jueves, 13 de septiembre de 2012

MEDITACION Nº 5 OBEDIENCIA PRACTICA DE LA ESCLAVITUD



Preludios.- Como en la meditación primera.

Punto 1º.- Para que el ánimo se penetre bien de que la obediencia prácti­ca que ha de profesar la Esclavitud, es la más perfecta, recuerda hija mía que ninguna Religión abraza el voto de no mandar, que han de hacer entre nosotros los Esclavos todos, y las Esclavas Sacramentadas entre las Esclavas. -
Punto 2º.- El Esclavo por consiguiente, si nunca ha de mandar, siempre ha de obedecer; y en todo lugar ha de obedecer; y a todos ha de obedecer, compa­ginando el mandato de los unos con los de los otros. - Por ejemplo, el Esclavo obedecerá incondicionalmente al Papa. - Obedecerá la Santa Regla aprobada por el Papa, y al Obispo en conformidad con la Regla; al Párroco, no oponiéndose a lo mandado por el Sr. Obispo, y a todos los hombres, siempre que no nos manden, rueguen o exhorten que hagamos algo que contraríe cualquiera de las prescrip­ciones de los anteriores; y en el estricto foro de la conciencia, y para lo que se refiera al espíritu de la Esclavitud, obedeceremos al P. Espíritu. - Todo este es el alcance de nuestro voto de obediencia. En verdad que es lo supremo de la obediencia. -
Punto 3º.- Si es como acabas de ver, lo supremo de la obediencia, también es el más agradable de todos los sacrificios; pues el orden en los sacrificios es este: - menor, el que sacrifica las cosas exteriores, las riquezas, a que se refiere el voto de pobreza. - Medio, el que sacrifica los bienes del cuerpo, a los que afecta el voto de castidad; y mayor, el que se ofrece de los bienes del alma, entre los cuales los mejores son los de la voluntad, a los que se refiere el voto de obediencia.
Ahora bien, dentro de cada voto puede haber mayor a menor perfección, según que el sacrificio se haga más o menos perfectamente; hemos dicho que la Esclavitud alcanza lo supremo de la obediencia, luego alcanza la más alta perfección. Y esta alteza de perfección que tanto desprecio de sí mismos exige de los Esclavos, es en último resultado una cuestión de hecho; pues hasta ahora lo que más se atrevieron a hacer las Congregaciones Religiosas, fue el 4º voto de obediencia al Papa.
Afectos.- Señor, ¡qué admirable es que el hombre tan desenfrenadamente por lo general, amante de su voluntad, quiera someterse a todos por amor tuyo!. Danos tu amor, Señor, para que por él todo lo podamos.
Propósito.- Adquirir este espíritu de obediencia. -
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MEDITACION Nº 391
Domingo 1º de Abril de 1906. a.m.
OBEDIENCIA PRACTICA DE LA ESCLAVITUD

Hoy vamos a hablar del voto de obediencia, que según dice Nuestro Padre, ha de ser el mayor de los que hagamos en la Esclavitud. Ese voto de Nunca mandar que tienen obligación de hacer los Esclavos todos, y entre nosotros según la idea de Nuestro Padrecito sólo les obliga a las Esclavas que han de llamarse Sacramentadas, y que seguramente no lo prescribió él para todas, porque no nos consideró capaces de llevarlo a cabo, por esa propensión con que nacemos las mujeres de querer mandar a todas horas, y a cuantos tenemos enfrente, (y Vds. perdonen pero es la verdad), es en la obediencia lo más perfecto que pue­de haber; de manera que quien se hace obediente a ese grado, no puede dudar que alcanzará lo sumo de la perfección. Y ¿qué les parecería a Vds. que noso­tros nos propusiéramos no dejarnos aventajar en obediencia, ni por los Escla­vos ni por las Esclavas Sacramentadas? sino que también nos hiciéramos el áni­mo de no mandar jamás, y desde luego comenzar a ejecutarlo, para que así sorprendiéramos a Nuestro Padre y lo obligáramos a que también para nosotros prescribiera ese voto en la Regla, mirando que lo solicitábamos no de palabra sino con los hechos, puesto que podríamos probarle que éramos capaces de sostenerlo, mirando él que lo habíamos llevado a la práctica, ¿de qué manera? de esta: - Que las que ocupen los cargos de Hermanas mayores, no por ese se consideren superioras de las demás, para que así no manden nunca como inferiores a las que tengan a su cargo, sino que sencillamente sean como las vigilantes de todo, las encargadas de que se conserve el espíritu y el orden; y las otras por su parte, las respeten como a un superior pero sin sentir sobre ellas el mandato de quien las mandó. Es el medio de que pueden valerse las que se resisten a ocupar el puesto de Hermanas mayores, para no serlo y poder romper el papel donde esté escrito ese título; quiere decir que cumplirán con todo lo que se les haya encomendado, cuidarán de cuanto tengan a su cargo, tendrán encima to­dos los trabajos, las demás recurrirán a ellas para preguntarles, para consul­tar lo que quieran, porque Vds. comprenden que es fuerza que haya alguna que haga cabeza, porque si así no fuera, las hermanas no sabrían a qué atenerse y resultaría que cada una acabaría por vivir haciendo su voluntad y eso no sería posible ¿no les parece? pero a su vez esas hermanas mayores, vivirán sujetas, y nunca considerarán como inferiores suyos a las otras, ni darán una determinación sin consultarla.
