Hoy celebramos en la Iglesia Universal "la Anunciación del Señor", que quiere decir, el mensaje que tenia el ángel Gabriel a María, en donde Ella, iba a recibir al Hijo de Dios, en su seno.
Nuestra Madre M. Rosario de Jesús Arrevillaga Escalada, hizó una reflexión hermosa acerca de este evento tan importante para nuestra vida congregacional.
Y nos muestra que en este gran misterio de amor, Dios quizó que su Hijo se encarnara en el seno de la Virgen María, para que participara en toda nuestra condición humana, para que así, nosotros lo reconozcamos como Dios y Hombre verdadero.
Encontrando en ello, nuestro sustento para permanecer fieles al Señor.
¡Cuánto no será el amor de Dios Ntro. Señor a las almas, que por
salvarnos no ha rehusado ningún sacrificio, y siendo Dios y sin tener necesidad
de nosotros, solamente por lo mucho que nos ama se impuso toda clase de privaciones
al venir al mundo queriendo tomar nuestra carne débil y miserable y sufriendo
desde el primer momento la estrechez durante nueve meses que quiso encerrarse
en el seno de María como dice el libro. Sin embargo de que sentía molestias
puesto que no era como todos los hombres sino que tenía uso de razón y pensaba
y sentía lo que nosotros en esa edad no podemos sentir, voluntariamente se sujetó
a esa pequeñísima prisión para librarnos a nosotros de la cárcel del Infierno,
y haciéndose cautivo por amor darles la libertad a los que amaba. Nada escatimó
Dios Ntro. Señor de sufrimientos con tal de arrancarnos del poder de Satanás
hijas mías, y en cambio nosotros nada queremos darle, le negamos el sacrificio
más pequeño, no toleramos la contrariedad más insignificante y si en algo le
servimos al momento queremos exigir la recompensa de aquel pobrísimo servicio.
Quisiéramos que nos proporcionara elogios, alabanzas, palabras de consuelo,
cada vez que nosotros intentamos siquiera hacer un vencimiento; quisiéramos
que no pasara desapercibida una acción buena que nosotros por gracia de Dios
hemos hecho, y nos gustaría que el mundo entero lo celebrara como una gracia,
que les llamara la atención, que nos colmara de admiraciones, y que Ntro. Señor
también nos diera cariños y regalos en abundancia. Eso no tiene mérito hijas
mías, únicamente prueba que no sabemos ser agradecidas, que desconocemos los
beneficios de Dios y que no trabajamos por amor desde el momento en que
cobramos el salario de nuestro trabajo. Las almas que aman con locura se saben
matar por el objeto amado y no se les ocurre ni siquiera pensar que lo que
hacen es digno de tomarse en cuenta y que merece recompensa, porque es tal el
amor que siente su corazón que todo sacrificio les parece corto.
Así es como debemos amar en la Esclavitud, así es como
hemos de ir a Dios para decirle: –“Nada espero, nada pido, porque sé bien que
muy poco vale lo que he hecho por ti en comparación de lo que Tú me has dado;
de manera es que aquí me tienes dispuesta a martirizarme, no por la esperanza
del premio, no por la recompensa que me ofreces, sino únicamente porque te amo.
Sí Señor, porque te amo me venzo, porque te amo sufro, porque te amo me callo
cuando me ofendan, y porque te amo me sacrifico, y si después de servirte
comprendes que soy tan miserable que no merezco otra cosa que el Infierno,
hasta ese acepto si Tú lo ordenas porque no quiero otra cosa que cumplir tu
voluntad y sujetarme con gusto a lo que mandes”. No por eso quiero decirles que no deseen y
pidan la salvación, eso no, porque estamos obligados todos a pedirla y a trabajar
por alcanzarla, pero sí me refiero a decirles que de tal manera se han de
conformar a la voluntad de Dios, que todo lo que venga de su mano lo reciban
con agrado y les parezca encantador.
