jueves, 28 de febrero de 2013

Una vida de Santidad



Estamos ante un hecho histórico que trascenderá, que muchas generaciones recordarán....

Recuerdo un pensamiento de nuestro Padrecito Fundador donde dice "que la vida de los Santos esta fundada en la vida contemplativa", y al ver este hecho, me da la certeza que SS. Benedicto XVI, se retira a servir a la Iglesia y a sus hermanos desde su propia realidad.
¿Será que nos este mostrando el camino que debe seguir el cristianismo actual?, la verdad creo que sí, también como dice NPF la vida de oración, de sacrificio, de humildad, de amor es la que nos llleva de la mano para alcanzar la Santidad. y hoy se me hace presente esté pensamiento:

"Toda la vida de los Santos está fundada en la vida contemplativa, es imposible por lo tanto prescindir de ella si queremos ser santos, pero esto no quiere decir que hemos de tener todos, vida contemplativa exclusivamente, pues sobre la vida mística que es a la que Dios te llama, amas la vida interior porque es la base de la vida activa, pero no porque el Señor quiera que te quedes en esta vida. 


Es para que formes en tu corazón fuego de amor divino y alentada por El vuelvas en finezas los sacrificios que proporcionan la vida activa, salvando almas" (de NPF)

Al comparar a estos grandes hombre con un sentido de hermandad, de humildad, de sencillez, de amor, de servicio, de amor; me llama la atención que no se equivoca Dios a través de los hombres que ha elegido. El Señor llama al que Él quiere, lo capacita y lo manda a ser luz en medio de una humanidad lastimada, pisoteada, menospreciada.

Gracias Dios Padre, por que a través de estos profetas nos hablas, nos mirás y nos sostienes; porque a través de ellos, nos muestras la cercanía con la que nos miras, nos amas y nos invitas a volver a ti.

Muchas gracias Señor Jesús, porque hoy de nuevo permites que halla un periodo de renovación dentro de tu Iglesia, porque sabes que nuestra fragilidad humana sobresale muchas veces a tu voluntad Divina, sin embargo, le vuelves a preguntar a Pedro: ¿me amas?, y la respuesta es "Sí, tú sabes que te amo". Haz Señor que seamos dóciles a tus palabras, haz que seamos portadores de esperanza, iniciadores de una nueva humanidad, que te llama y está anciosa de Tí.

Espíritu Santo, ilumína a los Cardenales, y dales la sabiduría necesaria para que escojan a un hombre capaz de llevar a los hombres hacia Dios, un hombre de oración, un hombre que nos muestre el rostro de Dios, y que sea capaz de reconocer al hombre triste y desolado, al hombre que sufre, al hombre que siente y vive la discriminación, al hombre que su dignidad esta pisoteada.

Santa María, intercede por nosotros para que sigamos tus caminos, y haznos capaces de volvernos uno, como el Padre es uno contigo.

A orar por nuestro nuevo pontífice!!!

viernes, 22 de febrero de 2013

112 ANIVERSARIO DE LAS ESCLAVAS Y ESCLAVOS DE LA INMACULADA NIÑA



 Esperando que Dios Nuestro Señor nos bendiga hoy y siempre; y que María Niña este presente en su corazón.

 Les queremos comunicar que el dia de hoy, estamos de fiesta, ya que celebramos un ANIVERSARIO más congregacional. Mandamos a felicitar a nuestras hermanas en congregación en los distitntos puntos cardinales.

