Preludio 1º.- Como en la meditación primera.
Preludio 2º.- Represéntate a Cristo Ntro. Señor en la noche de la Cena, radiante su rostro de
amor unas veces, y otras con vivísima expresión de fortaleza, por la que
dispone no sólo a ser sacrificado en la
Cruz al día siguiente, sino también quiere darse nueva vida
para ser sacrificado hasta la consumación de los siglos.
Preludio 3º.- Pedir al Señor este espíritu de sacrificio.
Punto 1º.- Me dices también en la misma carta: –“Me
pareció ver en la meditación, que la flor de la Encarnación es el
Sacramento de la Eucaristía”.
Muy bien visto hija mía, muy bien visto.
La
Eucaristía es la flor de la Encarnación, porque
así como la flor corona el tallo que la engendra, nutre y sustenta, así la Eucaristía corona la Encarnación que la engendra,
nutre y sustenta. La
Eucaristía es de un modo especial, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, fruto
preciosísimo de la
Encarnación. Y si como dicen algunos teólogos, en la Eucaristía adoramos la
misma sangre dada por María y la misma carne formada por Ella y de Ella, de qué
modo más directo podremos afirmar que la Eucaristía es la flor, esto es, como la última
perfección de la
Encarnación.
Punto 2º.- Y si por lo que a nosotros toca, la Eucaristía es flor de la Encarnación en cuanto
Jesús es modelo más consumado de la Esclavitud en su vida Eucarística que en la de
hombre, también es verdad. Porque en primer lugar es común entre todos los
santos y doctores, que Jesús en el Sacramento se anonada más que como hombre;
aquí oculta sólo su divinidad, allí también su humanidad; como hombre es algo,
pero como Eucaristía es accidente, casi nada, es a lo sumo de los ojos
de la carne, cosa. ¿Cómo anonadarse más?.
Punto 3º.- ¿Y qué diremos en cuanto a su obediencia?
Allí sí que se verifica que Dios mismo se sujeta a la voz de Dios, y se sujeta
para ser sacrificado con el cuchillo de las divinas palabras de la Consagración.
Obedece siempre hasta la consumación de los siglos,
en todo instante, porque a toda hora se está celebrando el Santo Sacrificio y
se está dando la
Sagrada Comunión. - Obedece en todo lugar porque en
toda la redondez de la tierra, se sacrifica el Cordero sin mancilla, la
limpísima oblación agradable al Eterno Padre. - Obedece a todos,
justos y pecadores; de todos se deja llevar y traer, y todos lo pueden tratar
con decoro o sin él. - A la voz de todos los sacerdotes se
verifica la
Transustanciación; esto es el milagro de los milagros, la
maravilla de Dios por excelencia. - Y a los hombres buenos y malos, ya lo
traten con buenos o malos modos, con justicia o con injusticia, a todos
obedece sin la menor réplica.
Afectos.- Admirada está mi alma, Jesús mío, ¿qué más
has podido hacer para determinarme a ser Esclavo? - ¡Señor, que yo aprenda a anonadarme!
- ¡Señor, que yo aprenda a obedecer!. -
Propósito.- Ser esclavo de todos, siempre y en
todo lugar.
__________
MEDITACION Nº 396
Viernes 20 de Abril de 1906. a.m.
NUESTRO MAS PERFECTO MODELO,
LA
EUCARISTIA
Dios Ntro. Señor nos ama tanto, que ese amor le hacía desear con
ansia la noche de la Cena,
para que llegara el momento precioso en que había de darnos la mayor prueba de
finura quedándose con nosotros para siempre en el Santísimo Sacramento del
Altar; y fíjense ¡en qué circunstancias nos daba esa demostración de su
ternura! cuando estaba ya para morir por salvarnos.
¡Qué finura tan grande la de Dios Ntro. Señor, y qué poco nos
cuidamos de corresponderle siendo finas con El y desviviéndonos verdaderamente
por servirlo!. Cuando en el mundo encontramos una persona que tenga alguna
fineza para nosotros, ¡cuánto se lo agradecemos! - ¡cómo procuramos tratarla
del modo más fino que podemos para demostrarle nuestro agradecimiento! y sin
embargo para Dios no tenemos finura ni nos importa servirlo de tal o cual
manera, sin siquiera fijarnos en lo que hacemos y en el modo de hacerlo. Pues
bueno, con todo y eso es tanta su misericordia, que todo lo perdona, se olvida
de nuestras faltas, de nuestras imperfecciones, no piensa en nuestra
indiferencia para con El, ni en las muchas ingratitudes con que pagamos sus
beneficios; todo lo contrario, siempre está dispuesto a venir con nosotros y a
obedecer al sacerdote que lo manda, sin fijarse si es digno o no lo es si tiene
su conciencia manchada o limpia, si es justo o pecador; nada lo detiene, y por
indigno que sea el que lo toma en sus manos, El se deja llevar y sin hacer ni
el movimiento más insignificante de contrariedad, va al corazón de quien lo
solicita aún cuando aquel corazón sea duro, frío o indiferente. En el Sagrario
también permanece inmóvil esperando allí a que vayamos a visitarlo, haciéndole
compañía cuando buenamente tengamos ganas; y cuando nos acercamos está callado,
no nos dice una palabra de reproche porque nos olvidamos de El y no le tenemos
el debido respeto. Jamás habrán oído Vds. conciliábulos dentro del Sagrario que
demuestren la contrariedad de Dios Ntro. Señor por el abandono en que lo
tenemos, y por la falta de amor de nuestras almas. Sufre mucho por todas y sabe
sufrir callando, sin cansarse de esperar, y dispuesto a derramar a toda hora
sus gracias y misericordias sobre los corazones que van a buscarlo.
