jueves, 27 de septiembre de 2012

MEDITACION Nº 9 NUESTRO MODELO ES MARIA EN LA ENCARNACION




Preludio 1º.- Como en la meditación primera.
Preludio 2º.- Figúrate ver a María cuando apenas tiene catorce años de edad, prosternada en oración, y delante de Ella, reverente el Angel del Señor que le anuncia que va a ser Madre de Dios; y admira la Esclavitud que Ella de­clara tener a Dios en tan sublime instante.
Preludio 3º.- Pide al Señor, mediante María en tan divino instante, que te dé el mismo espíritu de Esclavitud de su Madre.

Punto 1º.- En la misma carta a que antes me refiero, tú también has dicho: 2º.- “Pensé que nuestro modelo en la Esclavitud, era María en la Encarnación”. Y en verdad que lo es. ¡Y qué hermoso hija de mi alma! porque piensa primero cómo se anonada. - La saluda el Angel llena de gracia y Templo de Dios, y Ella se turba al oír tales palabras. - ¿Por qué al oír que es santa, se tur­ba la que es verdaderamente bendita entre todas las mujeres, sí es cierto que tiene inmaculada santidad? porque es humilde, hija mía. Ella sabe que todo lo bueno que hay en Ella es de Dios, y de sí misma nada tiene; también sabe que delante de Dios es nada,  y por eso al ver que es alabada, Ella se anonada y con afectos o con palabras siempre repite el Magnificat.
Punto 2º.- Y si con tanta sencillez anonada toda la santidad de su vida inmaculada, todavía es más humilde al anonadarse ante la dignidad de Madre de Dios.
Nada ha dado ni puede dar Dios mismo a pura criatura, como la dignidad de ser su Madre; sin embargo, delante de tan excelsa gloria, María no se recono­ce más que la Esclava del Señor. “Ecce ancilla Domini”. ¡Qué dicha, ser elegidos para esclavos del Señor!. -
Punto 3º.- También piensa hija mía, que cuando Nuestra Reinita Excelsa se declaraba Esclava del Señor, no era aceptando del Hijo de Dios gloria y delei­tes, no hija de mi alma, no; a Ella se le ofreció el Hijo de Dios, no para gloria sino para desprecios, no para deleites sino para sacrificio. - Será llama­do Jesús que quiere decir Salvador, esto es, víctima que se ha de inmolar por la gloria de Dios y la salvación de los hombres.
También María es Esclava obediente hasta el Calvario.
Et tuam imsius animam pertransivit gladius. -
Afectos.- Busquen Señor, los hombres la gloria donde bien les parezca; yo no quiero más gloria que la de ser esclavo de Dios siéndolo tuyo Inmaculada Niña mía.
Propósito.- Seré fidelísimo Esclavo de la Divina Infantita.
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MEDITACION Nº 395
Jueves 19 de Abril de 1906. a.m.
NUESTRO MODELO ES MARIA EN  LA ENCARNACION

La Sma. Virgen se anonadó por completo; a la edad de catorce años cuando todas las jovencitas no pensaban en esa época más que en casarse, esperando que les tocara la honra de ser Madres del Mesías anunciado, Ella sin embargo no pensaba en eso, sino que enteramente consagrada a Dios Ntro. Señor desde Niña, profundamente humillada en esos momentos, hacía oración rogándole a Dios le concediera la felicidad de servirle de esclava a la que tuviera la dicha de ser su Madre Santísima. - Por eso lo fue hijas mías, porque era tan humilde que estaba muy distante de pensar en que esa honra sería para Ella, que cuando más se juzgaba digna de ser la Esclava de la Madre de Dios.
