ha de consistir en mieles y consentimientos que den malos resultados; sino en ser suaves para tratarlas, figurándose continuamente que son las madres de ellas y que Dios se las ha dado por hijas, para que con toda ternura las lleven a El.
Las Esclavas tendrán que ser como las espigas del trigo; tiernas y delicadas como son esas espigas que se extienden en campos grandísimos y que dan esos granos que después de bien molidos y triturados, sirven para hacer el pan de la Sagrada Eucaristía. Me acuerdo que en otra ocasión les expliqué ya cómo se sembraba y cultivaba ese trigo, cuando lo supe por una persona que entendía bien cómo se hacía todo eso, y cómo se preparaba el terreno para sembrarlo; por eso ahora ya no les digo, porque ni sería fácil que yo lo recordara; solamente quiero decirles que ese trigo lo colocan entre dos piedras grandes y allí resiste que lo trituren para quedar bien machacado, al grado de sacar de él una harina finísima que es la que se necesita para hacer las Hostias. Después aquella harina bien batida, se pone en un molde que ha estado en el fuego.
Con que ya ven hijas mías que si las esclavas hemos de ser como ese trigo, puesto que Dios Ntro. Señor eso nos pide y así me lo ha hecho ver en la oración, ¡cuánto tendremos que luchar y que vencernos para llegar a soportar que nos trituren, que nos despedacen, que nos hagan polvo como se hace el trigo! por eso empiecen por dejarse sembrar en su corazón esa semilla, y regarla todos los días con la doctrina que encierra la palabra de Dios Ntro. Señor, y de esa manera seremos en las manos de los Esclavos que son los que han de formar a las esclavas dándoles el espíritu que ellos hayan tomado de Nuestro Padre, co­mo el trigo que se convierte en pan, para poder convertirnos lo mismo nosotros, y poder vivir con Dios Ntro. Señor en el Sagrario; como quien dice, Sacramentadas con El, sin apartarnos un minuto de su presencia, llevando una vida contemplativa y al mismo tiempo llena de actividad, puesto que hemos de abarcar to­dos los trabajos que se nos presenten.
Ahora quiero decirles otra cosa para que se posesionen bien de ella. Tenemos aquí una niña chiquitita que es Pepa, a la que todas conocen; y esa niña quería mucho a una monjita a quien también conocen, y que se llama: Almita. Nada más natural que la quisiera puesto que desde que esa niña vino aquí, esa monjita se encargó de atenderla, de cuidarla, de darle sus alimentos; pero co­mo ella no quería para sí ese cariño sino que todo su afán es que me quieran a mí, me decía: –“mire V. yo voy a despreciar a Pepa, yo la castigaré cuando haya que hacerlo, no le daré nada, y entonces, cuando yo la haya despreciado V. la llama y la chiquea para que así a quien quiera sea a V. y no a mí”. Pues bueno, tal ha sido su empeño por lograr atraer para mí el cariño de la mucha­chita, que lo ha conseguido; y hay que advertir que esa niña no me quería, huía de mí, y no me tenía sino miedo. Ya saben cuáles han sido los medios de que se ha valido para lograrlo: ella me trae la leche ya compuesta nada más para que yo se la dé; cuando la chiquita le hace un halago, le pone cara seria, la desprecia, la trata mal, le enseña un zapato, y hace que conmigo busque el consuelo; de manera que todos los trabajos son suyos porque la limpia, la vis­te, la arregla, la cura, la corrige, todo le hace, y la recompensa que para ella busca es el desprecio de la niña con tal que a mí me busque y me quiera. Esa es una lección que me ha dado mucho en que pensar, no vayan a creer; y cuando vi que ella logró lo que quería que era llevar a mí todo el cariño de esa niña, teniendo ella todos los trabajos, pensé: –“¡Qué pena! ¿será posible que Almita haya conseguido lo que deseaba, y yo que quiero trabajar con mucho gusto  y sacrificarme formando a Vds. para llevarlas a Dios, no lo pueda conseguir?”. Pues así me pasa hijas mías, no logro que Vds. busquen a Dios como yo quisiera; ven que muchas veces las desprecio de intento, las trato duro, para ver si así consigo que vayan a refugiarse con el único que podrá consolarlas y que sabe pagar con toda finura los desprecios y las humillaciones que se sufren por El, pero hasta ahora no me siento feliz, no le dan el lleno a mi corazón porque no saben amar.
Aprovechen esta lección que les he contado, para llevar a todas las niñas a Dios, para enseñarles a sacrificarse por su amor, a ser humildes, a sufrir contentas, a obedecer y respetar a sus superiores; pero no quieran darse a respetar a fuerza de dureza y sin soltar la alpargata de la mano, porque no lograrán nunca otra cosa que inspirarles temor y repulsión para con Vds. Obedezcan ciegamente, sean muy dóciles de juicio, tengan una voluntad completamente rendida, y así podrán decir que sacan fruto de las meditaciones. El fruto de hoy ya saben cuál ha de ser: pensar constantemente en Jesús en la Eucaristía; recordar con cuánto amor y con cuántas ansias esperó el momento de instituir ese Sacramento para poder quedarse entre nosotros; considerar la sumisión tan com­pleta de todo un Dios en el Sagrario, y cómo se deja hacer todo lo que los hombres quieren; si lo sacan no se resiste; si lo tiran se queda tirado; si lo llevan se deja llevar;  allí obedece al último de los hombres, al más pequeño, al mayor pecador, y si coge cualquiera el copón aún cuando no sea sacerdote, nada le dice, sino que se deja tratar como quieran tratarlo, con respeto o sin él. Esa es la mayor perfección a que puede llegar un obediente, y puesto que Nues­tro Padre dice que el modelo más perfecto que tenemos los Esclavos, es Jesús en la Eucaristía, procuremos imitarlo anonadándonos como El, obedeciendo a quien nos mande y con la prontitud con que obedece Dios Ntro. Señor.
El día que sepamos nosotros vivir así anonadadas, ya podemos decir que hemos adquirido por fin la verdadera Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Divina Niña, a pedirle vamos que nos enseñe cómo hemos de aprender a anonadarnos,  cómo hemos de aprender a obedecer, para que así como Ntro. Señor en el momento mismo que ya está hecho el pan y lo tiene en sus manos el sacerdote, no hace más que oírlo hablar y pronuncian­do las palabras de la Consagración, y ya está El allí obedeciendo aquella voz y convirtiendo aquel pan en su Sacratísimo Cuerpo para darse a nosotros, así todas las que de veras tengamos grandes deseos de ser esclavas, obedezcamos la voz de quien nos manda, sin pensar, sin detenernos, escuchando el mandato y ejecutándolo tan pronto como recibamos la orden de hacerlo. Eso querrá decir que estamos completamente anonadadas, olvidadas de nosotros mismas, sacramentadas con Dios en el Sagrario, dispuestas a dejarnos mandar y maltratar de todo el mundo lo mismo que El se deja, sin pronunciar una sola palabra, sin hacer un movimiento de disgusto, sin poner mala cara, sin dar una disculpa cuando se nos corrija.
Si así lo hacemos, ya podremos decir que tratamos de imitar en algo a Je­sús en la Eucaristía que es nuestro perfecto modelo, el más acabado, el que nos ha de enseñar a practicar esa obediencia, ese anonadamiento sin límites que es el que nos ha de hacer santas dándonos la verdadera Esclavitud.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado y a la Divina Niña para Nuestro Padre y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

MEDITACION Nº 9 NUESTRO MODELO ES MARIA EN LA ENCARNACION




Preludio 1º.- Como en la meditación primera.
Preludio 2º.- Figúrate ver a María cuando apenas tiene catorce años de edad, prosternada en oración, y delante de Ella, reverente el Angel del Señor que le anuncia que va a ser Madre de Dios; y admira la Esclavitud que Ella de­clara tener a Dios en tan sublime instante.
Preludio 3º.- Pide al Señor, mediante María en tan divino instante, que te dé el mismo espíritu de Esclavitud de su Madre.