¡Y ese es el Modelo que nosotros tenemos que copiar! Vds. calculen
si podrán llegar a imitarlo. ¡Qué capaz! nosotros somos de tal manera
soberbias, y estamos tan pagadas, tan engreídas, y tan satisfechas de que
valemos mucho, que no podemos soportar que nos desprecien, que no nos respeten
y nos obedezcan inmediatamente; quisiéramos que todo el mundo se rindiera a
nosotros, que nos tratara con las mayores consideraciones, y cuando alguno
comete una ligera falta, no somos capaces de tenerle misericordia. De manera
que si nosotros tuviéramos poder para castigar como lo tiene Dios Ntro. Señor,
aún cuando fuera por un poco de tiempo nada más, con sólo que nos concediera
dos horas de reinado como las tuvo el limpia chimeneas, en esa piecesita que
todas Vds. conocen, les aseguro que trataríamos sin piedad a todo el que nos
hubiera hecho alguna cosa por pequeña que fuera.
Sí hijas mías, porque Dios es todo misericordia, se compadece de
nuestras miserias, y perdona las faltas que cometemos en cada caída, pero
nosotros no somos tan generosas; por eso tratamos con dureza a los demás y no
conocemos la misericordia. De ahí viene que Vds. quieran un castigo por cada falta de una niña
aunque esa falta no valga la pena; ¿ya se volteó? pues a apuntarla para que se
le castigue; ¿ya hizo un movimiento? otro apunte; ¿ya le hablé dos veces y no
obedeció al punto? a castigarla sin remedio; ¿ya puso mala cara? otro castigo.
- ¡Qué tristeza! bien se conoce que esas pobres niñas no son hijas de Vds. que
si lo fueran, las tratarían de muy distinto modo; siento pena al pensar en que
esas criaturas se consideran huérfanas, y que todas Vds. estén llenas de
dureza para ellas porque no es así como deberían tratarlas, sino con mucha
dulzura y caridad, para que se supiera que en los Asilos de la Divina Infantita cada
esclava era una madre para las pobrecitas que se abrigaran en ellos. Eso es lo
que yo quiero encontrar en los corazones que se formen para la Divina Niña; no me
gusta la dureza, no tolero que a las niñas las traten a jalones, ni que las
empujen, ni que estén inventando penitencias para castigar una cosa que no
vale la pena, como por ejemplo el que la niña se movió, volteó la cara, no tuvo
la debida atención, se rascó, comió de prisa, se amarró un zapato, no hijas
mías, si cada acto de esos lo creen Vds. digno de castigo, es porque no saben
todavía ser misericordiosas con las almas; porque no quieren pasarles nada,
porque no procuran perder su modo propio y sujetarse al modo de sus superiores
que es el que quiere darles Dios Ntro. Señor; porque no les quepa duda que el
espíritu que nosotros tratamos de inculcarles a Vds. es puramente de Dios. Por
eso me hizo ver El en el retiro del último día, que yo no tenía cabeza, como
para decirme que cuanto yo dispusiera no lo ordenaba con el cerebro mío puesto
que no lo tenía, sino que todo era dispuesto por Dios; y esto me lo hizo ver
después de haberme dado en otro retiro, el conocimiento de ese como faro que yo
vi que tenía puesto por Dios Ntro. Señor, para poder penetrar con esa luz suya
dentro de las almas, y conocer a todas Vds. interiormente; de manera que
iluminada por Dios es del único modo que puedo dirigir a Vds. y hacerle ver a
cada una lo que tiene que corregir para llegar a adquirir la santidad de su
alma.