Estaba anonadada, enteramente humillada, y por eso cuando el Arcángel se le presenta para anunciarle que Ella es la escogida, que se prepare pare reci­bir al Mesías, no como esclava sino como Madre, todavía Ella se humilla más y sin moverse de la postura en que estaba, permanece arrodillada delante del An­gel y no dice sino estas palabras: –“He aquí la Esclava del Señor hágase en mí su voluntad”. ¡Qué humildad tan hermosa la de la Sma. Virgen! pero qué difícil es hijas mías encontrar una alma tan humilde, y sobre todo tratándose de la mujer  ¡Con razón fue digna de ser la Madre de Dios! si con todo y que estaba dotada de todas las virtudes y perfecciones más altas, su humildad superaba a todo lo demás. ¡Que a cualquiera de nosotros se nos hubiera presentado el Arcángel a darnos esa noticia! yo les aseguro que inmediatamente nos hubiéramos puesto como los pavos, llenas de vanidad y creyendo que todo lo merecíamos. En el acto le hubiéramos dicho: –“Sí Señor San Gabriel, con mucho gusto, le da V. recados al Eterno Padre y ya sabe V. que esta es su casa”, porque somos incapaces; te­nemos un amor propio que nadie nos iguala, por eso nos cuesta tanto trabajo dejarnos humillar; así lo pensaba yo delante de Dios en el retiro no estén creyendo, y entendí claro que el hombre es muy dado a todo lo que sea sabiduría, tener dinero, y aparecer a los ojos de los demás como muy valiente aún cuando sea un gran cobarde, eso no importa. En cambio la mujer toda se vuelve vanidad; siempre está deseosa de que la admiren, de que vean que todo lo sabe hacer, y de que piensen los demás que no hay quien la iguale. - Así somos, vanidosísimas, llenas de amor propio, por eso no nos dejamos corregir ni sabemos doblar­nos delante de nadie. Esto se los digo porque puede que entre Vds. haya algu­nas o alguna que se estime en tanto, que crea que es una gran humillación do­blar la rodilla delante de la persona a quien se ha ofendido, para pedirle perdón; y seguramente piensa: –“yo jamás recuerdo haberme arrodillado delante de papá Gobierno en tantos años como lo serví”. Ya lo creo, como que en el Go­bierno no son capaces de enseñar nada bueno ni de practicar un acto de humildad, puesto que tienen por padre a Lucifer y ese jamás se ha humillado, al contrario, es soberbio hasta donde más y no les inculca a sus hijos otra cosa que pensamientos soberbios, modales soberbios, y acciones llenas de vanidad; como él tiene el corazón endurecido, lo mismo están sus piernas, son de una pieza, por eso sus rodillas están tiesas y no pueden doblarse; y como es una acción enteramente desconocida de él, les hace creer a los que engaña que es una gran cosa doblar una rodilla delante de otro. No hijas mías, eso no vale nada; poco importan unas pobres rodillas en el suelo y mucho más cuando interiormente no están dobladas, es decir, no tienen rendida el alma ni voluntad de rendirla. Es cierto que el que se humilla debe manifestarlo también con su actitud exterior, y en la Sma. Virgen que es nuestro modelo, vemos que recibe arrodillada el mandato de Dios y en esa postura llena de modestia angelical, escucha las palabras del Angel, pero la postura es lo de menos, la prueba es que Dios no la hizo su Madre porque estuviera arrodillada en su reclinatorio, ni por eso estaba en unión con Ella en la oración, sino porque su alma era humildísima, encanta­dora, llena de sencillez. Por eso hijas mías Vds. no se fijen en las aparien­cias ni se compadezcan de una miserable rodilla que está en el suelo, porque eso no vale nada. ¡Qué le importa a un superior ver a una persona hincada de­lante de él pidiéndole un perdón que no es sincero porque no nace del corazón arrepentido de su falta! si por gracia que le hace Dios Ntro. Señor, está leyendo el interior de aquella alma, y está mirándola dura, inflexible, llena de so­berbia, ¡de qué le sirve verla arrodillada! de nada absolutamente; por eso in­sisto tanto en decirles que no deben pensar con dureza ni creer que es mucho lo que aquella persona hace, de doblar sus rodillas y no obtener el perdón en el momento que lo solicita. Recalco esas palabras, porque quiero que se penetren bien de que es una acción que de por sí no tiene mérito cuando no va uni­da a un arrepentimiento sincero; piensen que no se arrodillan delante de un superior por darle a él honra, sino que al hacerlo deben pensar que doblan la rodilla delante de Dios Ntro. Señor que es a quien los superiores representan sin merecerlo, puesto que El ha querido que ocupen ese lugar y El está en ellos y los dirige para que ellos a su vez las dirijan a Vds. ¿Creen acaso que tanto valor tienen sus rodillitas dobladas que ese acto es de gran humillación para quien lo hace? pues se equivocan hijas mías; lo que sucede es que eso han aprendido en el mundo porque como en él reina la soberbia, no pueden tolerar nada que se parezca a la humildad. De manera que si Dios me diera un grupo de profesoras normalistas para esclavas, hoy doblaban una rodilla y mañana se presentaban diciéndole a Ntro. Señor: –“He aquí la esclava del Señor, ya soy digna de que venga a mí el Mesías, Señor, ya puedes venir a tomar pose­sión de mi corazón porque he sido sumamente humilde ¡¡¡me he arrodillado!!!”. ­¡Juju, vaya una humildad! cuando que una rodilla en el suelo con un corazón duro y rebelde no sirve de nada, y en esa postura puede llevarse el diablo a una alma por más hincadita que esté en ese momento. ¡Dios me libre de las esclavas normalistas que se consideran esclavas nada más por un acto tan insignifican­te!.
