jueves, 13 de septiembre de 2012

MEDITACION Nº 6 HUMILDAD DE LA ESCLAVITUD



Preludios.-  Como en la primera meditación

Punto 1º.- Y si el amor de Dios y de las almas, fuerte como la muerte, ha de llevar a la más alta perfección, preciso es que la veamos cavándose los más profundos cimientos.
Y en efecto se los cava; pues así como la obediencia es evidente testimonio de amor, no lo es menos de humildad; por esta razón los maestros de la vi­da espiritual, llaman a la obediencia humildad práctica; pues el que obedece a otro, ha de despreciar ordenadamente su propio juicio y voluntad, para sujetarlo al que manda.
Punto 2º.- Y más te convencerás de que es así, mi buena hija, si recuerdas lo que a este fin dicen los Doctores con Sto. Tomás, y es: que el último y más perfecto grado de humildad, es hacer la voluntad de Dios; de modo que toda hu­mildad nos lleva a obedecer.
Punto 3º.- Por lo que hemos de aprender que lo supremo de la obediencia exige lo ínfimo de la humildad, por esta razón no quiso el Señor que nos llamáramos menores, ni mínimos, sino ínfimos, esto es, Esclavos; porque ya más des­preciable que ellos nada se encuentra entre los hombres. Solamente Jesús Euca­ristía, porque ha podido darse vida apareciendo cosa. -
Afectos.- Señor, vivir más despreciado para mejor aprender a ser Esclavo.
Propósitos.- Ser verdadero esclavo de todos los hombres.
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MEDITACION Nº 392
Lunes 2 de Abril de 1906. a.m.
HUMILDAD DE LA ESCLAVITUD

A nosotros nos parece la humildad practicada con perfección, una cosa so­bre-natural, pero es porque nos figuramos que desde luego vamos a adquirirla y quisiéramos empezar hoy y ser perfectas mañana, sin ponernos a pensar que eso no puede ser; en la vida todo tiene que estudiarse mucho porque sólo así se llega a practicar, y a dominar por completo aquello que se ha estudiado. Si a un principiante en música que apenas ha comenzado a estudiar el piano, le ponemos enfrente una pieza de esas de los grandes autores que a cada paso tie­nen inmensas dificultades, ¿podrá aquel que empieza vencerlas todas? es imposible; tiene que tropezar constantemente y no la tocará bien. Pues lo mismo sucede con la virtud; es cierto que a medida que vemos a una alma que se domina con facilidad, que sabe vencer sus pasiones, que en el mismo instante que recibe una reprensión se humilla, la encontramos muy hermosa, se nos llenan los ojos de lágrimas y nos parece que hasta es fácil humillarse; porque así pasa siempre que nos presentan algo bien hecho; mientras más bien hecho está, más creemos que es una cosa sencilla, que no tiene dificultades, y que cualquiera puede hacer lo mismo y con igual perfección. Por eso cuando oímos tocar admirablemente el piano, pensamos que no cuesta trabajo, y en cambio si el que toca va trastrabillando a cada momento, nos desanimamos y se nos figura que es una cosa muy difícil, que tiene muchos obstáculos para llegar a vencerla.
Ahora vamos a estudiar cómo debemos poner en práctica esa obediencia per­fecta, o lo que es lo mismo, esa humildad práctica que nos hará sujetarnos a obedecer a otra persona, despreciando nuestra propia voluntad, y rindiendo el juicio como dice Nuestro Padre y por la cual hemos del levar el nombre, no de menores, ni de mínimos, sino de ínfimos, es decir, Esclavos que es lo último de todo porque nada hay tan despreciable como un esclavo.
Vamos a suponer por ejemplo, que las monjitas que están en el Templo, tengan que vivir al lado de un sacerdote muy bueno, pero de genio violento, y que las consecuencias de ese carácter fuerte tengan ellas que sufrirlas, recibien­do malos tratos, desprecios, palabras duras, porque trate la persona a quien tienen que obedecer, de dominarlas no con dulzura sino con la fuerza, ¿qué de­berán hacer en ese caso? recordar a toda hora que son esclavas, que tienen que vencerse siempre, que su deber es vivir tolerando las humillaciones, tratando con mucha suavidad a quien las trate mal, obedeciendo todos sus mandatos, dán­dole gusto, ejecutando con prontitud sus órdenes para evitar que se disguste, y responder siempre con amabilidad y buena cara. Yo les aseguro que el que obedece con gusto un mandato duro y dado con aspereza, no sólo está obedeciendo, sino que en aquel acto de obediencia practica además la humildad, el vencimiento y la docilidad para rendir el juicio al ir a hacer una cosa que no es de su agrado y que no le parece bien; de manera que no solamente es una virtud la que adquiere, sino tres: –“la obediencia, la humildad y la docilidad de juicio”. Así es como llegan a formarse las esclavas y no de otro modo; por eso es que las monjitas del Templo tienen allí más facilidad de alcanzar la Escla­vitud, que en cualquiera otra parte; porque constantemente tienen ocasión de ejercitarse recibiendo desprecios a cambio de sus servicios, y un trato duro como recompensa de sus trabajos de todo el día.