Con que si desean verdaderamente llegar a ser esclavas, tienen que
prescindir por completo de sí mismas, que perder su modo propio, que no amarse
de la manera que se aman; porque ese amor tan grande que se tienen es el que
les hace estar pensando siempre: que han cumplido, que han quedado bien en
todo, que con razón gozan del privilegio de ser consentidas del superior; el
amor propio y no otra cosa es lo que les hace ver que son las predilectas, las
más queridas, las mejor tratadas; cuando eso no es así, pero si lo fuera,
lejos de causarles satisfacción debería darles pena porque pensarían: –“¿soy
la menos corregida? ¿me tratan con más consideración que a las otras? no es
porque me prefieran, ni porque mis méritos sean mayores, sino al contrario,
tal vez me conocen que soy demasiado débil, que no estoy capaz por ahora de
sufrir un desprecio, y por eso me tratan como a una señorita”. Convénzanse
hijas mías que es la verdad; si el superior no aprieta todo lo necesario, es
porque conoce la falta de fortaleza de Vds. y conforme las ve más fuertes más
las corrige y las desprecia para llevarlas a la santidad, de la cual están muy
lejos mientras no se vean humilladas, tratadas mal, y bien despreciadas, porque
no hay más camino que ese para alcanzarla. Si pretenden ser santas yendo por un
camino de chiqueos, de consentimiento y de predilecciones, están muy
equivocadas, porque nunca llegarán a serlo de esa manera; sólo a fuerza de palo
y sacrificio es como se forja una alma que quiere ser perfecta.
No olviden que ese es el camino que hay que seguir, y mientras no
se vean abatidas, despreciadas, colmadas de humillaciones, aseguren que están
enteramente separadas del camino que lleva a Dios. De tal manera han de
anonadarse y sujetarse a lo que Ntro. Señor quiere de Vds. que no han de tener
más voluntad que la de los superiores, ni más deseo que cumplir sus mandatos
tal como los prescriben, al pie de la letra; así es que deben procurar ser
sumamente dulces con las niñas, pero esa dulzura no ha de consistir en
caricias, no ha de consistir en mieles y consentimientos que den malos
resultados; sino en ser suaves para tratarlas, figurándose continuamente que
son las madres de ellas y que Dios se las ha dado por hijas, para que con toda
ternura las lleven a El.
Las Esclavas tendrán que ser como las espigas del trigo; tiernas y
delicadas como son esas espigas que se extienden en campos grandísimos y que
dan esos granos que después de bien molidos y triturados, sirven para hacer el
pan de la Sagrada
Eucaristía. Me acuerdo que en otra ocasión les expliqué ya
cómo se sembraba y cultivaba ese trigo, cuando lo supe por una persona que
entendía bien cómo se hacía todo eso, y cómo se preparaba el terreno para
sembrarlo; por eso ahora ya no les digo, porque ni sería fácil que yo lo
recordara; solamente quiero decirles que ese trigo lo colocan entre dos piedras
grandes y allí resiste que lo trituren para quedar bien machacado, al grado de
sacar de él una harina finísima que es la que se necesita para hacer las
Hostias. Después aquella harina bien batida, se pone en un molde que ha estado
en el fuego.
Con que ya ven hijas mías que si las esclavas hemos de ser como
ese trigo, puesto que Dios Ntro. Señor eso nos pide y así me lo ha hecho ver en
la oración, ¡cuánto tendremos que luchar y que vencernos para llegar a soportar
que nos trituren, que nos despedacen, que nos hagan polvo como se hace el
trigo! por eso empiecen por dejarse sembrar en su corazón esa semilla, y
regarla todos los días con la doctrina que encierra la palabra de Dios Ntro.
Señor, y de esa manera seremos en las manos de los Esclavos que son los que han
de formar a las esclavas dándoles el espíritu que ellos hayan tomado de Nuestro
Padre, como el trigo que se convierte en pan, para poder convertirnos lo mismo
nosotros, y poder vivir con Dios Ntro. Señor en el Sagrario; como quien dice,
Sacramentadas con El, sin apartarnos un minuto de su presencia, llevando una
vida contemplativa y al mismo tiempo llena de actividad, puesto que hemos de
abarcar todos los trabajos que se nos presenten.