Punto 1º.- En la misma carta a que antes me refiero, tú también has dicho: 2º.- “Pensé que nuestro modelo en la Esclavitud, era María en la Encarnación”. Y en verdad que lo es. ¡Y qué hermoso hija de mi alma! porque piensa primero cómo se anonada. - La saluda el Angel llena de gracia y Templo de Dios, y Ella se turba al oír tales palabras. - ¿Por qué al oír que es santa, se tur­ba la que es verdaderamente bendita entre todas las mujeres, sí es cierto que tiene inmaculada santidad? porque es humilde, hija mía. Ella sabe que todo lo bueno que hay en Ella es de Dios, y de sí misma nada tiene; también sabe que delante de Dios es nada,  y por eso al ver que es alabada, Ella se anonada y con afectos o con palabras siempre repite el Magnificat.
Punto 2º.- Y si con tanta sencillez anonada toda la santidad de su vida inmaculada, todavía es más humilde al anonadarse ante la dignidad de Madre de Dios.
Nada ha dado ni puede dar Dios mismo a pura criatura, como la dignidad de ser su Madre; sin embargo, delante de tan excelsa gloria, María no se recono­ce más que la Esclava del Señor. “Ecce ancilla Domini”. ¡Qué dicha, ser elegidos para esclavos del Señor!. -
Punto 3º.- También piensa hija mía, que cuando Nuestra Reinita Excelsa se declaraba Esclava del Señor, no era aceptando del Hijo de Dios gloria y delei­tes, no hija de mi alma, no; a Ella se le ofreció el Hijo de Dios, no para gloria sino para desprecios, no para deleites sino para sacrificio. - Será llama­do Jesús que quiere decir Salvador, esto es, víctima que se ha de inmolar por la gloria de Dios y la salvación de los hombres.
También María es Esclava obediente hasta el Calvario.
Et tuam imsius animam pertransivit gladius. -
Afectos.- Busquen Señor, los hombres la gloria donde bien les parezca; yo no quiero más gloria que la de ser esclavo de Dios siéndolo tuyo Inmaculada Niña mía.
Propósito.- Seré fidelísimo Esclavo de la Divina Infantita.
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MEDITACION Nº 395
Jueves 19 de Abril de 1906. a.m.
NUESTRO MODELO ES MARIA EN  LA ENCARNACION

La Sma. Virgen se anonadó por completo; a la edad de catorce años cuando todas las jovencitas no pensaban en esa época más que en casarse, esperando que les tocara la honra de ser Madres del Mesías anunciado, Ella sin embargo no pensaba en eso, sino que enteramente consagrada a Dios Ntro. Señor desde Niña, profundamente humillada en esos momentos, hacía oración rogándole a Dios le concediera la felicidad de servirle de esclava a la que tuviera la dicha de ser su Madre Santísima. - Por eso lo fue hijas mías, porque era tan humilde que estaba muy distante de pensar en que esa honra sería para Ella, que cuando más se juzgaba digna de ser la Esclava de la Madre de Dios.
Estaba anonadada, enteramente humillada, y por eso cuando el Arcángel se le presenta para anunciarle que Ella es la escogida, que se prepare pare reci­bir al Mesías, no como esclava sino como Madre, todavía Ella se humilla más y sin moverse de la postura en que estaba, permanece arrodillada delante del An­gel y no dice sino estas palabras: –“He aquí la Esclava del Señor hágase en mí su voluntad”. ¡Qué humildad tan hermosa la de la Sma. Virgen! pero qué difícil es hijas mías encontrar una alma tan humilde, y sobre todo tratándose de la mujer  ¡Con razón fue digna de ser la Madre de Dios! si con todo y que estaba dotada de todas las virtudes y perfecciones más altas, su humildad superaba a todo lo demás. ¡Que a cualquiera de nosotros se nos hubiera presentado el Arcángel a darnos esa noticia! yo les aseguro que inmediatamente nos hubiéramos puesto como los pavos, llenas de vanidad y creyendo que todo lo merecíamos. En el acto le hubiéramos dicho: –“Sí Señor San Gabriel, con mucho gusto, le da V. recados al Eterno Padre y ya sabe V. que esta es su casa”, porque somos incapaces; te­nemos un amor propio que nadie nos iguala, por eso nos cuesta tanto trabajo dejarnos humillar; así lo pensaba yo delante de Dios en el retiro no estén creyendo, y entendí claro que el hombre es muy dado a todo lo que sea sabiduría, tener dinero, y aparecer a los ojos de los demás como muy valiente aún cuando sea un gran cobarde, eso no importa. En cambio la mujer toda se vuelve vanidad; siempre está deseosa de que la admiren, de que vean que todo lo sabe hacer, y de que piensen los demás que no hay quien la iguale. - Así somos, vanidosísimas, llenas de amor propio, por eso no nos dejamos corregir ni sabemos doblar­nos delante de nadie. Esto se los digo porque puede que entre Vds. haya algu­nas o alguna que se estime en tanto, que crea que es una gran humillación do­blar la rodilla delante de la persona a quien se ha ofendido, para pedirle perdón; y seguramente piensa: –“yo jamás recuerdo haberme arrodillado delante de papá Gobierno en tantos años como lo serví”. Ya lo creo, como que en el Go­bierno no son capaces de enseñar nada bueno ni de practicar un acto de humildad, puesto que tienen por padre a Lucifer y ese jamás se ha humillado, al contrario, es soberbio hasta donde más y no les inculca a sus hijos otra cosa que pensamientos soberbios, modales soberbios, y acciones llenas de vanidad; como él tiene el corazón endurecido, lo mismo están sus piernas, son de una pieza, por eso sus rodillas están tiesas y no pueden doblarse; y como es una acción enteramente desconocida de él, les hace creer a los que engaña que es una gran cosa doblar una rodilla delante de otro. No hijas mías, eso no vale nada; poco importan unas pobres rodillas en el suelo y mucho más cuando interiormente no están dobladas, es decir, no tienen rendida el alma ni voluntad de rendirla. Es cierto que el que se humilla debe manifestarlo también con su actitud exterior, y en la Sma. Virgen que es nuestro modelo, vemos que recibe arrodillada el mandato de Dios y en esa postura llena de modestia angelical, escucha las palabras del Angel, pero la postura es lo de menos, la prueba es que Dios no la hizo su Madre porque estuviera arrodillada en su reclinatorio, ni por eso estaba en unión con Ella en la oración, sino porque su alma era humildísima, encanta­dora, llena de sencillez. Por eso hijas mías Vds. no se fijen en las aparien­cias ni se compadezcan de una miserable rodilla que está en el suelo, porque eso no vale nada. ¡Qué le importa a un superior ver a una persona hincada de­lante de él pidiéndole un perdón que no es sincero porque no nace del corazón arrepentido de su falta! si por gracia que le hace Dios Ntro. Señor, está leyendo el interior de aquella alma, y está mirándola dura, inflexible, llena de so­berbia, ¡de qué le sirve verla arrodillada! de nada absolutamente; por eso in­sisto tanto en decirles que no deben pensar con dureza ni creer que es mucho lo que aquella persona hace, de doblar sus rodillas y no obtener el perdón en el momento que lo solicita. Recalco esas palabras, porque quiero que se penetren bien de que es una acción que de por sí no tiene mérito cuando no va uni­da a un arrepentimiento sincero; piensen que no se arrodillan delante de un superior por darle a él honra, sino que al hacerlo deben pensar que doblan la rodilla delante de Dios Ntro. Señor que es a quien los superiores representan sin merecerlo, puesto que El ha querido que ocupen ese lugar y El está en ellos y los dirige para que ellos a su vez las dirijan a Vds. ¿Creen acaso que tanto valor tienen sus rodillitas dobladas que ese acto es de gran humillación para quien lo hace? pues se equivocan hijas mías; lo que sucede es que eso han aprendido en el mundo porque como en él reina la soberbia, no pueden tolerar nada que se parezca a la humildad. De manera que si Dios me diera un grupo de profesoras normalistas para esclavas, hoy doblaban una rodilla y mañana se presentaban diciéndole a Ntro. Señor: –“He aquí la esclava del Señor, ya soy digna de que venga a mí el Mesías, Señor, ya puedes venir a tomar pose­sión de mi corazón porque he sido sumamente humilde ¡¡¡me he arrodillado!!!”. ­¡Juju, vaya una humildad! cuando que una rodilla en el suelo con un corazón duro y rebelde no sirve de nada, y en esa postura puede llevarse el diablo a una alma por más hincadita que esté en ese momento. ¡Dios me libre de las esclavas normalistas que se consideran esclavas nada más por un acto tan insignifican­te!.