Pues si Dios Ntro. Señor ha querido hijas mías, hacerles esa gracia, de proporcionarles los medios para vivir mortificadas y obtener la paga que a un esclavo le corresponde después de haberse sacrificado, que es como les decía yo el otro día: –“un desprecio absoluto”, díganme, ¿por qué quieren eximirse de ella y no le piden a Dios Ntro. Señor que les dé fortaleza para aceptarla?. ¡Qué mayor seguridad quieren tener de que la Divina Niña las reconoce por esclavas, que recibir el salario que les corresponde, y después de haberse esme­rado en agradar por medio de su trabajo, no encontrar un descanso a ese traba­jo ni otro consuelo que sentir sobre Vds. el punta-pie de la persona a quien han servido? ¿no saben que las esclavas no tenemos derecho para nada, ni siquiera para suplicar que nos confiesen? todos huyen de nosotros como de la peste, y se apartan sin tenernos caridad, sólo por el hecho de ser “Esclavas de la Divina Infantita”. Estamos bien despreciadas hijas mías, a tal grado que no hay quien se compadezca de nuestras pobres almas. ¡Qué dura es nuestra situación! y sin embargo, Dios Ntro. Señor es tan generoso con nosotros, que miran­do que el Padre que nos ha dado no puede estar cerca, ni ver por nuestras almas, El mismo les manda a Vds. la doctrina que necesitan valiéndose de una po­brecita criatura como soy yo, llena de rudeza, porque pueden creer que muchas veces no sé ni siquiera lo que les digo, y al acabar la meditación pueden ase­gurar que no conservo en la cabeza una palabra de lo que les acabo de decir, de esa doctrina que es toda de Dios y que por una gracia especial suya, permi­te que la conserve en su imaginación la niña Angelina para escribirla después. Esa doctrina es la que Vds. tienen que aprovechar para tomar de ella el jugo que necesiten, y nutrirse de esa manera del espíritu de Esclavitud; y eso no solamente crean que les obliga a las que están a mi lado y viven cerca de mí, sino a todas las que son mis hijas aunque vivan en el Templo o en Coyoacan. ¿Piensan acaso que porque vivan separadas no les obliga  conservar a todas el mismo espíritu? al contrario, las que están lejos de mí son las que más deben esmerarse en conservarlo sin estar pensando que desde donde están, no pueden tomar mi espíritu porque no me ven todos los días ni viven cerca de mí, y por consiguiente no están unidas. Entonces según eso, Vds. pensarán que Nuestro Padre y yo, porque estamos lejos y no podemos vernos ni hablarnos vivimos separados y se equivocan; más unidas están las almas mientras mayor es el grado de sacrificio, ya lo saben. ¿Cómo es posible pensar en la separación de Nuestro Padre y mía, cuando cada uno se está sacrificando en donde Dios lo quiere, y esos sacrificios van encaminados al mismo fin que es trabajar por la Esclavitud? así es que él no tiene mas afán que proporcionarle a la Obra, Esclavos para que yo los forme, y yo cifro todo mi empeño en sostenerle y formarle a sus hijas para que él las haga Esclavas; él en todo quiere ceder y dejarme todo el mando, porque piensa que yo soy la que debo mandar, y yo no trato sino de obe­decerlo en todo lo que sé que es de su agrado, y no tengo otro deseo que el de acatar y respetar sus determinaciones, porque sé que él es el escogido por Dios Ntro. Señor y el que debe mandarnos y gobernarnos. Esas son las reyertas del amor que tiene gana de sacrificarse por Dios, y esa es la unión mas íntima de las almas por separadas que estén.