 Hace más de 112 años, empezó la gran obra de Dios: LA ESCLAVITUD DE LA DIVINA INFANTITA; les dejamos este fragmento para que, recordemos o conozcan (cual sea el caso) los inicos de Nuestra amada Congregación. Está tomada de la Historia de la Congregación del P. Alvarez (+)

La primera vez que el P. Federico lanzó la posibilidad de que existiese una Congregación religiosa, dedicada a la Divina Infantita, fue en el sermón que le encargó Rosarito con ocasión de la Misa solemne del día 8 de septiembre de 1900, fiesta de la Divina Infantita, celebrada en la parroquia de San José. El pensaba, y así lo expresó, que no existía inconveniente alguno para que se fundase una Congregación religiosa dedicada a honrar la niñez de María , puesto que ya había innumerables Congregaciones religiosas dedicadas a muchos otros misterios de María .
Esa idea fue el primer impulso, tanto para Rosarito como para el propio P. Federico, que puso en movimiento "la Obra de la Esclavitud" . Ambos vieron en ello la voz de Dios que los llamaba a dar vida a una nueva familia religiosa.
Para el cuidado y la atención de las niñas del Asilo, Rosarito quiso contratar a alguna persona por dinero. Pero el P. Federico pensó desde el primer momento que no sería lo mismo el cuidado y solicitud que tendrían de las niñas unas jóvenes a sueldo en pesos contantes y sonantes, que otras jóvenes a sueldo de caridad cristiana y de amor desinteresado y oblativo, propio de almas consagradas al Señor y al servicio de sus hermanos por los votos religiosos . Es decir, había que fundar una Congregación religiosa cimentada en el amor a la Divina Infantita, que garantizase definitivamente la permanencia del Asilo. El carisma religioso de los Fundadores no se identifica con la necesidad de atender a unos niños abandonados, sino que esos niños abandonados les sirven a ellos de despertador del don del Espíritu que llevan dentro. El carisma religioso no se confunde con unas obras sino que se expresa y se visibiliza a través de unas obras.
Entre las muchas dirigidas que tenía el P. Federico había dos que sentían una llamada interior a consagrarse al servicio de la niñez abandonada; les habló, y aceptaron formar parte de la Congregación aunque por entonces no estaba aún muy bien perfilada . El 27 de noviembre del año 1900 " recibió (Rosarito), la escogida para Madre de la Esclavitud, a la primera joven que había de ser la primera hija de tan santa Madre" .
Antes del día 15 de enero de 1901 llegaron otras tres. Con estas cuatro aspirantes ya se podían hacer planes para la fundación de la Congregación de las Esclavas de la Divina Infantita. Pero de estas cuatro primeras aspirantes solamente dos llegaron a tomar el hábito el día de la fundación: Maura González y María Félix Rodríguez, las otras dos no fueron capaces de soportar el sacrificio que imponía la consagración al servicio desinteresado de las niñas del Asilo y las exigencias de la vocación religiosa.
En un asunto tan delicado y de tanta trascendencia como la fundación de una nueva Congregación religiosa, el P. Fundador no quiso proceder solo por su propia cuenta, sino que en todo pidió la autorización de los Superiores de la Hermandad de los Operarios Diocesanos; y nada hizo sin consultarles, como se puede deducir fácilmente de las actas fundacionales firmadas por todos los componentes de la Comunidad de San Felipe de Jesús, y avaladas por el asentimiento de D. Manuel Domingo y Sol, expresado en varias cartas en las que contestaba a las informaciones que le daba y a los permisos solicitados por el P. Federico .
Poquito a poquito, como quien no quiere hacer demasiado estruendo, o "jugandito, jugandito" , como dice el P. Fundador, llegó el gran día de inaugurar pública y solemnemente el Asilo de la Divina Infantita, y de poner los primeros cimientos de la tan deseada Congregación de Esclavas de la Divina Infantita" el día 23 de febrero, sábado y fiesta de San Pedro Damiano, hemos dado a dos jóvenes que ya viven con Rosarito el hábito de la Divina Infantita" .
La ceremonia tuvo lugar en la casa de Rosarito, y fue muy sencilla. Resaltaba la presencia en pleno de la Comunidad de los Operarios Diocesanos que regentaban el Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús, como testigos de la siembra de aquel grano de mostaza en el surco de la Iglesia, que, después de muchos avatares, se convertiría en el árbol esplendoroso de la Congregación de las Esclavas de la Divina Infantita. Se levantó Acta de todo lo que acaeció en la habitación-capilla que albergaba la imagen de la Divina Infantita, en aquella humilde casita señalada con el número 7 de la Calle Verde.
La ceremonia se desarrolló en tres partes enteramente distintas, de las que se levantaron dos Actas: 1) La Consagración a la Divina Infantita de cuatro niñas pequeñitas asiladas ; 2) La consagración a la Inmaculada Niña de las dos aspirantes, con la cual se ponía la primera piedra de la Congregación de Esclavas de la Divina Infantita; 3) la vestición del hábito de las postulantes de la nueva Congregación por parte de las dos aspirantes. Las dos primeras ceremonias fueron reseñadas en una misma Acta. Y la toma de hábito en una segunda Acta específica. Estas Actas son los primeros documentos que garantizan la fundación de las Esclavas de la Divina Infantita:

Acta Primera:
"A. M. I. En el Augusto Nombre de la Santísima e Individua Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el dulcísimo nombre de Nuestro Señor Jesucristo, encarnado, muerto y sacramentado por nuestro amor; en el purísimo nombre de Nuestra Reina y Señora la Inmaculada Madre de Dios, bajo su tierna advocación de la Divina Infantita; y en el de todos los Santos, principalmente San José, San Joaquín y Sta. Ana.
Hoy día 23 de febrero, festividad de SanPedro Damiano, quedan consagradas al santo servicio y alabanza de la Divina Infantita las almas aquí reunidas para este fin.
Acepta, graciosa Princesita de la gloria, estas cuatro niñas pequeñitas e inocentes, que son las primicias de la "Pequeña Corte de la Divina Infantita" y bendícelas para que nunca te ofendan y te amen siempre.
Recibe también, Inmaculada Niña, a estas tus siervas que se ofrecen a honrarte haciendo bien a las almas de sus prójimos, y formando la nueva familia denominada "Esclavas de la Divina Infantita" y haz, dulce Reina y Señora nuestra, que antes mueran que te ofendan, y que las que hora son como pequeño grano de mostaza, sean un día frondoso árbol donde aniden multitud de almas santas que canten sin cesar tus alabanzas. Por tu poderoso valimiento esperamos, Divina Infantita,que así como nosotros dejamos aqui estampados nuestros nombres en testimonio de amor el más ardiente, que tutambién los grabes en el libro de la vida". A.I.I.V.
Sebastián Bover, O.D.; Federico Salvador, O.D.; Antonio Rodríguez, O.D.; Maura González,E.D.I; Rosario Arrevillaga y Escalada, E.D.I.; María Félix Rodríguez, E.D.I; Carmelo Mª Blay, O.D.".

Acta segunda:
"A.M.I. En prueba de que es nuesto deseo servirte de un modo especial nos vestimo hoy también el santo distintivo de las almas que, como tus esclavas, se consagran a tí. Haced, Divina Infantita, que nunca jamás manchemos esta santa librea con el pecado mortal y que, por el contrario, cada día seamos más dignas de ella por el ejercicio de las virtudes. Amén. A.I.I.V.
Federico Salvador, E. I .; Carmel Mª Blay O.D.; Antonio Rodríguez, O.D.; Sebastián Bover, O.D.; Maura González, E.D.I.; Rosario Arrevillaga, E.D.I.; María Félix Rodríguez, E.D.I.". Como una pequeña muestra de agradecimiento a las altas personalidades que apadrinaron el acto, se distribuyó una estampa con una graciosa décima:
"Recuerdo de la instalación del Asilo y uniforme que usará La Pequeña Corte de la Divina Infantita verificándose el día 23 del presente. Es tan hermosa María tan linda, agraciada y bella que el que la crió y nació de ella cómo no la formaría cómo la preservaría exenta de todo mal pues su poder sin igual puso toda su eficacia,haciéndola pura en gracia y sin culpa original.
Pequeña demostración de gratitud a los que tan bondadosamente apadrinaron este acto. A.M.D.G.México, febrero de 1901" .
En la Autobiografía del P. Fundador hay una variante respecto a la primera Acta, pues en vez de "estas tus siervas", se dice: "estas tres siervas" ; lo cual significa que Rosarito se consagró a la Divina Infantita en esa ceremonia, pero no recibió en ella el hábito que recibieron Maura González y María Félix Rodríguez, porque, según el testimonio del mismo P. Fundador en carta dirigida a la M. Isabel de los Remedios el día 5 de marzo de 1901, apenas diez días después de la ceremonia,
"... hemos dado a las dos jóvenes que ya viven con Rosarito el hábito de la Divina Infantita";
y, a continuación, describe este hábito: "es negro con un cuellecito, puños y faja azules; y nuestra esclavina para el interior de la casa y un chal para la calle".