Con que hoy que nos ha tocado por punto de meditación la humildad de la Sma. Virgen, y que hemos visto que Ella en el momento de la Encarnación ha de ser el modelo de las esclavas, nos ha venido muy bien el asunto que hemos tra­tado; no olviden que si quieren llegar a formar parte de esa Esclavitud para la que no tiene duda que hemos sido escogidas por Dios, siendo un grupo de inútiles como somos, ya saben que necesitan saberse humillar, dejarse corregir, y tener más corazón que cabeza, porque esclavas con más cabeza y juicio que cora­zón y amor, no sirven para la Divina Niña, no son esclavas, ni llegarán a dar frutos de santidad. Piensen que tienen que doblar el alma, porque mientras no la doblen bien doblada, de nada les aprovechará aún cuando tengan muy dobladas sus rodillas.
La que hoy no quiera rendirse podrá hacerlo no cabe duda; podrá alejarse de mí, podrá dejar la Congregación, podrá hasta apartarse del mundo, pero lle­gará un momento terrible del que nadie se escapa, el momento de la muerte, y entonces no podrá por más que luche apartarse de Dios Ntro. Señor ni de su presencia, para darle cuenta de tanto como ha desperdiciado. La muerte hijas mías llega para todos, para el humilde y para el soberbio; para el pobre lo mismo que para el poderoso, y allí nadie está erguido; los generales más orgullosos y valientes que hayan ganado muchas batallas y tengan a grande honra el no ha­berse doblado delante de nadie, ya no podrán pelear con la muerte ni triunfar de ella; ya no estarán erguidos y llenos de altivez, sino que entonces se ve­rán doblados por la enfermedad, débiles, abatidos, y sin poder escapar de aquel momento terrible. Ntro. Señor les tomará cuenta estricta y El triunfará siempre. También a todas Vds. les tomará estrecha cuenta de lo mucho que han desperdiciado. ¡Qué pena cuando les presente esas meditaciones y les haga ver letra por letra de una doctrina que era toda suya, que bondadosamente les man­daba para que nutrieran su alma, y de la cual nada quisieron aprovechar. Así me lo hacía ver Ntro. Señor en el retiro diciéndome: –“Por qué esperas que venga una orden de Roma a desbaratar la Obra que es mía, y por qué temes que eso lo haga el Santo Padre, cuando que tus mismas Hijas con sus acciones, están desbaratando la Congregación al no querer tomar el espíritu que se les da. Todos los días les das meditaciones y ni una sola gota toman de esa doctrina, ni una palabra siquiera conservan de la meditación”. Así lo sentí en la ora­ción; allí vi cómo no se aprovechan porque sus corazones están duros, parecen de piedra, y no ponen nada de su parte para suavizarlos. La soberbia es un enemigo terrible que hay que combatir, porque ella es la que les impide humillarse y la que las alejará de la Esclavitud sin remedio. Vuelvo a decirles que de nada sirve un exterior humilde, con una alma rebelde y llena de amor propio.
¿Por qué se alejó de la Obra Conchita Ortíz? porque dobló sus rodillas pero no su corazón. ¿Por qué María Miranda también se apartó de nosotros? por la misma razón, porque se arrodillaba, pero no dobló su corazón. ¿Por qué Felipe no pudo ser esclavo? porque llegó a doblar la rodilla pero no el corazón; por­que fue siempre duro y rebelde para dejarse corregir y formar el alma.
Ahora Vds. saben si quieren también permanecer insensibles, duras, llenas de pasiones, y obstinadas en ellas sin hacer un esfuerzo para vencerlas; pueden hacerlo, pero ya saben que nunca serán esclavas, que si no luchan por sua­vizarse para ser dóciles, no llegarán a amar a la Divina Niña, y que por más que quieran apartarse del llamamiento de Dios Ntro. Señor que las ha escogido, no lo lograrán, porque llegará siempre tarde o temprano el momento fatal en que tengan que presentarse ante El para rendir cuentas y entonces les recorda­rá todo lo perdido, entonces les traerá a su presencia todas las lágrimas que por su culpa hayan derramado sus superiores, y les hará ver lo mucho que los hicieron sufrir; y no lo deseo para Vds. hijas mías, pero si les recuerdo que Dios Ntro. Señor ha dicho que todo lo que hagamos lo pagaremos: –“ojo por ojo y diente por diente”. Recuerden que siempre se dice que ¡Ay del hijo que ha­ga llorar a sus padres porque cada lágrima le pesará! y si eso es con los pa­dres naturales, mucho más delicado es hacer llorar a una madre espiritual, a un superior a quien se le debe respeto y veneración puesto que viene a Vds. en el nombre de Dios para decirles cómo han de ser humildes para ser santas, y cómo han de suavizar sus corazones para llevar con dulzura a la santidad a cuan­tas almas se les presenten.
No sean duras hijas mías, luchen sin descanso para mover ese corazón de roca, vamos a pedírselo a la Divina Niña postrándonos en su presencia; ruéguenle que las suavice, que las haga dulces, que le dé sensibilidad a sus corazones porque los tienen muy duros. El corazón nos pierde cuando está empedernido cuando no quiere doblarse, cuando nada le conmueve, se los aseguro; vuelvo a repetirles que de nada sirve un exterior modesto y una rodilla doblada, si ese exterior no corresponde a un corazón tierno y que sepa anonadarse fácilmente. Ya saben que si de veras quieren ser esclavas no hay otro camino más que ese: un anonadamiento completo y una profunda y verdadera humildad. Eso si quieren ser esclavas, que ¡quién sabe! puede ser que desgraciadamente entre todas Vds. las esclavas sean nones y no lleguen a tres. ¡Qué tristeza para las que no lo sean, cuando se encuentren cara a cara con la Divina Niña y no puedan acercarse a Ella! - ¡Qué pena, cuando las aparte de su lado porque habiéndola tenido por Maestra y por Modelo no quisieron imitarla! - ¡Qué vergüenza sentirán al verse rechazadas por Ella y al oír que les dice: –“¡Apártate de mí, retírate de mi presencia, tú que nunca quisiste aprovecharte de las gracias que yo derramaba en tu alma, no puedes estar conmigo puesto que no quisiste amarme ni servirme. ¿Qué hiciste de todos los beneficios que por mi mano recibías cada momento, cuando yo te llamaba para doctrinarte, para darte consejos, para enseñarte cómo debías ser esclava? todos los despreciaste miserablemente sin importarte que yo sufriera por ti; me maltratabas, me tenias olvidada, ni una pala­bra se grababa en tu alma de las meditaciones en donde iba pura doctrina para hacerte santa. ¿Recuerdas cuando yo con tanto amor te buscaba a todas horas rogándote que me amaras, que te vencieras, que me dieras tu corazón rendido, y tú no hacías otra cosa que huir de mí, retirarte de mi lado dejándome tirada para no molestarte y levantarme en tus brazos? pues bueno, entonces te rogué mucho y no me escuchaste; ahora en cambio yo no te reconozco, y como tanto me despreciaste es imposible que estés cerca de mí”. ¿Qué le responderán en ese instante a la Divina Niña? nada hijas mías, porque ya entonces no valdrán pro­mesas ni humillaciones; ya no les servirá doblarse por más que quieran; y lle­nas de amargura se verán precisadas a decirle: –“Conozco que lo merezco.   - ¡Adiós para siempre Madre mía! nos apartas de tu lado, nos arrojas de tu pre­sencia, y nosotros que fuimos las escogidas para ser tuyas sirviéndote como es clavas, preferimos ser esclavas de nuestro enemigo, nos dejamos engañar siendo soberbias como Lucifer, y ahora ¡no te veremos más! no tendremos la dicha de ser tus hijas, sino que seguiremos sirviendo a Satanás”. ¡Qué pena! ¡qué amargura! - ¡Separarse de la Divina Niña para siempre! y todo por no querer humillarse un poco ahora que todavía es tiempo; por no soportar un desprecio, por no recibir humildes una corrección!. -
No se olviden de esta meditación que quiero que quede como un recuerdo vivo y constante de que si queremos llegar a ser verdaderamente humildes, hemos de unir la acción exterior al sentimiento interior; de manera que cuando come­tan una falta, procuren arrepentirse de ella sin tardanza para que al doblar sus rodillas delante de quien han ofendido, ya su corazón se esté doblando, porque de otro modo no les servirá de nada aquel perdón aún cuando lo consi­gan, puesto que las gracias del perdón no pueden penetrar más que en el alma de quien sabe de veras humillarse y demostrar que quiere ser esclava.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado para Nuestro Padrecito y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Síntesis del Origen: de la devoción a la Divina Infantita y de la Congregación de “Esclavas de la Inmaculada Niña” DIVINA INFANTITA