Si creen Vds. que las mas unidas a mí son las que están a mi lado, se equivocan; porque mas unión tiene conmigo la que más se sacrifica, la que me­jor sabe sufrir, la que estando más lejos tiene ocasión de vivir mas mortificada. Díganme hijas mías, cuando los padres empiezan a dejar a sus hijos que an­den solitos, ¿qué lo hacen con el objeto de abandonarlos para que se caigan y puedan hasta matarse de un golpe? al contrario, los van dejando así para que vayan tomando fuerza, porque prefieren ver a sus hijos derechos, andar en dos pies y no en cuatro como los animales, ¿no les parece? pero aún cuando los van soltando poco a poco, no por eso los abandonan, sino que están fijos en ellos sus ojos y los rodean con sus brazos para poderlos sostener en una caída. Pues aplíquense Vds. esa comparación y de ella saquen en consecuencia que las que viven a mi lado todavía andan como los niños chiquitos, en cuatro pies, mientras que las que están lejos han comenzado ya a hacer sus solitos y a andar solo en dos pies que es como deben; pero si no quieren tomar fuerza, si no se enderezan cuando se sientan débiles, para tomar la leche del sacrificio que es la doctrina con que se han de alimentar, entonces hagan de cuenta que han vuelto a andar en cuatro pies, y que no quieren tomar el alimento que les ha de dar vida, sino que prefieren alimentarse comiendo alfalfa y parecerse a quien de ella se nutre. ¡Qué tristeza! que pudiendo servir a la Divina Niña como esclavas humildes y rendidas de juicio, por no vencerse un poco no quieran hacerlo y prefieran desperdiciar tantas gracias de que ahora no hacen caso, y de las cuales sin embargo, les tomarán estrecha cuenta el día que se presenten delante de Dios Ntro. Señor!.
Me dirán que si de todo voy a sacar puntos de meditación, pero no le hace; voy a decirles una cosa, y es: que Pepa la chiquitita que tenemos, tiene cos­tumbre de agacharse al suelo y buscar entre las rendijas de las vigas a ver qué encuentra; con la particularidad de que en todo lo mas pequeñito es en lo que se fija para cogerlo; de modo es que un chochito, un alfiler, un vidrito, lo saca muy bien con sus deditos. ¿Se han fijado? Pues bueno, con esto quiero decirles que así tendría yo ganas que se pusieran Vds. a buscar todo lo más insignificante, lo más chiquito, los actos más pequeños, y esos los practicaran sin cesar porque todas esas pequeñeces sirven mucho para la santificación.
Ya saben que su deber de Vds. es conservar el orden, la limpieza, y la doctrina del mismo modo que lo han dispuesto los superiores, y para eso cons­tantemente deben estar pendientes, para no hacer nada según su modo, sino todo conforme al modo de ellos; por lo mismo, la que tiene a su cargo la sacristía por ejemplo, ha de decirse: –“voy a procurar que toda la ropa esté sumamente limpia y cambiaré los purificadores y los manotejos en cada Misa, sin utilizar los varias veces aún cuando a mí me parezca que todavía están limpios y que así se economiza. ¿Y por qué voy a cambiarlos? porque así lo ha dispuesto Nuestro Padre y yo si soy Esclava, estoy aquí para respetar sus determinaciones. Las albas las cambiaré siquiera cada quince días, ¿aunque no estén sucias? aunque, porque Nuestro Padre ha dicho que en todo lo que sirva para la Misa ha de haber mucha limpieza y yo no trato sino de estudiar qué cosa es lo que le agrada para darle gusto. Arreglaré los roperos de la Sacristía, siquiera cada mes y procuraré hacerlo según el modo de mis superiores, y seré tan humilde que no me enojaré cuando alguno me haga una advertencia, porque si me causa disgusto y no me sé vencer, desde luego estoy demostrando que no soy Esclava”. La encargada de las niñas también debe decirse: –“voy a vigilar a estas niñas sin descuidarlas un solo momento; me esmeraré y tomaré empeño en lo que voy a enseñarles, y después de haberlas tenido a mi cargo todo el día, si me sobra tiempo veré qué arreglo, en qué me ocupo, cómo hago para que la casa esté siempre limpia y arreglada. ¡Pero es que estoy cansada, yo preferiría no hacer na­da! no le hace, aunque me muera del cansancio, aunque acabe hecha pedazos, he de trabajar en todo lo que se ofrezca, y muy contenta porque si me mato lo ha­go por Dios, porque lo amo mucho, porque tengo ganas de servirlo”. La que tiene a su cargo el aseo del Templo, ¡cómo debería tenerlo si amara mucho! les aseguro que se daría sus mañas para ver de qué manera sacudía las paredes, porque ese Templo consagrado a la Divina Niña y atendido por sus hijas, no debe jamás estar como los demás Templos, que tienen las paredes tan sucias que da pena verlas. Lo