Con que hoy que nos ha tocado por punto de meditación la humildad de la Sma. Virgen, y que hemos visto que Ella en el momento de la Encarnación ha de ser el modelo de las esclavas, nos ha venido muy bien el asunto que hemos tra­tado; no olviden que si quieren llegar a formar parte de esa Esclavitud para la que no tiene duda que hemos sido escogidas por Dios, siendo un grupo de inútiles como somos, ya saben que necesitan saberse humillar, dejarse corregir, y tener más corazón que cabeza, porque esclavas con más cabeza y juicio que cora­zón y amor, no sirven para la Divina Niña, no son esclavas, ni llegarán a dar frutos de santidad. Piensen que tienen que doblar el alma, porque mientras no la doblen bien doblada, de nada les aprovechará aún cuando tengan muy dobladas sus rodillas.
La que hoy no quiera rendirse podrá hacerlo no cabe duda; podrá alejarse de mí, podrá dejar la Congregación, podrá hasta apartarse del mundo, pero lle­gará un momento terrible del que nadie se escapa, el momento de la muerte, y entonces no podrá por más que luche apartarse de Dios Ntro. Señor ni de su presencia, para darle cuenta de tanto como ha desperdiciado. La muerte hijas mías llega para todos, para el humilde y para el soberbio; para el pobre lo mismo que para el poderoso, y allí nadie está erguido; los generales más orgullosos y valientes que hayan ganado muchas batallas y tengan a grande honra el no ha­berse doblado delante de nadie, ya no podrán pelear con la muerte ni triunfar de ella; ya no estarán erguidos y llenos de altivez, sino que entonces se ve­rán doblados por la enfermedad, débiles, abatidos, y sin poder escapar de aquel momento terrible. Ntro. Señor les tomará cuenta estricta y El triunfará siempre. También a todas Vds. les tomará estrecha cuenta de lo mucho que han desperdiciado. ¡Qué pena cuando les presente esas meditaciones y les haga ver letra por letra de una doctrina que era toda suya, que bondadosamente les man­daba para que nutrieran su alma, y de la cual nada quisieron aprovechar. Así me lo hacía ver Ntro. Señor en el retiro diciéndome: –“Por qué esperas que venga una orden de Roma a desbaratar la Obra que es mía, y por qué temes que eso lo haga el Santo Padre, cuando que tus mismas Hijas con sus acciones, están desbaratando la Congregación al no querer tomar el espíritu que se les da. Todos los días les das meditaciones y ni una sola gota toman de esa doctrina, ni una palabra siquiera conservan de la meditación”. Así lo sentí en la ora­ción; allí vi cómo no se aprovechan porque sus corazones están duros, parecen de piedra, y no ponen nada de su parte para suavizarlos. La soberbia es un enemigo terrible que hay que combatir, porque ella es la que les impide humillarse y la que las alejará de la Esclavitud sin remedio. Vuelvo a decirles que de nada sirve un exterior humilde, con una alma rebelde y llena de amor propio.
¿Por qué se alejó de la Obra Conchita Ortíz? porque dobló sus rodillas pero no su corazón. ¿Por qué María Miranda también se apartó de nosotros? por la misma razón, porque se arrodillaba, pero no dobló su corazón. ¿Por qué Felipe no pudo ser esclavo? porque llegó a doblar la rodilla pero no el corazón; por­que fue siempre duro y rebelde para dejarse corregir y formar el alma.
Ahora Vds. saben si quieren también permanecer insensibles, duras, llenas de pasiones, y obstinadas en ellas sin hacer un esfuerzo para vencerlas; pueden hacerlo, pero ya saben que nunca serán esclavas, que si no luchan por sua­vizarse para ser dóciles, no llegarán a amar a la Divina Niña, y que por más que quieran apartarse del llamamiento de Dios Ntro. Señor que las ha escogido, no lo lograrán, porque llegará siempre tarde o temprano el momento fatal en que tengan que presentarse ante El para rendir cuentas y entonces les recorda­rá todo lo perdido, entonces les traerá a su presencia todas las lágrimas que por su culpa hayan derramado sus superiores, y les hará ver lo mucho que los hicieron sufrir; y no lo deseo para Vds. hijas mías, pero si les recuerdo que Dios Ntro. Señor ha dicho que todo lo que hagamos lo pagaremos: –“ojo por ojo y diente por diente”. Recuerden que siempre se dice que ¡Ay del hijo que ha­ga llorar a sus padres porque cada lágrima le pesará! y si eso es con los pa­dres naturales, mucho más delicado es hacer llorar a una madre espiritual, a un superior a quien se le debe respeto y veneración puesto que viene a Vds. en el nombre de Dios para decirles cómo han de ser humildes para ser santas, y cómo han de suavizar sus corazones para llevar con dulzura a la santidad a cuan­tas almas se les presenten.