Síntesis:

Del  origen de la devoción a  la Divina Infantita
 y de la Congregación de
“Esclavas de la Inmaculada Niña”

           En el convento de la Inmaculada Concepción de San José de Gracia de la ciudad de México, hubo una religiosa llamada Magdalena de San José, quien  nació en la misma ciudad de México el día 22 de julio de 1790.
          La Madre Magdalenita, como la conocían no sólo en el convento, sino en toda la ciudad, ejerció toda su vida el oficio de campanera  en su comunidad;
 sobresalió por su humildad por su amor al prójimo y por una entrañable devoción a la Santísima Virgen María.
        Fue escogida por Dios para ser la iniciadora de la devoción a la Divina Infantita en México.
         El día 6 de enero de 1840, festividad de los Santos Reyes Magos, mientras la comunidad estaba en oración y adoraba al Niño Jesús, la Madre Magdalenita sintió por inspiración divina el deseo de que María Santísima fuera venerada en su Infancia, cuyo deseo aumentó por un sueño que tuvo dos veces. Soñó a la Santísima Niña, que llamándola por su nombre la exhortaba a que promoviera esta devoción diciendo:
“Quiero que se me de culto en mi Infancia,
concederé cuanto se me pida en esta advocación”
         La M. Magdalenita llena de alegría,  manifestó todo a la M. Abadesa,  y le pidió que mandara esculpir una imagen de María Niña para darle culto. Necesitó esperar tiempo para que la M. Abadesa accediera a esta petición, pues necesitaba estar segura que esto fuera voluntad de Dios y además el precio de la escultura le parecía costoso.
             Un buen día en que la M. Magdalenita  se puso a ordenar la habitación en la que se guardaban cosas sin uso, vio la imagen de un
ángel, de unos 40 centímetros de largo y de inmediato descubrió en él, el rostro de la Virgen que se le había presentado  en sus sueños y pensó, que transformándolo un poco, podría convertirse fácilmente en la Virgen Niña.
            Entusiasmada con su hallazgo, le propuso su idea a la Madre Abadesa, quien después de muchos ruegos, accedió a llamar un escultor. El escultor remodeló el ángel hasta convertirlo  en la  Virgen Niña.
            La  M. Magdalenita, llena de amor a la Madre de Jesús, y con inmensa alegría comenzó a dar a conocer la devoción a la Inmaculada Niña, con el nombre de  “Divina Infantita”.
          Sin embargo no todos los fieles y sobre todo algunos eclesiásticos de la Capital Federal vieron con buenos ojos esa nueva advocación de María; la oposición fue tal, que el Sr. Arzobispo de la ciudad de México, se vio obligado a suspender momentáneamente el culto, prohibiendo la veneración de la Santísima Virgen con la denominación de Divina Infantita.
          La M. Magdalenita; no se inmutó ella estaba bien segura de que su inspiración había venido del cielo; recurrió a la Santa Sede; el Papa Gregorio XVI le dio la razón a la humilde religiosa mexicana; aprobó el culto a la Divina Infantita, y lo enriqueció con indulgencias. De 1845 – 1846 aparecen los novenarios, triduos, días ocho y otras oraciones.
        Poco antes de morir, la M. Magdalenita había encargado a otra religiosa de su mismo convento, la M. Guadalupe, que continuara propagando la devoción y culto a la Divina Infantita.
       A pesar de los esfuerzos que  M. Guadalupe, hacía,  para cumplir su promesa,  después de la muerte de la M. Magdalenita, el culto de la Divina Infantita decayó hasta hundirse prácticamente en el olvido a pesar de que se había hecho bastante popular en México a causa de algunos favores verdaderamente extraordinarios conseguidos por su mediación.
       M. Guadalupe tuvo una feliz idea para fomentar el culto: mandó esculpir una imagen más pequeña para que sirviera para las visitas domiciliarias, especialmente para que fuese llevada a los enfermos. El escultor hizo la imagen, pero a M. Guadalupe no le pareció suficientemente bella como para enviarla de casa en casa a fin de ser venerada por las familias; y decidió esconderla en el armario donde ella guardaba su ropa.
           Mientras esta imagencita yacía olvidada en ese armario, el Señor iba  modelando el corazón y los ojos de una mujer destinada a llenar de amor y de arrullos a aquella Virgen Niña que había sido menospreciada por fea, pero que estaba predestinada para imantar los corazones y las miradas de muchos fieles esparcidos por los cuatro ángulos del mundo, que la querrían más que a la niña de sus propios ojos y la arrullarían al compás de los latidos de su corazón. Esta mujer fue precisamente Rosarito Arrevillaga.



M. Ma. Del Rosario Arrevillaga Escalada
“Muy niños nos tenemos que hacer
para entender toda la ternura que encierra
el amor de la Divina Infantita”
“Dios Nuestro Señor nos ha querido dar por Reina a la
Santísima Virgen pequeñita, Niña chiquitita
para que así la veneremos y por su amor nos hagamos niños”
          Ma. del Rosario, nace en la Capital de México en un entorno social de conflicto religioso, cuando eran aplicadas las Leyes de Reforma que dieron paso a la separación de la Iglesia del Estado.
        Sus padres Dn. Marcos Arrevillaga González, “un honrado señor español” y Dña. Guadalupe Escalada Cavallero, “una piadosa señora de Puebla”  forman un hogar cristiano y de sólidas virtudes.
      Al morir la niña anterior a Rosarito, sus padres pidieron a Dios por medio de la Santísima Virgen, que les concediera otra niña. Prometieron levantarse cada día a las tres de la mañana para rezar los quince misterios del rosario y darle este nombre a su hija.

         El  día 12 de noviembre de 1860, nació la niña tan ardientemente deseada,  “la hija del Santo Rosario”, y el día quince del mismo mes, recibe el sacramento del Bautismo en la Parroquia de San Miguel Arcángel.


 
          Por especial don de Dios, nació con un alma inclinada, hacia las cosas del espíritu. Así los ejemplos de vida cristiana, sencilla pero intensa, que le daban sus padres, fueron bien asimilados por Rosarito desde sus mas tiernos años.
          Desde su preparación al primer encuentro con Jesús Sacramentado, quedó cautivada, y se inició en ella, un gran amor a la Eucaristía, y  un intenso amor a Dios y a la Virgen Inmaculada penetró profundamente todo su ser. 
            La piedad infantil de la niña Rosarito revestía unos caracteres cristológicos y marianos muy serios; no se conformaba con el rezo vocal de unas oraciones mecánicamente aprendidas, sino que aspiraba a un encuentro con Dios, a través de una verdadera contemplación.                                                                                      De muy niña se sintió atraída por la Humanidad dolorida de Jesús, por medio de una pintura del Ecce Homo; propiedad de la familia. El amor y comprensión profunda de este misterio de Cristo Redentor creció paralelamente con la edad de Rosarito. La Humanidad de Cristo lleva  por sí misma a la Mujer elegida por Dios desde toda la eternidad para ser su Madre. Bien imbuida desde su más tierna infancia del valor corredentor del sacrificio, lo aceptó cuando éste llamó a sus puertas.
                             
Ecce Homo
Rosarito era de carácter vivo y alegre, tenía apertura, libertad, gracia e ingenio a raudales.
          Su amiga Trini Porta que tiempo atrás frecuentaba a las religiosas Concepcionistas, llevó a Rosarito a visitarlas, cuando apenas acababa de cumplir 19 años.
          Este primer encuentro no tuvo lugar en un convento, sino en una casa particular, pues las monjas vivían exclaustradas, en grupos pequeños, y escondidas por miedo al Gobierno, pues habían sido expulsadas de sus Conventos. Las monjas sólo recibían a personas de gran confianza, como era el caso de Trini Porta.
           Allí contempló por primera vez la imagen de la Divina Infantita, en aquel mismo instante quedó enamorada de Ella para siempre.
              Se arrodilló ante la imagencita y exclamó:




“Así es como llena mi corazón”
 
 


Y desde ese instante una verdadera locura de amor por la Divina Infantita animará a Rosarito hasta el último suspiro de su vida.
 Sus visitas a la casa de las monjas fueron cada vez mas frecuentes para llevar flores y cuidar que siempre estuviera encendida la  lamparita del tesoro de su corazón.

 
 







Regalo de su fiesta onomástica
        En el mes de octubre de 1880, por la fiesta onomástica de Rosarito, se fue a ver a sus amigas, las monjas Concepcionistas, la.        M. Guadalupe que sentía verdadero cariño por Rosarito, le prometió  como regalo aquel objeto que ella misma encontraría envuelto en una tela blanca en el fondo de su ropero.
        Presurosa se fue Rosarito a buscar en el fondo del armario, y cuál sería su asombro al encontrar una imagencita de la Divina Infantita; precisamente aquella imagencita fea que M. Guadalupe no había considerado digna de recibir culto público. Pero Rosarito la veía como la Niña mas hermosa del mundo; y la imagencita que había estado oculta durante años, tendría el culto más espléndido.
       María Niña se convirtió en el imán de todos sus afectos y objeto de todas sus ocupaciones. El Espíritu le dio unos ojos nuevos, una fuerza nueva para penetrar la profundidad de todas las cosas; y esa fuerza no era otra  que la
Infancia Espiritual
 Actitud de espíritu conforme a la cual es preciso morir a todo; y en silencio, en inocencia, en pureza, en sencillez, en pobreza y humildad de corazón esperar y recibir la voluntad de Dios.
            Y vivir día a día en abandono total, sin mirar ni hacia atrás ni hacia delante para, a imitación de la Divina Infantita desde el primer momento de su ser, unirse al Cristo radicalmente anonadado del Evangelio, que se hizo puro vacío de sí mismo para llenarse plenamente de la voluntad de su Padre.
       Aquella Imagen de la Divina Infantita, rechazada por fea, fue la que despertó en Rosarito el carisma que el Espíritu Santo había depositado en su corazón  y que definían desde lo más íntimo de su ser su identidad profunda:
v  de mujer,
v  de cristiana, y
v  de elegida por Dios para hacer una nueva lectura en la Iglesia,  de una página del Evangelio.
             Esta página del Evangelio muestra la benevolencia de Dios para con los niños, los sencillos, los desvalidos, los que no tienen poder de ninguna clase. Porque en definitiva, el mundo no lo conquistan los poderosos sino los que no son nada, los inocentes, los niños, los sin derechos, los pobres y los pacíficos de las Bienaventuranzas Evangélicas. Como era el caso de Rosarito que había vibrado ante lo inocente, lo sencillo, lo puro, lo amable, lo pobre y sencillo que reflejaba aquella imagencita de la Divina Infantita que había sido considerada como inútil, como incapaz para atraer la atención y el cariño de las gentes.
“Si no os hacéis como niños,
No entraréis en el Reino de los Cielos”
(Mt 18,3)
 
 
   