 MUCHAS FELICIDADES, A LAS ESCLAVAS Y ESCLAVOS DE LA INMACULADA NIÑA"

VIVA JESÚS, MUERA EL PECADO;
SEA POR SIEMPRE BENDITO Y ALABADO,
EL CORAZÓN AMOROSO DE JESÚS SACRAMENTADO

martes, 19 de febrero de 2013

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2013





Creer en la caridad suscita caridad
 «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16)

Queridos hermanos y hermanas:
La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.
1. La fe como respuesta al amor de Dios
En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1). La fe constituye la adhesión personal ―que incluye todas nuestras facultades― a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor ―«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14)―, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.
«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).


2. La caridad como vida en la fe
Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).
Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).
La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).
3. El lazo indisoluble entre fe y caridad
A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica». Por un lado, en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.
La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia, contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42). La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana. Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas in veritate, 8).
En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto ―indispensable― con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.
A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (2,8-10). Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad. Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.
4. Prioridad de la fe, primado de la caridad
Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir: «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).
La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).
La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).
Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor.


BENEDICTUS PP. XVI

De NPF


Con la Divina Infantita en nuestros brazos y el amor en nuestros corazones, nada tenemos que temer, de nosotros será el premio en la gloria, según el merito de nuestros sufrimientos; de Ella la gloria en la tierra y en el cielo, y de los enemigos el perdón que Ella le conceder, porque realmente no saben lo que se hacen.

lunes, 11 de febrero de 2013

Gracias Benedicto XVI


Te damos gracias Señor, por haber permitido estar a Joseph Ratzinger como sucesor de San Pedro, hasta el día de hoy como BENEDICTO XVI, te damos gracias por su inteligencia, por su amor y entrega; era el signo que necesitabamos para que nos dieramos cuenta que estas y sigues en medio de tu Iglesia. Sabemos que dentro de la Jerarquía eclesiástica, estan los hombres que son pecadores, que tienen sus defectos y que son seres limitados; pero que a pesar de todo ello, sigues viendo a tu Iglesia con ojos de misericordia.
Muchos van a ser los comentarios acerca de lo bueno o malo que dejo de hacer, pero sabemos que siempre se dejo llevar por la inspiración de Dios, y que realizó lo que debia de haber hecho.
Haznos capaces de ver con tus ojos, trabajar con tus manos y que siempre sigamos dispuestos a hacer tu voluntad.
Oremos todos por el próximo sucesor de San Pedro, y que este tiempo de transición sea como la cuaresma, que dentro de pocos días empezaremos, tiempo para ver desde el Misterio Pascual el caminar de Dios en nuestra historia y el gran amor con el que se Revela al hombre, para caminar como amigos...
Gracias Santo Padre, por todas las bendiciones que nos ha dado el Buen Dios a través de ti....
BENEDICTO, HERMANO, MÉXICO TE AMA..
P.M.A.J + A. I. I. V.