martes, 2 de abril de 2013

La aparición de nuestro Señor a Magdalena





MEDITACIÓN No. 130
Martes 25 de Abril de 1905. a.m.
Aparición de Nuestro Señor A la Magdalena

Hoy vamos a meditar en la aparición de Nuestro Señor a la Magdalena, cuando ya había resucitado; del amor tan grande que ella le tenía a Nuestro Señor; poco aprovechará esta meditación, porque hablarle de amor, de finezas del amor a quien no tiene ganas de amar, es perder el tiempo, sin embargo se aprovecharán algunas las que tengan ganas, puesto que todas no será posible; ya ven qué fuerza da el amor; cómo le hacía decir a la Magdalena: –“Decidme dónde está Mi Señor, si os lo habéis llevado, dónde lo habéis puesto, y yo lo buscaré y me lo llevaré”; ella no pensaba en que tendría trabajos o le costaría trabajos llevarse a su Señor, no pensaba que estaba sola y era débil, que no podría cargarlo; ella en la fineza de su amor tan grande sólo pensaba en buscarlo y llevarlo con ella; así debíamos pensar hoy, cada una figúrese que es la Magdalena y pregunte: “Dónde está mi Señor, dónde lo han puesto: “hoy no ha estado con nosotros Nuestro Señor ya lo saben, sería por descuido ó, por lo que Uds. quieran, pero no se quedó; así es que en lugar de haber dicho durante estos tres días de la Pascua, Aleluya, aleluya, nosotros podemos decir: Requiescat in pace, porque ayer para nosotros fue Viernes Santo; hoy la meditación viene a decirnos cómo hemos de buscarlo, cómo hemos de amar, vuelvo a decirles las que tengan gana, que muchas no la tienen, por eso no trabajan, ni cumplen lo mandado.  Yo he sabido siempre que cuando se toca la campana, a las cuatro es para que todas se levanten, al segundo repique, ya las de los oficios deben empezar a hacerlos, las que tengan que entrar a Oratorio, lo mismo, y las niñas a rezar la Hora, y sin embargo no obedecen al toque de campana, sino que empiezan a levantarse a la hora que quieren y resulta que las niñas no hacen lo que deben hacer, puesto que las que vigilan, hacen lo que mejor les parece; ya ven Uds. que en los corredores hay sofás, pues al toque de meditación todavía están sentadas en ellos, esperando echar el último sueño; ¿creen Uds., que eso es caminar? ¿eso hace quien tiene gana de amar? No, por eso les digo, que bien pocas serán las que amen; hay algunas no digo que ningunas, quieran amar, ya se empieza a ver la Esclavitud, ya hay unas que quieran ser Esclavas, y se conocen las que quieran serlo, en que trabajan todo el día, y se sacrifican, por eso la que vean Uds. que no descansa, que trabaja sin parar, que ni un minuto procura descansar, esa es Esclava, porque ya lo saben, las Esclavas no han de tener más descanso, que el tiempo que tienen para dormir, han de caer rendidas por el cansancio, pero su alma estará descansada; pero ya saben que no les basta trabajar, ni cumplir todo el día en el oficio que tengan, si no tienen siempre presencia de Dios; de nada sirve por ejemplo que la leguita cocinera, trabaje hasta matarse, si ella no procura tener a Dios; si cree, que por ser cocinera tiene permiso de hablar, no hijas mías, si ella habla, no será esclava.  Pero, ¡si trabaja todo el día! me dirán.  No le hace; en ese caso será una mujer muy trabajadora, pero no será esclava.  Ella en su oficio, en su cocina debe buscar a Dios y en cada uno de sus actos, al hacer la comida, al tomar un aventador, al limpiar sus trastes, estar siempre pensando que su Señor está con ella, y así todas, desde el lugar en que estén deben decir: –“¿Dónde está mi Señor? ¿dónde lo han puesto? voy a llevármelo donde yo esté”.  Las novicias, vamos a suponer que trabajan, y se sacrifican, bueno está, pero si ellas no procuran que no se les oiga la voz, si no procuran andar recogidas, siempre con sus ojos bajos, no llevan a Dios con ellas, no son esclavas.