        Mensaje que valió para aquel tiempo y seguirá siendo válido para todos los tiempos, porque no hay nada mas que un Evangelio que vale por los siglos de los siglos; en ese Evangelio de Jesús hay una página que el Espíritu quiso que pusieran de relieve los Fundadores de la Esclavitud de la Divina Infantita, porque en su tiempo no estaba suficientemente explicitada en la vivencia del Pueblo de Dios.
             Rosarito, la mujer adulta que empezaba a ser, al cumplir veinte años, quería permanecer, evangélicamente, niña, para poder dirigirse a su Padre Dios sin más poder ni más fuerza que su desvalimiento de niña, sin otra exigencia que su ternura de hijita que no tiene mas poder ni sabe hacer otra cosa que arrojarse en los brazos de María, pero María Niña chiquita, “en el primer instante de nacida” para que la lleve a Jesús.
              Sería pura disponibilidad en las manos del Padre, siguiendo las huellas de Jesús hecho radical disponibilidad, vaciado de sí mismo, anonadado, para ser radical apertura a la voluntad del Padre; y el máximo Modelo, plenamente humano, totalmente perteneciente a nuestra orilla humana.
          Permanecer evangélicamente niña, comporta actitudes de madurez cristiana, de sabiduría y una capacidad de sufrimiento que están en el polo opuesto del infantilismo.
          Rosarito, descubrió su identidad profunda, y supo también qué tendría que hacer con los dones de naturaleza y gracia, juntamente con el carisma que el Espíritu había depositado en lo mas profundo de su ser, para que redundase en utilidad para la Comunidad del Pueblo de Dios.
          Dio a conocer a María en el misterio de su Infancia, para que se explicitara y visibilizara en una preocupación por los pobres, por los más pobres, como son los niños abandonados.
          Rosarito se convirtió en una auténtica apóstol de la devoción a la Divina Infantita desde una doble vertiente:
v Dar a conocer esta devoción entre los fieles  y ser
v Signo fácilmente visible del amor de Dios por los débiles, los necesitados los marginados; los cuales podrían identificarse más fácilmente con María Niña: los niños pobres y abandonados.
Veinte años después de haber empezado a dar culto a la Divina Infantita, experimenta dentro de sí, que le pedía la edificación de un Templo en el que se le tributara un verdadero culto garantizado por la Iglesia. Rosarito no tuvo mas remedio que embarcarse en tan difícil empresa para complacer a la Reinita de su corazón.
         “Delirando yo por la Santísima Virgen, me robó el alma y todos sus afectos; y trabajé en su culto  por conseguir que los devotos honraran la Inmaculada Concepción en su primer instante; y la quise con tal locura, que cuando todos los días hacía mi oración, le platicaba a Nuestro Señor me diera un pedazo de su mundo para levantarle un Templo, y quería que fuera en el centro de la ciudad”
En su estrechez económica, se vio obligada a pedir dinero: “Empecé a pedirles a las personas que me dieran para comprar un terreno, y todos se reían de mi; ni me decían sí, ni me decían no”
          Tan desanimada estaba, que hasta hizo una novena a la Divina Infantita para que le quitara aquello que sentía: “…cada día estaba como si dentro de un estanque de agua estuviera, con el pensamiento que no me dejaba descansar; repitiendo siempre: quiero Templo, quiero Templo”    
Rosarito hablaba con la Divina Infantita con mucha sencillez y confianza:
               “Tú que eres la Dueña y Señora del Universo, porque eres Madre de Dios; Tú que posees todo lo que El creó, porque lo hizo principalmente para Ti, ¿no has de obsequiarme esos palmos de terreno, ese rinconcito de tu mundo? ¿no me facilitarás todos los elementos que yo necesito para construirte esa casita lujosa en donde te podamos venerar y honrar mejor?”
Rosarito tendrá que valerse de todo su ingenio para llevar la nave del Templo a buen puerto. Aceptó el reto porque, tratándose de algo en lo que estuviera de por medio su amor a la Divina Infantita, no había obstáculo que la detuviera: “…yo con una fe de fiera creí poder abarcar todo , tratándose de mi tesoro que es la Divina Infantita”
Solicitó ayuda de personas que tenían una muy buena condición económica y poder para ayudarla en los trámites de la compra del terreno. Por su parte consiguió inicialmente novecientos pesos, “yendo de casa en casa, a pie, en fuerza de sol y lluvias”
Muchos sufrimientos le costó la aprobación de las autoridades eclesiásticas, para iniciar la construcción del Templo.
              El día 15 de enero de 1900 se puso la primera piedra en una brillante ceremonia presidida por el Ilmo. Sr. Arzobispo.
              Con lluvia o con viento, con frío o con sol, continuaba pidiendo de puerta en puerta hasta el agotamiento físico. Quienes le admiraron su humildad, constancia y amor a la Divina Infantita le llamaban cariñosamente: La pordiosera de la Divina Infantita.
              De esta manera continuó Rosarito la construcción del Templo de la Divina Infantita. A pesar de la generosidad de los fieles devotos de la Divina Infantita, las colectas semanales no siempre alcanzaban la cima del presupuesto prefijado; y esto la ponía en serios aprietos económicos, pero su gran fe y confianza le hacían decir:
 “Mira Niña mía, mándame el urgente socorro que necesito para salir de este grave compromiso, de lo contrario la obra se suspende; Madre mía, yo no quiero que tal cosa suceda. Compadécete de mi, oh Reina de misericordia”.
             El día 29 de agosto, D. Emeterio Valverde, Gobernador de la Mitra, bendijo solemnemente el Templo; y el día 30 se estrenó, trasladando a él la imagen de la Divina Infantita
             El 30 de agosto de 1903 fue realmente un día glorioso para la M. Fundadora, pues fue entonces cuando vio cumplida su ilusión de asegurar el culto a la Reina de su corazón, dotándola de un Templo propio

               
          Con el P. Federico Salvador Ramón, funda el primer asilo para niñas y niños y;  la Congregación de Religiosas “Esclavas de la Inmaculada Niña”,  el 23 de febrero de 1901.
          
El amor más grande de su alma: Jesús Sacramentado.
Después de Jesús, su gran delirio: El amor a la Inmaculada Niña.
Su virtud característica: La humildad.
El secreto de su extraordinario atractivo: Su dulzura.
Su devoción predilecta: El Santo Rosario.
Su pensamiento favorito: “Un día sin grandes tribulaciones es un día                     perdido.
Su vida toda: Un poema que cantó muy alto su amor a             Dios y su obsesión, casi su divina locura por la Santísima Virgen en el misterio de su infancia.
Colmada de gracias y virtudes, la M. Rosarito muere en Fama de Santidad en la Ciudad de México, el día 10 de enero de 1925, Año Santo.
P. Federico Salvador Ramón

En Almería, España,  el día 9 de marzo de 1867, a las doce de la mañana, el nacimiento de un niño alegró el hogar del matrimonio compuesto por D. Federico Francisco Salvador y Dª Francisca Ramón. A los tres días lo bautizaron en la Parroquia de San Sebastián de Almería.


 
                                 El niño, empezó a crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. El crecimiento en gracia, durante algunos años, hasta que alcanzó el uso de razón, sería exclusivamente don de Dios, consecuencia del germen cristiano injertado en él; después también seguirá siendo don de Dios, pero ya se necesitará la cooperación humana; la cooperación de Federico será constante, como fruto de un alma naturalmente buena ayudada por el esfuerzo personal, siempre necesario, y la colaboración de sus padres y maestros, hasta el punto de que se llegará a decir de él que no perdió nunca la gracia bautismal. Su infancia  se desarrolló en un hogar feliz, base que propició su educación humana y cristiana,  a pesar de que nació en vísperas de la Revolución política y social, sus primeros ocho años de vida en nada afectó el espíritu cristiano de la familia. Sus padres le enviaron a las Escuelas de D. Enríquez Cabeza y de D. Felipe Navarro.
               Concluidos los estudios primarios a los nueve años, con el consentimiento de sus padres, se colocó en plan de interno, en casa de un comerciante, quien le proporcionó sufrimientos de toda clase.                        Allí permaneció por espacio de dos años sufriendo en silencio, pues el objeto era ayudar a su familia, hasta que un buen día lo encontró su padre por la calle con la cara amoratada por las bofetadas que le había propinado su tiránico patrón.
¡Alma forjada desde la primavera de su vida a fuerza de humillaciones y dolor!
 