Así es como se trabaja por Dios Ntro. Señor y así se le manifiesta
el amor. Por eso no han de vivir solicitando cariños ni atenciones, ni han de
decir como alguna, en cuanto no se le hace caso ni algo de lo que ella
quisiera que al momento se contraría y dice: –“Seguramente a mí no me ven como
Esclava y por eso todos me desprecian y no se ocupan de mí”, porque hijas mías,
si nadie hiciera otra cosa que tratarla con desprecio y ella fuera humilde, esa
sería la mejor prueba que podía tener de que era digna de llamarse Esclava
puesto que como a esclava la trataban. Ya saben todas cual es el tratamiento de
un esclavo y cómo el que quiere serlo ha de vivir humillado, siempre
venciéndose y doblándose delante de todo el mundo, y sin engreírse jamás, si algo
bueno hace o practica alguna virtud, porque entonces prueba que se ama mucho a
sí mismo cuando se cree capaz de ser el autor de una buena acción. No hijas
mías, por eso no hay que envanecerse sino correr a Dios y decirle: –“Si algo
bueno hice Señor, no he sido yo, tu gracia lo hizo en mí; eras Tú solo el que
me impulsabas y le dabas movimientos a mi corazón; si algo bueno puedo llegar a
ser en lo de adelante será también por lo que Tú obres en mí, y en cambio mis
faltas, mis caídas, mis debilidades todas son propias, hijas de mi mucha
miseria; son las flores de mi huerto y lo único que yo podría ofrecerte si Tú
no me ayudaras”. Por supuesto que no basta pensar así de nosotros mismas ni
decirle a Dios, si no sabemos ser humildes a la hora que nos corrigen y nos
prueban; lo que necesitamos es vivir persuadidas de nuestra profunda miseria
para que cuando nos acusen no nos disculpemos; esa es la mejor manera de manifestar
que valemos muy poco y no somos capaces de hacer nada bien. ¡Cuántas veces
sucederá que a cualquiera de Vds. se le reprenda por un defecto que ni siquiera
tenga! pues a pesar de no tenerlo la que es humilde siempre cree que los tiene
todos y en lugar de sentirse indignada, agradece la reprensión y contesta llena
de dulzura: –“Tiene V. razón, soy incapaz pero ya voy a procurar corregirme”.
Nunca discutan cuando se les diga que han hecho tal cosa; aún cuando no lo
hayan hecho callen y dóblense inmediatamente. Si yo les digo: –“Son muy duras y
de esa manera nunca podrán atraer a las almas”, no me respondan como luego lo
hacen, no tomen en el acto la palabra para defenderse y decir: –“Yo no soy
dura, vera V. cómo las almas no huyen de mí, si yo soy dulce y agradable en mi
trato”. Esa contestación es una disculpa y un Esclavo no debe disculparse. Acuérdense
de Dios Ntro. Señor, ¡cómo lo humillaron! ¡cómo lo acusaron injustamente! ¡cómo
lo calumniaron! y con todo jamás se defendió y siempre callaba. ¿Por qué
callaba? por nuestro amor; por eso padeció tormentos tan crueles y los sigue
padeciendo todavía cuando siente la ingratitud de las almas a las que ha
redimido y las ve apartarse de El para buscar a Satanás que se las arrebata
porque no puede resistir ese amor de Dios tan infinito para nosotros. ¿Cómo
creen Vds. hijas mías que el demonio pueda estar tranquilo y no rabie de
envidia, al ver que él se perdió eternamente por un pensamiento de soberbia y
que nosotros con todo y que pecamos tenemos esperanza de salvarnos porque nos
redimió con su Sangre el mismo Dios? eso nunca lo tolerará y por lo tanto se
empeña en perdernos para que de ese modo la Redención no nos
aproveche y Dios Ntro. Señor tenga la pena de vernos perdidas para siempre a
pesar de todos sus sacrificios. Pero no lo conseguirá, no se hará el dueño de
nuestras almas si nosotros sabemos vencernos, si estimamos la gracia inmensa
que nos hizo Ntro. Señor al quedarse en el Santísimo Sacramento,
y si sabemos vivir tan ajustadas que la Comunión diaria nos sirva como preparación para
la de mañana la que hemos recibido hoy, y al mismo tiempo como acción de
gracias de la de ayer. Por eso verán Vds. que no me espanta cuando por la
necesidad dejan de confesarse bastantes días; no me asusta pensar que siguen
comulgando porque sé que el Sacramento en sí da mucha fortaleza. No por eso
apruebo que la confesión se retarde eso no, ni quiero que tomen como una máxima
para cumplirla, el dilatar la confesión sin necesidad, eso nunca, porque es
claro que más arreglado vive quien más frecuenta los Sacramentos y que la
absolución es necesaria para purificarnos, pero sí quiero que en un caso como
el presente en que nos vemos privadas de ese consuelo porque no hay quien nos
tenga caridad y nos confiese, no se turben ni se intranquilicen al grado de
dejar la Sagrada
Comunión. Vivan bien, teniendo presencia de Dios, venciendo
sus defectos, obedeciendo sin replicar, humillándose a todas horas, cumpliendo
el Reglamento, y todo eso hará que siempre estén dispuestas a recibir la
absolución de Dios Ntro. Señor y a guardarlo Sacramentado dentro de su pecho.