Es preciso disponernos a los grandes sacrificios ahora que se vuelve a ir nuestro Padre; no porque yo diga que sea sacrificio confesarnos con el Padre Paquito, no es eso, pero naturalmente decimos que el corazón no se siente consolado cuando no se tiene confianza, pero, hijas mías, debemos sacrificarnos en todo pues en el sacrificio se demuestra la finura del amor y figúrense que yo tengo la pretensión de que no haya una Congregación que le gane en sacrificios a la Esclavitud ¡ya verán Vds.! así lo siento, aunque no lo haga, porque ya ven que en cuanto estoy atribulada lo demuestro, no me venzo, pero es porque soy miserable; es mi miseria la que lo hace, pero yo sí quiero sufrir, y quiero sacrificios; verán cómo procuraré vencerme cuando esté atribulada y sacrificarme en todo.  Yo quisiera que les ganáramos en amar a la Santísima Virgen, a todos los santos canonizados.  ¡Figúrense Vds.! ya que Dios nos escogió para darnos a la Divina Niña y que en nuestras manos naciera la Esclavitud, después de tantos años que estuvo oculta y desconocida la Divina Infantita, ahora viene a nosotros para decirnos que es preciso matarse por salvar a las almas que perecen.  No quieran Vds. vencerse con oraciones nada más, ¿tendré que hacerlas rezar como a las niñas? a ellas se les pone a rezar porque no entienden todavía de sacrificios y lo que alcancen ha de ser con oraciones, pero Vds. necesitan oración y sacrificio constante, pues para triunfar son necesarios grandes sacrificios.  Ya están mirando, hijas mías, cuantos enemigos tenemos.  Por todas partes nos tiran.  ¡Tantos años de estar como escondida la Divina Niña, llena de enemigos que no quieren sino destruirla, y que no lo lograrán, pero para eso es necesario sacrificarnos mucho para demostrar que no queremos pasarnos al bando del enemigo!  Cuando Vds. están aquí, hijas mías todo les gusta, porque les parece bueno, y si mañana tuvieran que separarse, entonces todo lo verían mal y serían del número de los enemigos.  Por eso, hijitas, es fuerza sacrificarse.  Todas tenemos que trabajar para luchar con ellos.  ¡No triunfarán, eso no, pero ¿no sienten Vds. pena de pensar que las balas con que ellos nos tiran se las devolvemos frías porque no tenemos valor para tomar las armas y defender a la Divina Infantita?  Cada una debe estar en su puesto, hasta los niños.  Ya ven que Luisito dice luego, que se siente bien, que ya ha subido de peso, es natural, hijas mías, está en el trabajo; porque él, era acomodado, no tenía necesidad de trabajar sino en lo que él quisiera, y no se imponía la obligación de levantarse a determinada hora.  Si él hubiera tenido un amigo que le dijera: –“Hoy te levantas a las cuatro porque vamos a salir; y mañana te levantas a la misma hora, y a otro día lo mismo”, Angelina ¿no hubiera marcado el alto? de seguro que le hubiera dicho: –“¡Qué necesidad tenemos de levantarnos todos los días a esa hora!”.  Pero Dios y la Divina Niña hicieron con ellos lo que otro no hubiera podido, y ahora los tienen Vds. levantándose a las cinco, yendo y viniendo, pegado a su trabajo sin descansar, y se siente bien, y está contento aunque se le regañe, y si después de trabajar todo el día recibe un coscorrón, se lo aguanta y se calla porque sabe que a eso ha venido. Lo mismo Angelina; no puede perder un minuto porque la Divina Niña quiere que sean santos, que trabajen y se sacrifiquen.  Pues así las quiere a todas.  Por eso, monja profesa que me diga que no tiene ocupación y me pregunta ¿qué hace? es porque no ama; cuando se ama, hijas mías, siempre se tiene qué hacer, y si no se tiene, se busca.  Lo mismo le digo a la que venga del Templo y no vea por los intereses de esta casa como cosa suya.  ¿Qué, porque está en el Templo se considera separada y excluida de vigilar todo? no, hijitas, tiene que trabajar allá, y cuando venga tiene que trabajar aquí, aunque se mate, ¡para eso son esclavas!  Así es que Natividad, cuando venga que será cada tercer día, y se estará toda la mañana, debe coger a las niñas de clase y darles por ejemplo, Aritmética.  Así, tendrán esa clase cada tercer día.  Al día siguiente, Rosa María que les dé lectura, vamos, es una suposición, pues ahora ya ven Vds. que andan esas niñas de Herodes a Pilatos, y no quiero que hoy tengan una clase de remiendo y mañana pierdan el tiempo.  Natividad tiene que vencerse; ella trabaja, se mata, pero quiere sacrificarse sin variar de modo y yo quiero que se sacrifique cambiándolo.