                  Su padre, de inmediato le sacó y lo colocó bajo la dirección del gran calígrafo D. Manuel Arnés a fin de prepararse para la carrera de Telégrafos. El maestro, al darse cuenta del gran talento del nuevo discípulo aconsejó a su padre que lo orientara hacia otra carrera más elevada.
                 Federico ingresó en el Instituto de Almería. En 1879 hizo el examen de ingreso y obtuvo la nota de aprobado. Pero decidió prepararse mejor, durante un año. Con este gesto verdaderamente inusual entre los niños de su edad, da muestras de su adultez y una madurez humana impropias de sus años. En 1880 nuevamente se examina y obtiene la calificación de sobresaliente. Con esta calificación realiza la Enseñanza Media, terminando un Bachillerato brillantísimo. Además en cada asignatura obtenía premio, por lo que en 1881, con motivo de ayudar a la familia, solicitó y verificó oposición a premios pecuniarios, y el Claustro académico, a propuesta del tribunal, le concedió el premio o pensión, la que recibió hasta el año 1883.
                 En el verano de 1885 se produjo en Almería una epidemia de cólera, de la cual enfermó gravemente su madre. Federico con gran solicitud la atiende y se contagia; éste, por su fortaleza física, se curó plenamente, pero su madre quedó muy debilitada y muere el día 26 de enero de 1886.
                El día 6 de junio, Federico finalizó el Grado de Bachiller con la nota habitual de sobresaliente.
                El Director del Instituto que era, al mismo tiempo, profesor del Seminario, le aconsejó a su padre que acudiera al Sr. Obispo D. José Orberá para que le diera alguna recomendación que le posibilitara a su hijo el ingreso a la Universidad de Valencia. Era fama en Almería que su Obispo, querido y admirado de todos por su trato sencillo y afable, recibía en su Palacio con especial cariño a sus diocesanos más humildes. Padre e hijo acudieron a la audiencia solicitada. El Obispo gran discernidor de espíritus, apenas lo vio le dijo sin rodeos de ninguna clase:
“No te vas a ninguna parte. Te quedas aquí en el Seminario. Y si quieres fumarte un cigarrillo, te vas a tu cuarto, te lo fumas y ¡en paz!”
                Federico era un joven piadoso ciertamente, pero nunca se había planteado la posibilidad de ser sacerdote; tanto menos cuanto que, desde hacía algún tiempo, salía con Pepita, una joven a quien cortejaba.
                Por eso, ante la propuesta del Sr. Obispo, Federico, atento a los ojos episcopales cuando veía que miraban hacia otra parte, hacía guiños a su padre para que abreviara la visita.
                El Sr. Obispo, alargó la audiencia más de lo habitual. Poco a poco fue captando la atención del joven, quien no dijo nada, pero lo cierto es que su alma quedó tocada por Dios en aquella conversación.
Apenas abandonaban el Palacio episcopal, Federico le dice a su padre: “¿Sabes que voy a ser cura…?
             Su padre, que aunque no le disgustaba la posible vocación eclesiástica, tampoco quería forzar la voluntad de su hijo, por lo que le responde: “No, hijo, no. ¿Porqué has de serlo si no tienes vocación?”
               El joven Federico estaba ya muy seguro de su vocación. Al llegar a su casa le dio la noticia a su buena madre, quien rompió a llorar de alegría. Ella no lo verá sacerdote, porque murió a los pocos meses, pero lo dejaba bien encaminado hacia esa meta.
             Ahora había que darle la noticia a su novia Pepita. Se presentó, como de costumbre, en su casa; y, apenas lo habían invitado a sentarse, cuando con toda sencillez y sinceridad, para que no hubiera lugar a equívocos, dirigiéndose a ella, dijo: “Quédate con Dios; he pensado ser cura; adiós”. Y se marchó.
          La vocación sacerdotal no es algo que el hombre pueda darse o quitarse de encima sin más. La vocación al sagrado ministerio es exigente. Federico se declaró disponible inmediatamente. El cambio de ruta en su navegación fue casi repentino. Escuchó el llamado con toda claridad en el Palacio episcopal de Almería, y respondió con prontitud y con plena disponibilidad a los designios de Dios sobre él.
          Desde 1886 a 1892, cursó Federico los estudios eclesiásticos.           Durante sus años de seminarista, cultivó con esmero el arte literario; encontró allí un ambiente propicio para el cultivo de las letras y de las artes.
          Antes  de concluir los estudios eclesiásticos, ya formó parte del Claustro académico del Seminario; hecho verdaderamente notable que supone, por una parte, su dominio de las Matemáticas; y, por otra, su gran capacidad intelectual, porque tenía que simultanear los estudios de Teología sin la mas mínima concesión por parte de sus profesores; y desempeñó ambos cometidos con pleno éxito, como lo atestiguan  las altísimas calificaciones que obtuvo, curso tras curso.                El 20 de septiembre de 1889 fue nombrado oficialmente Catedrático de Matemáticas, cargo que continuó desempeñando después de su ordenación sacerdotal, hasta que se marchó a Roma en 1896.
           Era un artista de la palabra. El P. Federico “tenía fe en la fuerza apostólica de las formas poéticas y así vinieron a fundirse en una sola sus dos grandes vocaciones: la sacerdotal y la literaria, siendo la segunda fidelísimo y eficaz instrumento de la primera”.
          Sus años de seminarista se caracterizaron por una vida de profunda piedad, centrada especialmente en la Eucaristía y en la devoción a María Inmaculada; la mortificación, la guarda de los sentidos, y las prácticas ascéticas tradicionales,  estuvieron muy presentes en esta etapa de su vida. Federico gozaba  de gran consideración entre sus compañeros de seminario, no sólo por su aguda inteligencia, sino, sobre todo, hasta por su fama de santidad, que se irá incrementando con el tiempo.
          Esta vida de piedad tuvo momentos de especial intensidad a medida que se iba acercando la meta soñada  del sacerdocio. Llegó el gran día de su ordenación sacerdotal, el 20 de diciembre de 1890, en la Iglesia de Santo Domingo, en la misma ciudad de Almería.
           El día 29 de septiembre de 1891 fue designado Capellán del Convento de la Inmaculada de Almería  y a los pocos días, el P. Federico tomó posesión del mismo.
            Vivía modesta y austeramente en la habitación destinada al portero de las monjas. Le pasaban la comida del convento; y él la compartía con frecuencia con los pobres. Esta humilde habitación fue escenario de rigurosas penitencias y de muy especiales favores del cielo. Simultáneamente atendía el trabajo de Capellanía, el desempeño de las clases de Matemáticas, y profundización en los estudios teológicos. Se presentó a examen para conseguir la Licenciatura en Sagrada Teología en la Universidad Pontificia y Real Seminario de San Cecilio de Granada, el día 4 de septiembre de 1894 y logró el mas rotundo éxito: “fue aprobado con la censura de Némine discrepante y el mismo día recibió la investidura”.

Nacido para la Esclavitud
          El Señor lo iba trabajando interiormente sirviéndose, en buena medida de la M. María de Jesús.
            Es significativa esta anécdota: Un día de la Inmaculada en el que tenía que celebrar la Eucaristía a última hora de la mañana, se puso a conversar con la M. María de Jesús, que se hallaba al otro lado del torno de la sacristía, y le manifestó las ansias que tenía de fumar. La buena sacristana, en un arranque de valor, inspirada quizá por el Señor, le dijo sin mayor rodeo:
“¿Y no lo dejaría Usted por la Santísima Virgen?
            La Madre se refería solamente al cigarro de aquel momento; pero el P. Federico hizo una opción radical. En un arrebato de amor a la Santísima Virgen, le contestó a la M. María de Jesús: “¡Por Ella todo!”  Y dejó de fumar para siempre.
            De este modo, con pequeños y grandes sacrificios, con fáciles y difíciles renuncias, el Señor, por medio de María Inmaculada, lo iba preparando paulatinamente para su anonadamiento radical; para entregarse y perderse totalmente en el océano insondable de la sagrada y amorosa voluntad de Dios. El día clave de su vida no tardó en llegar.
           Fue el día 28 de abril de 1895, fiesta del Buen Pastor, recibe de Dios, la gracia carismática vocacional en la que se sintió llamado  por Dios para realizar una función específica en el Pueblo de Dios.
            Esta fue la  experiencia mística que el P. Federico tuvo en aquella fiesta del Buen Pastor. La relata él mismo en sus apuntes biográficos:
“¿No fuiste Tú por ventura, Señor, el que al contacto de tu suave mano de Buen Pastor, me atrajiste hacia Ti? ¿No curaste mis heridas y corrompidas llagas y lavaste cariñoso las múltiples miserias de mi corazón con la Sangre Preciosa  que brotaba de tu Mano divina, agujereada por el punzante clavo de mis negras ingratitudes?
… Tú viniste a buscarme, Pastor Santo; bajaste hasta lo ínfimo de mi pecado, y me elevaste a lo supremo de la gracia”
           Esta gracia carismática, cambió por completo toda su trayectoria existencial. Ha conocido lo que es él y lo que es Dios; y lo que Dios quiere de él. En esta experiencia mística, el P. Federico, descubre “la gloriosa servidumbre de los hijos de Dios”  El Espíritu, con su luz admirable, había  iluminado al P. Federico esta página evangélica a fin de que él, después, la iluminara, a su vez, para todo Pueblo de Dios; porque responde a una peculiar necesidad o urgencia existentes en la Iglesia o en la sociedad.
           Los modelos de esa página evangélica que Dios propuso a la humanidad de todos los tiempos, son Jesús y María. En efecto, en el misterio de su anonadamiento; es decir, en el misterio  de su “gloriosa servidumbre” respecto de Dios Padre, Jesús y María son los modelos que el P. Federico,  por iluminación del Espíritu, propuso como remedio a la falsa libertad y a la falsa pretensión de independizarse totalmente de Dios, que proponían el Racionalismo ilustrado y el Modernismo.
Desde esa página del Evangelio releerá toda la Palabra de Dios que serán los acontecimientos, grandes y pequeños de su historia personal. Tendrá que vivir única y exclusivamente desde ese plan de Dios, desde esa “gloriosa servidumbre de los hijos de Dios”, y por consiguiente, pendiente en todo, como el más humilde de los esclavos, de la voluntad salvífica de Dios, como el remedio específico suscitado por el Espíritu en aquella concreta coyuntura histórica, pero válida también para todos los tiempos.
          Pero, al lado del Divino Pastor, está siempre la Divina Pastora. María conduce siempre a Jesús: y todo su trabajo consistirá en configurar a quienes se le entregan incondicionalmente, con la imagen que Jesús transmite de sí mismo en todas las páginas del Evangelio.
           La acción maternal de María es una réplica de la acción salvadora de Jesús y el P. Federico también vive esa preciosa acción maternal de María y se expresa así:
 “Me parecía sentir, Pastora Divina de mi alma, que Tú me colocabas como el pequeñuelo hijo de tus amores, en tu blando regazo maternal (…) ¡Cuántas veces sentí que tus manos purificaban más y más mi alma y arrancaban con ternura, de mi corazón de carne, sus menguados afectos y sus inmundos apegos(…) y así levantándome en los brazos de tus amores, hacías del hombre terreno, un hombre celestial”
          Nadie puede explicar, ni siquiera él mismo, lo que el P. Federico experimentó en el fondo de su alma durante el mes de mayo. Solamente Ella, la Santísima Virgen María, pudo saber lo que le hizo sentir, pensar y amar en el recogimiento de aquella capillita del Convento de la Inmaculada de Almería.
            El había descubierto su vocación y su misión. Sabía que tenía que ser esclavo. Esclavo de Jesús; Esclavo de María para así llegar a ser más perfecto Esclavo de Jesús. Desde entonces conocía ya su identidad profunda; era siervo, esclavo, hombre anonadado, en seguimiento de Jesús y a imitación de María la fiel Esclava del Señor; pero todavía no sabía qué hacer, ni cómo hacer. También él, como María, la Esclava del Señor, quedó turbado.
El 13 de mayo de 1895 en la iglesia de las Madres Concepcionistas, se puso una cadenita al cuello como signo de su condición de Esclavo de la Inmaculada
El P. Federico, como todos los personajes bíblicos que han sido llamados por Dios para una gran misión, al principio se resistió porque se consideraba incapaz de semejante empresa (cfr. Ex 3,11; Jc 6,15; Isaías 6, 5-7; Jr 1,6) El experimentó la misma inutilidad para llevar a cumplimiento la obra del Señor:
“Pero el que acababa de salir de la abyección del pecado, el que a la sazón era un niño de 28 años, si mal no recuerdo, imposible que tuviera alientos para pensar que Dios quisiera valerse de él para llevar a feliz término tan gigante empresa”
Lo que no es la Inmaculada Niña
Y sus cosas, todo me parece insípido y desabrido.
Para Ella todo mi ser y mi vida,
Y si un solo instante he de dejar de ser
El mas fiel de sus esclavos
Mil veces muera.