¿No consideran qué felicidad tan grande sentiría la Sma. Virgen al saber
que aquel Niño que llevaba con Ella, que estaba tan unido a Ella era Dios? pues
esa misma felicidad es la nuestra cuando lo recibimos dentro de nuestra alma
porque no puede haber mayor unión y a pesar de ser una gracia tan hermosa no la
apreciamos, huimos de ella, nos apartamos del Sagrario que encierra nuestro
tesoro en tanto que El allí encerrado por amor, constantemente espera y se
aviene a ser un prisionero, y no le importa que su cárcel sea pobre, que esté
tal vez desarreglada, porque muchas veces sucederá que los Sagrarios no estarán
atendidos como debieran estarlo, ya por falta de recursos, o de sacerdotes
celosos que se preocupen con verdadero interés por todo lo que es de Dios.
Otras veces se encontrará solo, en rumbos apartados, en donde hay poca piedad
y solamente lo rodearan unas cuantas almas fieles que vayan a buscarlo; pero a
El no le importa eso, como es tan fino su amor, por esas cuantas se sacrifica y
a esas las espera con afán.
Con que no dejen de pensar hoy que el fruto de esta meditación ha
de ser: consagrarse por completo al servicio de Dios Ntro. Señor; trabajar por
sus almas, sacrificarse por ellas, y hacerlo todo sin pedir salario, sin
esperanza de premio, sin creer que todo hasta lo más pequeñito debe ser
recompensado. No ajusten cuentas hijas mías, no vayan en pos de Dios poniendo
condiciones ni preguntándole cuánto va a darles a cambio de cada sacrificio
porque con eso demuestran que son ruines y cobardes. Entréguense sin reserva,
denle todo su corazón y ofrézcanle contentas hasta el último vencimiento que
será cuando tengan que desprenderse de la vida, para que de esa manera puedan
decirle: –“Te amo tanto y me agrada tanto darlo todo por ti, que quiero Jesús
mío consagrarte hasta el último esfuerzo que tenga que hacer al desprenderme de este cuerpo
miserable, para que eso sea mi último acto de amor y de conformidad con tu voluntad
santísima”. ¡Qué hermosa muerte es la de una criatura que ha sabido inmolarse y
ofrecerse como una víctima por la gloria de Dios Ntro. Señor! y aunque Vds.
vean o hayan visto alguna vez que al morir se tienen ansias y convulsiones
terribles, no tengan pena porque eso no quiere decir nada con respecto a el
alma. Muchos santos han tenido que sufrir una muerte muy angustiosa; así pasó
con la Madre
Magdalenita que fue la fundadora de la Devoción de la Divina Infantita,
y no por eso hemos de pensar que era mala ni que su muerte fue desgraciada,
porque precisamente es todo lo contrario: fue una monja muy inocente, muy
buena, muy humilde, y su vida fue la de una santa.