¿No les parece que es encantadora la obediencia practicada de esa manera? y como ha de practicarse por puro amor, por eso mismo se nos facilitará, y la Divina Niña hará que nos parezca dulce y llena de suavidad, como todo lo que hacemos por Ella con el fin de agradarla. Nuestro Padre quiso imponerles ese voto a las Sacramentadas, porque él pensó en ellas como en unas almas dedicadas exclusivamente al servicio de los Sagrarios y de todo lo que directamente tuviera que ver con Jesús Sacramentado; por eso les dio ese nombre, con el ob­jeto de que fueran como novicias perpetuas, que jamás dejaran el noviciado, que vivieran en un retiro constante, Sacramentadas con Dios Ntro. Señor, consagra­das a cuidar de todo lo suyo y a llevar al mismo tiempo una vida de trabajo y sacrificio unida a una continua oración, para ofrecerse como un holocausto, como víctimas del amor a Jesús en el Sacramento. Ese es el pensamiento de Nuestro Padre y es muy hermoso, no cabe duda, lo que sucede es que todavía nosotros no hemos visto una Esclava Sacramentada, porque la monjita que tuvimos con ese nombre y que se murió, Vds. saben bien que de Sacramentada no tuvo más que la toca. La pobrecita sería muy buena, no digo lo contrario, pero hay mucha dife­rencia entre ser buena y tener impregnado en el alma el espíritu de la Congre­gación, y ese desgraciadamente nunca lo tuvo. Por eso es que todas Vds. al oír decir: “Sacramentadas”, parece como que no les gustan; pero ya verán cuando lleguemos a ver una verdadera Esclava Sacramentada que sepa cumplir con sus deberes, que lleve bien grabado en su alma el espíritu de la Esclavitud, que viva anonadada constantemente y sepultada en vida en el Sagrario, sin ver a nadie, sin tratar con persona alguna, sin hablar con los demás, ¡qué encanto darán esas almas!. Así las quiere Nuestro Padre; que no vuelvan a recibir visitas, que ninguno de su casa vaya a verlas, que desde el momento de su profesión ha­gan de cuenta que murieron realmente para el mundo porque desde ese momento sólo servirán para Dios, para vivir en Dios y por Dios, sin dejar por eso de trabajar en todo lo que tengan a su cargo.
Pues bueno, yo sin pensar siquiera en que llegaría a formar una Congrega­ción, sin saber ni cómo podría hacerlo, tenía sin embargo este pensamiento: que todo lo que sirviera para Ntro. Señor estuviera siempre muy limpio y arre­glado, de manera que al P. López que ahora viene a confesar a las niñas, le contaba yo desde entonces lo que pensaba hacer, y me acuerdo que cuando se formó el Asilito de niñas, no tuve otra ilusión sino que ellas más tarde tuvieran a su cargo esas cosas de las Iglesias y se ocuparan de servir a las Parroquias, de proveerlas de ropa limpia, de hacer las Hostias, para que todo lo de Dios fuera hecho con mucho amor y cuidado. Yo le decía a ese P. López que aquellas niñas aprenderían a hacer Hostias con mucha limpieza, que yo tendría una pieza dedicada a guardar la ropa de las Iglesias, y que todo se cambiaría muy segui­do para tenerlo siempre albeando. - Y él entonces me decía: –“Una empresa que lleva tan buen fin no puede menos que agradar a Dios, y El la favorecerá para que prospere”. (Pueden preguntarle a él mismo y verán cómo así me lo decía.)
Después, cuando yo vi en sus hojitas de apuntes de Nuestro Padre, que él hacía siete años que tenía pensado lo mismo, fue cuando comprendí que era per­misión divina el habernos conocido, porque su alma estaba hecha por Dios para embonar en la mía, y que la mía estaba formada para la suya, y por eso Ntro. Señor nos había reunido. Y realmente hijas mías, no podemos negar que estába­mos hechos el uno para el otro; que él tenía impregnada en su alma la Esclavi­tud y la había recibido de la mano de Dios desde mucho tiempo antes de conocerme, de manera que primero le dio la idea de la servidumbre de una Reina que yo tenía en mi poder hacía veinte años. Yo tengo delirio por esa Niña, por esa Reina, y toda mi delicia está cifrada en que la amen con locura, pero Nuestro Padre vino a enseñarme cómo había de formarle su servidumbre haciéndome ver que no había yo de buscarle simples devotos, ni puras dádivas materiales; que tampoco las niñas del Asilo serían las que la amaran y se ocuparan como yo quería, de atender los Sagrarios y de fabricar Hostias con sus manos sucias, sino que habíamos de formarle hijas que embriagadas en el amor de esa Niña encanta­dora, se supieran sacrificar por Ella, y esas hijas serían las que se consagraran también al servicio de Jesús Sacramentado. ¡Y todavía hay quien dude que nuestra unión está hecha puramente por Dios Ntro. Señor!.