 
El P. Federico, después de identificarse plenamente con esa Palabra de Dios, se propuso empezar a trabajar de inmediato.
“Ningún sacrificio propio me parecía suficiente y todo esfuerzo me parecía escaso para ponerme en condiciones de servir con voto de obediencia a los Obispos y Párrocos, y acomodar a esta servidumbre de divinos amores el dulcísimo nombre de Esclavo de la Inmaculada. Nada podré yo hacer, me decía, por otra parte, a mí mismo, para realizar la Esclavitud”
          Y Dios que dirige la gran historia del mundo y la pequeña historia de cada uno de los hombres, escribió rectamente sobre líneas torcidas.
          Para ser Esclavo de la Inmaculada,  él pensaba que necesitaba un hombre “que capitaneara la empresa”.  Por eso busca de inmediato al hombre al que someterse para hacer la voluntad de Dios. Inicialmente pensaba que su vocación era ser Esclavo de la Inmaculada en alguna Orden religiosa.
           El P. Federico, después de muchos avatares en su vida, entra a la Institución: La Hermandad de los Operarios Diocesanos. En la festividad de la Asunción de María, se consagró Operario Diocesano.
Dios se sirvió de ellos para conducirlo lejos, muy lejos, donde él se hallaría de nuevo consigo mismo, con su identidad profunda de Esclavo de la Inmaculada.
           Fue destinado a Roma, Italia, como Vicerrector del Seminario Español en el año 1897. Después de 2 años en el Colegio Español de Roma, fue destinado a México, donde lo esperaba el Señor para clarificarle definitivamente el cauce a través del cual tendría que discurrir su identidad profunda de  Esclavo de la Inmaculada.
            El P. Federico llega a Veracruz, acompañado de otros tres Sacerdotes Operarios, el día 24 de Diciembre  de 1898 y el día 25 salieron para México a donde llegaron a las 7 de la tarde.
            De inmediato se dio a la tarea de entrevistarse con las autoridades eclesiásticas.
              Trabajó también en que les fuera concedido atender el Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús. El domingo 9 de julio, el P. Federico y D. Vicente B. Nadal tomaron posesión de tan espléndida Iglesia, en nombre de la Hermandad de los Operarios Diocesanos. El culto litúrgico mejoró de inmediato la noche del 15-16 de julio, celebraron la primera vela nocturna del Santísimo Sacramento; y el día  16, fiesta de la Santísima Virgen del Carmen.
              El propio Fundador, Don Manuel Domingo y Sol, lo encaminó hacia las tareas de la evangelización directa del Pueblo de Dios. “El empleo que me da D. Manuel en México es el de Caballero andante”
            A petición del Sr. Obispo de Cuernavaca,  dirigió en esta ciudad, Ejercicios Espirituales a 20 seminaristas.
            Desde finales de abril de 1899 hasta el 1 de enero de 1900, recorrió el Estado de Guerrero, de pueblo en pueblo, como un verdadero “Caballero andante de la Palabra de Dios”  
             El P. Federico se había encontrado a sí mismo en su identidad más profunda de Esclavo de la Inmaculada al servicio directo de la Palabra de Dios.
             “Mi predicación debió ser semejante a un torrente que se desborda, represada dentro de mí el ansia de predicar a los pueblos, como apóstol, desde aquel día venturoso del Buen Pastor de 1895, hasta este tiempo, últimos días del mes de abril de 1899, no había podido yo romper la presa que contenía mis apostólicos deseos. Cuánto prediqué y con cuánto fruto. Todos los sacerdotes de Chilapa, incluso el Sr. Obispo, cogidos a las redes, no podían soportar tanto peso. Así me embriagaba Dios en el amor de las almas. Gracias Dios mío. Movido por tales resultados sin duda el Sr. Obispo determinó llevarme a misionar por los pueblos de su Diócesis”
             El P. Federico regresó a México para tomar posesión el día 8 de julio, de la Iglesia de San Felipe de Jesús. En obediencia a lo dispuesto por D. Manuel, se limitó a celebrar la Eucaristía y a confesar “algunas personas… que fueron mi primer pequeñito rebaño, entre las que se contaba la que después fue la primera en seguir a la santa Fundadora de la Esclavitud”
              En los últimos días de octubre, regresa a la Misión  de Guerreo, y el día 31 de diciembre sale rumbo a México, destinado a formar parte de la comunidad  del Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús.
              “La vida apostólica no es vida de bromitas, así que no sé qué sería de mí el día de la Ascención, puedo asegurarle que tenía los huesos molidos”
              Se dedicó en cuerpo y alma a las tareas pastorales : “Trabajamos como el que estrena sus fuerzas, en la primera lucha después de haber deseado la hora del combate”      
              En junio de 1900 tenían ya “ ocho horas diarias a N. Divino Jesús Manifiesto y ocho noches de velación mensual”
               Su trabajo mas absorbente era el culto litúrgico en el Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús aunque no era menos importante su dirección espiritual en el confesionario. Pronto se hizo famoso en los ambientes mas espirituales de la Capital Federal el cura español que confesaba en San Felipe; y fueron las gentes que él dirigía quienes empezaron a hacer correr su fama de cura santo.
                 En los primero días de enero, estando de visita en casa de una de las familias más distinguidas de la Capital, oyó
“hablar por primera vez de la Divina Infantita, imagen en cuyo honor debía levantarse un templo y cuya primera piedra sería bendecida con extraordinaria solemnidad el día 15 del mismo mes de enero por el Ilmo. Sr. Arzobispo de México”