Con que así, no se desanimen ni juzguen por las apariencias lo que
Dios Ntro. Señor permite para purificarnos, y cuando nos mande algo hemos de
bendecirlo ya sea en la prosperidad ya en la adversidad. Si tenemos tropiezos
con los superiores, si aparentemente nos tienen paradas y no nos permiten
avanzar un paso, esperemos tranquilas que la hora del triunfo sonará; por ahora
todavía no es tiempo, por ahora Dios Ntro. Señor quiere que tomemos fuerzas
luchando mucho, pero eso no quiere decir que la Esclavitud no ha de
triunfar; lo que pasa es que somos inconformes y no nos gusta esperar;
quisiéramos que ya que Dios aceptó la víctima y ya que el niño Luisito dio su
vida, inmediatamente vinieran las licencias del Sr. Arzobispo para todo, la
aprobación de la Obra
de parte de la Santa Sede
y la Canonización
de todas las Esclavas; y no es así como Dios Ntro. Señor nos anuncia el triunfo
de la Esclavitud. Ya
ha comenzado a anunciarlo ¿saben cómo? por medio de los sacerdotes, haciendo
que ya empiecen a presentarse y que principie a llegar esa procesión de
Esclavos que vio Luisito detrás de aquel muro que él rompía con un zapa-pico.
¿Recuerdan Vds. que así lo oyeron decir alguna vez? ¿recuerdan que a poco de
venir él aquí así lo vio en la oración y sintió que tendría que romper ese muro
y cuando más fatigado se hallaba veía a su lado a Angelina ayudándole y
limpiándole el sudor, confortándolo por decirlo así con estar cerca de él
mientras luchaba golpeando con toda fuerza?. Entonces Nuestro Padre se
preguntaba cómo sería aquello y todavía no lo veíamos claro ni lo podíamos
entender; pero ahora ya se ha realizado. El rompió el muro con sus sacrificios,
él dio su vida para que a cambio de ella Ntro. Señor fuera a mover el corazón
del escogido para ser el primero que había de venir a la cabeza de la
procesión; sólo así se explica que el P. Patrocinio haya sido traído desde tan
lejos, que Dios le diera el toque de gracia para ir en pos de Nuestro Padre,
que él al oír nombrar al P. Salvador hubiera dicho: –“Tengo ganas de verlo,
dicen que predica muy bien, yo voy a oírlo”, y en seguida poniendo en práctica
su determinación caminara a seguir a Nuestro Padre y al preguntarle: –“¿tú qué
predicas?”, y recibir la contestación del escogido por Dios para ser el Apóstol
que lo conquistara y que le dijo: –“Predico la Esclavitud de la Divina Infantita”,
le contestara con esta pregunta: –“¿Y yo puedo ser de esos?”. Sólo así se
explica también que el que llevaba diez y nueve años de sacerdote y deseando
siempre ser religioso no hubiera ingresado en ninguna congregación formada
porque Dios lo tenía reservado para otros fines, se decidiera a dejar cuanto
tenía, a prescindir de su casa, de sus comodidades, de los cariños y halagos de
una familia en donde él era el consentido por ser sacerdote, y caminara muy
lejos para tomar parte en los desprecios y humillaciones de una Obra que
empieza, que está perseguida y que por lo tanto no podía ofrecerle más que los
palos que ella recibe.