No sean duras hijas mías, luchen sin descanso para mover ese corazón de roca, vamos a pedírselo a la Divina Niña postrándonos en su presencia; ruéguenle que las suavice, que las haga dulces, que le dé sensibilidad a sus corazones porque los tienen muy duros. El corazón nos pierde cuando está empedernido cuando no quiere doblarse, cuando nada le conmueve, se los aseguro; vuelvo a repetirles que de nada sirve un exterior modesto y una rodilla doblada, si ese exterior no corresponde a un corazón tierno y que sepa anonadarse fácilmente. Ya saben que si de veras quieren ser esclavas no hay otro camino más que ese: un anonadamiento completo y una profunda y verdadera humildad. Eso si quieren ser esclavas, que ¡quién sabe! puede ser que desgraciadamente entre todas Vds. las esclavas sean nones y no lleguen a tres. ¡Qué tristeza para las que no lo sean, cuando se encuentren cara a cara con la Divina Niña y no puedan acercarse a Ella! - ¡Qué pena, cuando las aparte de su lado porque habiéndola tenido por Maestra y por Modelo no quisieron imitarla! - ¡Qué vergüenza sentirán al verse rechazadas por Ella y al oír que les dice: –“¡Apártate de mí, retírate de mi presencia, tú que nunca quisiste aprovecharte de las gracias que yo derramaba en tu alma, no puedes estar conmigo puesto que no quisiste amarme ni servirme. ¿Qué hiciste de todos los beneficios que por mi mano recibías cada momento, cuando yo te llamaba para doctrinarte, para darte consejos, para enseñarte cómo debías ser esclava? todos los despreciaste miserablemente sin importarte que yo sufriera por ti; me maltratabas, me tenias olvidada, ni una pala­bra se grababa en tu alma de las meditaciones en donde iba pura doctrina para hacerte santa. ¿Recuerdas cuando yo con tanto amor te buscaba a todas horas rogándote que me amaras, que te vencieras, que me dieras tu corazón rendido, y tú no hacías otra cosa que huir de mí, retirarte de mi lado dejándome tirada para no molestarte y levantarme en tus brazos? pues bueno, entonces te rogué mucho y no me escuchaste; ahora en cambio yo no te reconozco, y como tanto me despreciaste es imposible que estés cerca de mí”. ¿Qué le responderán en ese instante a la Divina Niña? nada hijas mías, porque ya entonces no valdrán pro­mesas ni humillaciones; ya no les servirá doblarse por más que quieran; y lle­nas de amargura se verán precisadas a decirle: –“Conozco que lo merezco.   - ¡Adiós para siempre Madre mía! nos apartas de tu lado, nos arrojas de tu pre­sencia, y nosotros que fuimos las escogidas para ser tuyas sirviéndote como es clavas, preferimos ser esclavas de nuestro enemigo, nos dejamos engañar siendo soberbias como Lucifer, y ahora ¡no te veremos más! no tendremos la dicha de ser tus hijas, sino que seguiremos sirviendo a Satanás”. ¡Qué pena! ¡qué amargura! - ¡Separarse de la Divina Niña para siempre! y todo por no querer humillarse un poco ahora que todavía es tiempo; por no soportar un desprecio, por no recibir humildes una corrección!. -
No se olviden de esta meditación que quiero que quede como un recuerdo vivo y constante de que si queremos llegar a ser verdaderamente humildes, hemos de unir la acción exterior al sentimiento interior; de manera que cuando come­tan una falta, procuren arrepentirse de ella sin tardanza para que al doblar sus rodillas delante de quien han ofendido, ya su corazón se esté doblando, porque de otro modo no les servirá de nada aquel perdón aún cuando lo consi­gan, puesto que las gracias del perdón no pueden penetrar más que en el alma de quien sabe de veras humillarse y demostrar que quiere ser esclava.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado para Nuestro Padrecito y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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