Encuentro con Rosarito
                    Rosarito estaba pasando por momentos difíciles: las obras del Templo de la Divina Infantita estaban a punto de paralizarse por falta de recursos económicos porque las limosnas habían disminuido de un modo alarmante.
                  Su confesor, el P. Antonio Paredes no aprobaba la inspiración de fundar un asilo para la niñez abandonada. Sin embargo, Dios Nuestro Señor y la Inmaculada Niña le insistían en la necesidad de esta obra, una y otra vez, siempre que se ponía a la escucha de su palabra en la oración.
                  En situaciones así, Rosarito se desahogaba con alguna de sus grandes amigas y devotas de la Divina Infantita. Visitó a la Familia Escandón: Lolita Escandón de Rubín y Lupita Escandón y Arango que la consolaron como pudieron y le aconsejaron que consultara todos los asuntos que agobiaban su conciencia, con el P. Federico Salvador, uno de los sacerdotes españoles encargados del Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús, que gozaba ya de un gran prestigio como Director espiritual. Sus propias amigas le facilitaron el primer encuentro.
                 El P. Federico era conocido de la Familia Escandón, a la que visitaba con frecuencia por asuntos del culto del  Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús. El día señalado para la visita, 11 de marzo, se presentó Rosarito en casa de las Escandón, antes de que llegase el P. Federico. Cuando éste llegó, se la presentaron como la propietaria de la milagrosa imagen de la Divina Infantita, respondiendo él que ya había oído hablar, no sólo de algunos hechos portentosos de la Imagencita de la Virgen, sino también de las hazañas de su dueña. El P. Federico, hizo una breve reseña de este primer encuentro:
“me habló de su imagen y me invitó para que fuera a visitar a la Divina Infantita”
                   No volvieron a encontrarse hasta el día 2 de mayo que acaeció casualmente en la calle. Rosarito  por segunda vez lo invitó a visitar la imagen de la Divina Infantita; y él se presentó aquella misma tarde en su casa.
               Él mismo relata la impresión que le produjo aquel primer encuentro:
              “¡Qué pobre era aquella vivienda que albergaba a la Divina Infantita! Esto no obstante en la pieza que ocupaba la graciosa imagen, se notaban algunos rasgos de la grandeza que la apóstol de la Divina Infantita quería dar a tan excelsa Reina. Frente al altar que era sencillo, había un rico ropero, que guardaba los preciosos trajes, con biombos bordados formaban un corredor que daba acceso a una recámara; en este corredor estaba colocado el histórico piano de la Pordiosera de la Divina Infantita.
                Mientras yo de rodillas oraba ante aquella rica imagen cargada de exvotos fabricados de perlas y diamantes, la entonces Srta. Arrevillaga tocaba el piano. Cuando terminé mi oración y me acerqué a la dueña de la imagen, dice ella que le dije: “Ruegue Ud. Para que los Operarios se encarguen de la Divina Infantita”
                Rosarito intuía que él era un auténtico enviado de Dios para la pacificación de su espíritu, puesto que su Director, el P. Antonio Paredes no comprendía los impulsos que ella recibía de lo alto.
               Por primera vez se acercó al confesionario del P. Federico en la Iglesia de San Felipe. Le expuso con absoluta sencillez la situación de su conciencia y el modo cómo era tratada por su Director espiritual el P. Paredes; pero con gran dolor escuchó de labios del P. Federico que no la podía aceptar como dirigida espiritual, porque le parecía una usurpación respecto al P. Paredes.
                El P. Federico se percató desde el primer momento de los quilates de virtud y de santidad que atesoraba aquella alma, y de buena gana hubiera aceptado su dirección; él mismo confiesa en su autobiografía: “yo deseaba y esperaba que llegaría el tiempo,  en que esta alma enamorada de la Divina Infantita sería mía”
               Hubo de pasar casi ocho meses, para que el P. Federico aceptara a Rosarito como dirigida espiritual. Respecto al incremento  del culto de la Divina Infantita, colaboró con ella todo lo que pudo desde la ceremonia del 31 de mayo celebrada en su propia casa y la Misa solemne que clausuraba la Novena de la Divina Infantita el día 8 de septiembre de 1900, celebrada en la Parroquia de San José. Rosarito invitó a Dn. Sebastián Bover para que cantara la Misa y al P. Federico para que predicara el sermón. Fue precisamente entonces cuando él dijo por primera vez:
                 “Que no había inconveniente en que existiera una familia religiosa que honrara la niñez de María, cuando las había para tantos otros misterios de la Señora”
                 Ocho meses tenía que sufrir Rosarito a causa de la incomprensión de su Director espiritual y la negativa del P. Federico a recibirla como dirigida suya, pero el Señor, que aprieta pero no ahoga, encontró la manera de solucionar el caso. Por una parte el Señor le inspiró a Rosarito que se presentara en el confesionario sin darse a conocer; y, por otra parte, simultáneamente, el P. Federico que no estaba menos atribulado ante la alternativa de aceptar o rechazar a Rosarito como dirigida, consultó el caso con el P. Antonio Rodríguez, Superior de la Comunidad de Operarios de San Felipe, quien le sacó de dudas con este consejo: “Si viene a Ud. la de la Divina Infantita sin darse a conocer acéptela desde luego como su dirigida”  Así sucedió y así lo hizo.
                 La Corte de la Divina Infantita, fundada por las Madres Reparadoras, entró en crisis porque un sacerdote, por motivos que se desconocen, predicó contra la Divina Infantita. El Sr. Leopoldo Ruiz y Flores, Abad de la Colegiata de Guadalupe, con la anuencia del Sr. Arzobispo propuso al P. Federico que se hiciera cargo de la mencionada Corte de la Divina Infantita, y él aceptó con el permiso del Director Diocesano de los Operarios, Dn. Sebastián Bover, sin cuya autorización jamás aceptaba tarea pastoral alguna.
               Cuando el P. Federico se encaminaba por primera vez a desempeñar  su cometido de Director de la  Corte de la Divina Infantita, experimentó en su interior que algo nuevo empezaba para su vida y para su ministerio:
“…mi alma reconocía que aquel era el principio de mis luchas por la Inmaculada. Tú quieres Reina mía que yo empiece a trabajar por Ti, en lo ínfimo me gozo en el principio y te pido que no me niegues tu bendición”.
                                Para Rosarito, su única preocupación en los últimos veinte años, había sido la propagación de la devoción y culto a la Divina Infantita. Cuando ya el Templo estaba en construcción, la Divina Infantita empezó a despertar en Rosarito una preocupación por la niñez abandonada; es decir, después de que ella se había consagrado en cuerpo y alma a proporcionarle una Casa a la Niña desvalida, ésta le hizo comprender que su amor por Ella no debía terminar en el culto a su imagencita, sino en la preocupación por quienes son su verdadera imagen: las niñas y niños desvalidos, marginados  y abandonados.
                Rosarito, en su continuo peregrinar por las calles en busca de limosnas para la construcción del Templo de la Divina Infantita, había visto a muchas niñas y niños abandonados, a causa de la orfandad o de la pobreza de sus padres. Un buen día el Señor le abrió los ojos del alma hacia la infancia abandonada. Contempló a la vera misma de su puerta el espectáculo lacerante de unas niñas medio dormidas de inanición.
               Comenzó a percatarse de que el mejor modo de honrar a María en su Infancia, sería mostrar un amor efectivo hacia la niñez desvalida. La atención y el cuidado espiritual y material de quienes eran la imagen viviente de su Reinita, suscitó en ella el firme deseo de dar cobijo a las niñas y niños abandonados.
                 Rosarito consultó y se sometió al consentimiento de todas las autoridades eclesiásticas.
                 En unas cuantas líneas resume el P. Federico las dificultades que tánto él como Rosarito tuvieron que pasar para llegar al momento de sembrar juntos aquel insignificante grano de mostaza evangélica del primer Asilo de la Divina Infantita:
                    “ Después de las consultas e indecisiones propias del que deseando hacer maravillas apenas puede decir que quiere hacer lo mas pequeño...el día 15 de noviembre de este año 1900 recibimos en aquella pobrísima casa del número7 de la calle Verde, la primera niña  del incipiente asilo de la Divina Infantita”.
                      Entre las muchas dirigidas que tenía el P. Federico Salvador había dos que sentían una llamada interior a consagrarse al servicio de la niñez abandonada. 
El 27 de noviembre del año 1900 “recibió Rosarito, la escogida para Madre de la Esclavitud, a la primera joven que había de ser la primera hija de tan santa Madre”

Antes del 15 de enero llegaron otras tres. Con estas cuatro aspirantes ya se podían hacer planes para la fundación de la Congregación de las Esclavas de la Divina Infantita.
El P. Federico, como Fundador,  pidió todos los permisos a sus Superiores de los Operarios Diocesanos y obtuvo el asentimiento de ellos.
               La ceremonia tuvo lugar en la casa de Rosarito y fue muy sencilla. Estaba en pleno la presencia de la Comunidad de los Operarios Diocesanos que regentaban el Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús. Como testigos de la siembra de aquel grano de mostaza en el surco de la Iglesia.
             Se levantó Acta de todo lo que aconteció en la habitación-Capilla que albergaba la imagen de la Divina Infantita.

La Congregación de Religiosas Esclavas de la Inmaculada Niña recibe la aprobación Pontifica y el Decreto de Alabanza otorgada por S.S. el Papa Juan XXIII, el día 1 de mayo de 1963.

Actualmente las Religiosas Esclavas de la Inmaculada Niña, continúan la Misión Evangelizadora de Cristo en la Iglesia, según el Carisma que recibieron de Dios, el P. Federico Salvador Ramón y la M. RosarioArrevillaga Escalada, impulsando la promoción humana y la formación integral, moral y cristiana en Centros de Enseñanza y lugares de Misión en diferentes paises:

México.
Argentina.
Brasil.
Estados Unidos de Norteamérica.
Italia.
España.
Marruecos.
Nicaragua.
Costa Rica.

           Bibliografía:                   
(Historia de de las Esclavas de la Inmaculada Niña  Divina -Infantita-  P. Jesús Alvarez Gómez CMF)
Constituciones: Esclavas de la Inmaculada Niña