Con que ahora, vamos a ver: ¿están dispuestas todas Vds. a vivir sacrifi­cadas por el amor de esa Niña chiquitita, de esa Reina Inmaculada, de ese encanto de nuestras almas? si así lo quieren es preciso que vivan anonadándose, siempre llenas de mansedumbre y suavidad, haciéndose niñas, para que resulte una servidumbre adecuada a la Reinita que nos ha dado Dios Ntro. Señor, y que con todo y ser tan pequeñita está ya vestida con el traje propio de una Reina; así ha querido presentarse al mundo, con ese traje se le dejó ver a aquella monjita Magdalenita cuando se le apareció el día de los Santos Reyes, acostadita y oscilando en el aire. A pesar de ser recién nacida, no tiene esa envoltu­ra propia de los niños pequeñitos ni las manecitas atadas, porque ya desde esa edad se deja ver como una Reina, con el cetro entre sus manos y teniéndolas libres para repartir desde tan pequeñita gracias y misericordias; no le abriga una falla su cabecita, sino que se la cubre un velo finísimo, para decirnos que bajo ese velo que representa su pureza virginal, nos ha de abrigar a todos sus hijos, y que en esa angelical pureza había de envolver a todas las almas que quisieran ponerse bajo su protección. De modo es que aún cuando a algunos les llame la atención y les parezca impropio el vestido de la Divina Niña porque no la tenemos entre pañales, ese es el traje que debe vestir porque Ella lo ha querido, y por eso no se le apareció a esa leguita ni con falla ni con ninguna envoltura; tampoco la vio con manto, sino solamente con ese velo que cubre su cabecita, y teniendo sobre ella la corona de Reina. Así es como hemos de venerarla todas las esclavas, y también así la enseñaremos al mundo para convencerlo, para que se persuada que Ella reinará algún día en ese mundo que ahora no quiere rendirse, y que para que llegue a hacerlo necesitamos conquis­tarlo a fuerza de dulzura y sacrificio y por medio del Rosario. Por eso todos los Esclavos y las Esclavas tenemos la devoción de rezar todos los días la Ho­ra de quince Misterios, porque con ella pasaremos todos los puentes, salvare­mos todas las dificultades y atravesaremos firmes por todos los obstáculos que se nos presenten, para llegar nosotros y llevar a las almas al amor de la Divina Infantita.
Postradas en la presencia de la Divina Niña le pediremos y le daremos gracias; le pediremos perfección en la obediencia para saber cumplir el voto de nunca mandar que Nuestro Padre tiene prescrito en su Regla para los Esclavos, y en la nuestra para las Esclavas Sacramentadas, solamente, pero que nosotros deberemos hacer también porque no es justo que nos privemos de esa gracia; ese voto podremos practicarlo siempre que tengamos verdaderos deseos de considerar a todos los que nos rodean, como superiores nuestros; de manera que dándoles ese derecho de superioridad a los demás sobre nosotros, nos consideraremos co­mo inferiores siempre, como las últimas, y teniendo ese concepto viviremos obedeciendo continuamente sabremos anonadarnos para hacernos santas, porque sólo así lo lograremos. Ya saben que en la Esclavitud no se ha de alcanzar la santidad más que de esa manera, así es que no formaremos nunca santos a golpe de martillo sino con la fuerza de las humillaciones.
Le daremos gracias a la Divina Niña por haberle dado a Nuestro Padre el tesoro tan grande que le dio con la Esclavitud que había de ser para Ella, pa­ra formarle su servidumbre, para que de esa Obra tan hermosa nacieran los vasallos de los que Ella iba a ser Reina. Le daremos gracias también al Niño Jesús porque permitió que el 25 de Diciembre cuando El acababa de nacer al mundo, recibiera Nuestro Padre la luz de Dios para consagrarle toda la Esclavitud a su Madre Santísima pequeñita, porque quería que Ella reinara en los corazones desde chiquitita y que así fuera la Reina Inmaculada de los Esclavos; y luego, el día 1º de Enero, en un día que también se le consagra a El porque es festi­vidad suya, quiso que la Divina Niña se me presentara llena de alegría de la mano de Nuestro Padre, para presentármelo como su Esclavo diciéndome: –“¿Aca­so no sabes que ya tengo mi José de la Divina Infantita?”. Por todos esos fa­vores le daremos las gracias, y sobre todo, por habernos escogido para sembrar en nuestros corazones la semilla de la Esclavitud.
Le pediremos a Ntro. Señor Sacramentado la bendición para todos nosotros en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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