Así ha ido Ntro. Señor a entresacar al P. Patrocinio, no sólo del
lado de los suyos sino también de entre todos los sacerdotes del mundo; él ha
sido el primero comprado con la sangre del único generoso que fue capaz de dar
su vida por la salvación de la Obra;
el precio suyo es la vida de Luisito y el sacrificio de los dos puesto que él y
ella unieron sus acciones y se martirizaron por la Esclavitud. Ese es
el triunfo hijas mías; detrás del P. Patrocinio vendrán otros y ellos
alcanzarán la victoria ante los superiores, ya que nosotros nada hemos podido
porque es imposible que hagamos lo que pueden hacer los sacerdotes. Nosotros
no podemos ir por todas partes a proclamar las glorias de la Divina Infantita y ellos sí
pueden; nosotros no podemos caminar en pos de las almas para salvarlas si ellos
no nos ayudan y nos enseñan; pero ahora sí lo podremos todo porque el barco
que yo vi en la oración casi perdido en medio de terribles tempestades, el
barco que luchaba en alta mar sin dirección puesto que querían a todo trance
privarnos del piloto que es Nuestro Padre, lo he visto ayer salvado ya y
conducido al puerto, jalado verdaderamente por los sacerdotes hijos de la Esclavitud; traído por
el P. Patrocinio y el P. Miguel. Así me lo ha hecho ver Ntro. Señor hijas mías,
y yo lo vi caminando seguro, firme, y muy adornado con muchas banderas como en
señal de triunfo.
Ese fue el muro que rompió nuestro hijo Luisito, y ya vieron Vds.
cómo lo supo romper. ¡Qué alegría la suya en medio de terribles sufrimientos!
¡cómo sabía sonreír y ser feliz en las más grandes tribulaciones!. Muchas cosas fuertes pasamos en esa época y
jamás lo oyeron quejarse ni retroceder; al contrario, en cada nueva prueba se
sentía más firme y más tranquilo. Vino luego su enfermedad terrible también
por todos conceptos, porque era contagiosa, porque él lo comprendía así y su
delicadeza y su finura para sentir, le hacía temer por cuantos le rodeaban;
porque se veía en un Asilo y sufría mucho al pensar en las consecuencias que
podía tener esa enfermedad habiendo tanta niña cerca de él; porque se le
desarrolló el mal con toda su fuerza; todo eso era su martirio y Vds. vieron
¡cómo lo sufrió! su cara no expresaba otra cosa que una resignación angelical
y mucha alegría, y nunca cambió, siempre se le vio sereno hasta el último
momento. Se ofreció como víctima y supo con valentía consumar su sacrificio.
Por eso Dios está agradado y derramará gracias abundantísimas sobre nosotros
como ya ha comenzado a derramarlas mandándonos al P. Patrocinio. Confiemos en
que no será el único regalo de Luisito sino que todavía ha de darnos más; él
fue el primero eso sí, él viene a la cabeza salvando el buque, pero en su
seguimiento traerá otros muchos y tendremos la dicha de ver en salvo la Esclavitud y
convencidos a los superiores de la santidad de ella al verla rodeada de
Esclavos humildes, obedientes y santos.
Postradas en la presencia de la Divina Niña vamos a
ofrecerle nuestros sacrificios pero valientes y decididas para imitar al niño
Luisito que cual otro Abraham, obedeció el mandato de Dios Ntro. Señor cuando
le pidió que le sacrificara a su hijo, sin averiguar siquiera por qué se lo
pedía, sin pensar en que Dios proveería y daría otra víctima para que esa fuera
la sacrificada; así caminó Luisito al martirio desde el momento en que Dios le
tocó su alma para ofrecerse como víctima, y así nos aseguró el triunfo de la Esclavitud.
Cualquiera que no conozca la Obra podrá dudar de ella hijas mías, pero
nosotros ¡cómo hemos de pensar que no es hermosa y grande una Obra a la que
Dios le pide y le acepta la vida de una criatura que era tan buena y estaba tan
deseosa de la santidad que no suspiraba más que por alcanzarla!. No cabe duda
que la Esclavitud
ha de darle mucha gloria a Dios Ntro. Señor y que todas nosotras hemos de vivir
siempre muy humilladas, muy obedientes, muy anonadadas, porque ciertamente no
merecemos las gracias que recibimos de la mano de Dios, que son inmensas puesto
que nos tiene no sólo salpicadas con la Sangre preciosísima de su Santísimo Hijo sino
bañadas con ella como a su Congregación predilecta, y esa Sangre dará muchos
frutos de santificación en las almas si sabemos aprovecharnos de ella.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor, &.
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María, &.
Hola. Algún esclavo de la Divina Infanta para contactar?
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