Tiene que hacerse muy dulce, muy suave, muy agradable, para que al enseñar a las niñas les impregne dulzura y suavidad.  ¿Por qué no hemos de trabajar por amor? ¿no quieren hacerlo? ¿quieren que se les pague su trabajo? díganme ¿cuánto quieren? ¿cuánto les he de pagar porque se sacrifiquen, porque no hablen, porque estén recogidas? para que así cumplan con sus oficios y entren en punto de hora.  Ya ven al Gobierno cómo consigue de sus profesoras puntualidad.  Ahí tienen Vds. a una; pregúntenle a Marianita, aunque ella dice que nunca acusa a las profesoras, pero que les diga si no es cierto que entran con puntualidad.  Ella misma, ya la ven Vds. que es cumplidísima, y al llegar la hora nadie la detiene, hace bien, porque eso es cumplir con su deber y no se lo critico, pero ¿por qué lo consigue el Gobierno y no lo ha de lograr el amor de la Divina Niña?  El que les dice a las profesoras: –“Ven acá, yo te pagaré porque enseñes negando a Dios”, y a la hora que no cumplen les quita sus cuartillitas, y como eso les duele y no quieren perderlas, todas cumplen.  (Les pasa como a la viejita del cuento, siempre tendré que contárselos, que decía: “Con las excomuniones la vamos pasando, pero con las multas no”).
Pues, hijas mías, así vamos a cumplir nosotros buscando a Dios, pero buscándolo a toda hora, diciendo como la Magdalena: “¿Dónde está mi Señor? se lo han llevado, díganme dónde lo han puesto y allí lo iré a buscar”.   Así debe preguntarse cada una: “A ver, imaginación loca, tú que te llevas a mi Señor ¿dime dónde lo has puesto? y tú, voluntad ciega ¿dónde está mi Señor? yo me lo llevaré, lo cargaré para llevarlo a mi lado”.   Y cuando vean algo que no esté arreglado, digan “¿Dónde está mi Señor? ¿estará en esta pieza revuelta y desordenada?  No; pues voy a limpiarla, para que venga a ella; verán cuando todas se sacrifiquen cuando todas amen, triunfaremos de nuestros enemigos; ellos nos persiguen porque Dios les da licencia, pero no crean Uds. que estén tranquilos, siempre han de tener cierto escozor en la conciencia que los hará sufrir, porque persiguen una Obra que es para la Santísima Virgen, y todo lo que es en contra de ella, desagrada a Dios, y cuando El nos vea decididas luchar cuando amemos, aunque tengamos que matarnos en el sacrificio, entonces El nos alcanzará de la Divina Infantita el triunfo completo de la Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Divina Infantita a pedirle vamos hijas mías, que nos dé fuerza, para que nuestros corazones busquen a todas horas a su Señor, en el trabajo en los sacrificios, para que trabajando, y sacrificándonos hagamos que triunfe la Divina Niña, y a todas horas vayamos en pos de Ntro. Señor preguntando siempre: – “¿Dónde está mi Señor? ¿dónde lo han colocado las pasiones, los enemigos de nuestra salvación? yo lo buscaré y me lo llevaré aunque me cueste, sin ponerme a pensar si podré o no podré hacerlo”.  Cada una debe decir como la Magdalena, que la fuerza del amor no la dejaba pensar más que en llevarlo con ella y no consideraba que era débil que no podría con El, sino que decía: “Dime dónde lo has puesto, yo me lo llevaré.  Así digan todas, y ya verán cómo cuando tengan a Dios siempre con Uds. cuando cada una en su oficio, se mate trabajando, y teniendo a Dios presente a todas horas, entonces harán que triunfe la Divina Infantita, que triunfe la Esclavitud; sólo a fuerza de sacrificios triunfaremos hijas mías, y es preciso guerrear para que no toquen a Nuestro Padre; cómo ha de ser posible que no quieran luchar para defenderlo, y que nadie lo toque, es su José de la Divina Infantita, es para Ella y son Uds. las que con sus grandes sacrificios lo tienen que defender; de esa manera venceremos a nuestros enemigos, y haremos que triunfe la Divina Infantita, que triunfe la Esclavitud.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor.

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