Ahora quiero decirles otra cosa para que se posesionen bien de
ella. Tenemos aquí una niña chiquitita que es Pepa, a la que todas conocen; y
esa niña quería mucho a una monjita a quien también conocen, y que se llama:
Almita. Nada más natural que la quisiera puesto que desde que esa niña vino
aquí, esa monjita se encargó de atenderla, de cuidarla, de darle sus alimentos;
pero como ella no quería para sí ese cariño sino que todo su afán es que me
quieran a mí, me decía: –“mire V. yo voy a despreciar a Pepa, yo la castigaré
cuando haya que hacerlo, no le daré nada, y entonces, cuando yo la haya
despreciado V. la llama y la chiquea para que así a quien quiera sea a V. y no
a mí”. Pues bueno, tal ha sido su empeño por lograr atraer para mí el cariño de
la muchachita, que lo ha conseguido; y hay que advertir que esa niña no me
quería, huía de mí, y no me tenía sino miedo. Ya saben cuáles han sido los
medios de que se ha valido para lograrlo: ella me trae la leche ya compuesta
nada más para que yo se la dé; cuando la chiquita le hace un halago, le pone
cara seria, la desprecia, la trata mal, le enseña un zapato, y hace que conmigo
busque el consuelo; de manera que todos los trabajos son suyos porque la
limpia, la viste, la arregla, la cura, la corrige, todo le hace, y la
recompensa que para ella busca es el desprecio de la niña con tal que a mí me
busque y me quiera. Esa es una lección que me ha dado mucho en que pensar, no
vayan a creer; y cuando vi que ella logró lo que quería que era llevar a mí
todo el cariño de esa niña, teniendo ella todos los trabajos, pensé: –“¡Qué
pena! ¿será posible que Almita haya conseguido lo que deseaba, y yo que quiero
trabajar con mucho gusto y
sacrificarme formando a Vds. para llevarlas a Dios, no lo pueda conseguir?”.
Pues así me pasa hijas mías, no logro que Vds. busquen a Dios como yo quisiera;
ven que muchas veces las desprecio de intento, las trato duro, para ver si así
consigo que vayan a refugiarse con el único que podrá consolarlas y que sabe
pagar con toda finura los desprecios y las humillaciones que se sufren por El,
pero hasta ahora no me siento feliz, no le dan el lleno a mi corazón porque no
saben amar.
Aprovechen esta lección que les he contado, para llevar a todas
las niñas a Dios, para enseñarles a sacrificarse por su amor, a ser humildes, a
sufrir contentas, a obedecer y respetar a sus superiores; pero no quieran darse
a respetar a fuerza de dureza y sin soltar la alpargata de la mano, porque no
lograrán nunca otra cosa que inspirarles temor y repulsión para con Vds.
Obedezcan ciegamente, sean muy dóciles de juicio, tengan una voluntad
completamente rendida, y así podrán decir que sacan fruto de las meditaciones.
El fruto de hoy ya saben cuál ha de ser: pensar constantemente en Jesús en la Eucaristía; recordar
con cuánto amor y con cuántas ansias esperó el momento de instituir ese
Sacramento para poder quedarse entre nosotros; considerar la sumisión tan completa
de todo un Dios en el Sagrario, y cómo se deja hacer todo lo que los hombres
quieren; si lo sacan no se resiste; si lo tiran se queda tirado; si lo llevan
se deja llevar; allí obedece al último
de los hombres, al más pequeño, al mayor pecador, y si coge cualquiera el copón
aún cuando no sea sacerdote, nada le dice, sino que se deja tratar como quieran
tratarlo, con respeto o sin él. Esa es la mayor perfección a que puede llegar
un obediente, y puesto que Nuestro Padre dice que el modelo más perfecto que
tenemos los Esclavos, es Jesús en la Eucaristía, procuremos imitarlo anonadándonos
como El, obedeciendo a quien nos mande y con la prontitud con que obedece Dios
Ntro. Señor.
El día que sepamos nosotros vivir así anonadadas, ya podemos decir
que hemos adquirido por fin la verdadera Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Divina Niña, a pedirle
vamos que nos enseñe cómo hemos de aprender a anonadarnos, cómo hemos de aprender a obedecer, para que
así como Ntro. Señor en el momento mismo que ya está hecho el pan y lo tiene en
sus manos el sacerdote, no hace más que oírlo hablar y pronunciando las
palabras de la
Consagración, y ya está El allí obedeciendo aquella voz y
convirtiendo aquel pan en su Sacratísimo Cuerpo para darse a nosotros, así
todas las que de veras tengamos grandes deseos de ser esclavas, obedezcamos la
voz de quien nos manda, sin pensar, sin detenernos, escuchando el mandato y
ejecutándolo tan pronto como recibamos la orden de hacerlo. Eso querrá decir
que estamos completamente anonadadas, olvidadas de nosotros mismas,
sacramentadas con Dios en el Sagrario, dispuestas a dejarnos mandar y maltratar
de todo el mundo lo mismo que El se deja, sin pronunciar una sola palabra, sin
hacer un movimiento de disgusto, sin poner mala cara, sin dar una disculpa cuando
se nos corrija.
Si así lo hacemos, ya podremos decir que tratamos de imitar en
algo a Jesús en la
Eucaristía que es nuestro perfecto modelo, el más acabado, el
que nos ha de enseñar a practicar esa obediencia, ese anonadamiento sin límites
que es el que nos ha de hacer santas dándonos la verdadera Esclavitud.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado y a la Divina Niña para
Nuestro Padre y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.
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