de la Divina Niña debe respirar limpieza y si no lo tienen así, es porque no aman como deben, puesto que si amaran, ya tratarían de hacer que se limpiaran todos los vidrios de las ventanas; ¿que cuesta mucho dinero? y qué importa, ¡ya veríamos el modo de pagarlo! aunque costara cien pesos y dié­ramos cinco pesos de abono cada mes!. A mí no me digan, ni me pongan dificultades porque el amor no las conoce; quien tiene de veras ganas de amar hijas mías, no se aparta un punto de donde puede encontrar el amor que busca; y si Vds. saben que la obediencia suma y el cumplimiento estricto del reglamento las han de hacer esclavas dulces, y amantes de la Divina Niña ¿por qué no lo practican? - ¿porqué si tienen prohibido hablar, no quieren obedecer y nunca hacen uso de la pizarra? ¿les parece largo el recado que tienen que escribir? no le hace, tengan paciencia porque esa es otra virtud que necesitan; ¿es que no tienen en ese momento el pizarrín? pues se callan y van a buscarlo. –“Pero si es que... es una razón que urge... y la persona que la espera tiene el genio violento y no le gusta esperarse”. Eso no les importe, ya se esperará sea como fuere y Vds. habrán sabido obedecer. - Que les da flojera y tienen que hacer un esfuerzo para vencerse? pues lo hacen, y así querrá decir que su obediencia tiene mayor mérito, porque no solamente obedecieron, sino que tuvieron que vencerse para obedecer. No olviden que sólo a fuerza de vencimientos se forma una verdadera esclava; no olviden que tenemos que ser santas, y que no nos hemos de santificar nada más con los palos que los demás nos den, sino con los que nos demos nosotras mismas para destruir el amor propio y para tomar la forma que necesi­tamos, recuerden siempre que lo que Dios Ntro. Señor quiere, es que nuestro molde y nuestro modelo sea la Sma. Virgen y para hacernos a ese molde y para imitar ese modelo tenemos que ser sumamente humildes obedientes y rendidas de juicio. Además, los santos no se forman en un momento a mí no me den Vds. una comunidad en la que entra una persona, la tienen tres meses de postulante, luego seis meses o un año de novicia y ya profesa, será muy bueno y muy santo ese modo de ser pero lo que es yo no lo entiendo ni los acepto, a mí me gustaría que profesaran ya que su alma estuviera bien formada al espíritu de la Obra y si por mí hubiera sido, ninguna de Vds. hubiera profesado todavía. Gra­cias a que entonces estaba aquí Nuestro Padre y me decía con mucha razón que era preciso, y que después la misma práctica les haría tomar espíritu, accedí a ello, pero por mi gusto todavía ahorita las tendría bien metidas en el noviciado porque no cabe duda que se necesita mucho para sacar almas de veras bien formadas. Ya saben que eso nos costará trabajo, que tendremos que luchar todo el día, pero en cambio tendremos la dicha de que cada noche después del examen de conciencia y de haber recibido el beso en los pies, iremos a acostarnos rendidas de humillarnos y de vencernos pero con el alma llena de las gracias hermosísimas que da la Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Divina Niña, ávidas de poseer las gracias especiales que nos tiene que conceder a sus esclavas le rogaremos que no nos niegue ese favor tan necesario para nosotros; que nos haga comprender en qué consiste la Esclavitud, que nos enseñe cómo no es esclava la que solamente lleva una cadena al cuello, otra cadena en la mano izquierda, y un traje de determinada forma con toca y todo, no hijas mías, no es eso lo que nos hace esclavas, porque aún con sus trajes si no sabemos humillarnos, obedecer ciegamente, y rendir el juicio, tendremos la apariencia exterior de esclavas pero no lo seremos puesto que el alma no sabe estar sujeta ni practicar las virtudes indispensa­bles para quien tiene deseos de servir humildemente a la Sma. Virgen y sacrificarnos por Ella, la Esclavitud consiste en no descuidar nada de lo pequeño, en no evitarse los sacrificios, en practicar los actos de virtud más insignificantes, así como Pepa escoge entre las rendijas del suelo todo lo más chiqui­to, y con cuidado mete sus deditos para sacarlo; para que entonces la Divina Niña mirando que sabemos aprovechar todo lo pequeñito y que nada desperdicia­mos luego nos ponga en los actos heroicos de la obediencia que son los que constituyen la verdadera santidad.
Le pediremos a Ntro. Señor Sacramentado la bendición para Nuestro Padrecito y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y de la Divina Infantita. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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