Preludios.- Como en la meditación primera.
Punto 1º.- Para que el ánimo se penetre bien de que
la obediencia práctica que ha de profesar la Esclavitud, es la más
perfecta, recuerda hija mía que ninguna Religión abraza el voto de no mandar,
que han de hacer entre nosotros los Esclavos todos, y las Esclavas
Sacramentadas entre las Esclavas. -
Punto 2º.- El Esclavo por consiguiente, si nunca ha
de mandar, siempre ha de obedecer; y en todo lugar ha de
obedecer; y a todos ha de obedecer, compaginando el mandato de
los unos con los de los otros. - Por ejemplo, el Esclavo obedecerá
incondicionalmente al Papa. - Obedecerá la Santa Regla aprobada
por el Papa, y al Obispo en conformidad con la Regla; al Párroco, no oponiéndose a lo mandado
por el Sr. Obispo, y a todos los hombres, siempre que no nos manden,
rueguen o exhorten que hagamos algo que contraríe cualquiera de las prescripciones
de los anteriores; y en el estricto foro de la conciencia, y para lo que se
refiera al espíritu de la
Esclavitud, obedeceremos al P. Espíritu. - Todo este es el
alcance de nuestro voto de obediencia. En verdad que es lo supremo de la
obediencia. -
Punto 3º.- Si es como acabas de ver, lo supremo de
la obediencia, también es el más agradable de todos los sacrificios; pues el
orden en los sacrificios es este: - menor, el que sacrifica las cosas
exteriores, las riquezas, a que se refiere el voto de pobreza. - Medio,
el que sacrifica los bienes del cuerpo, a los que afecta el voto de castidad; y
mayor, el que se ofrece de los bienes del alma, entre los cuales los
mejores son los de la voluntad, a los que se refiere el voto de obediencia.
Ahora bien, dentro de cada voto puede haber mayor a menor
perfección, según que el sacrificio se haga más o menos perfectamente; hemos
dicho que la Esclavitud
alcanza lo supremo de la obediencia, luego alcanza la más alta perfección. Y
esta alteza de perfección que tanto desprecio de sí mismos exige de los
Esclavos, es en último resultado una cuestión de hecho; pues hasta ahora lo que
más se atrevieron a hacer las Congregaciones Religiosas, fue el 4º voto de
obediencia al Papa.
Afectos.- Señor, ¡qué admirable es que el hombre tan
desenfrenadamente por lo general, amante de su voluntad, quiera someterse a
todos por amor tuyo!. Danos tu amor, Señor, para que por él todo lo podamos.
Propósito.- Adquirir este espíritu de obediencia. -
__________
MEDITACION Nº 391
Domingo 1º de Abril de 1906. a.m.
OBEDIENCIA PRACTICA DE LA ESCLAVITUD
Hoy vamos a hablar del voto de obediencia, que según dice Nuestro
Padre, ha de ser el mayor de los que hagamos en la Esclavitud. Ese
voto de Nunca mandar que tienen obligación de hacer los Esclavos todos,
y entre nosotros según la idea de Nuestro Padrecito sólo les obliga a las
Esclavas que han de llamarse Sacramentadas, y que seguramente no lo prescribió
él para todas, porque no nos consideró capaces de llevarlo a cabo, por esa propensión
con que nacemos las mujeres de querer mandar a todas horas, y a cuantos tenemos
enfrente, (y Vds. perdonen pero es la verdad), es en la obediencia lo más
perfecto que puede haber; de manera que quien se hace obediente a ese grado,
no puede dudar que alcanzará lo sumo de la perfección. Y ¿qué les parecería a
Vds. que nosotros nos propusiéramos no dejarnos aventajar en obediencia, ni
por los Esclavos ni por las Esclavas Sacramentadas? sino que también nos
hiciéramos el ánimo de no mandar jamás, y desde luego comenzar a ejecutarlo,
para que así sorprendiéramos a Nuestro Padre y lo obligáramos a que también
para nosotros prescribiera ese voto en la Regla, mirando que lo solicitábamos no de palabra
sino con los hechos, puesto que podríamos probarle que éramos capaces de
sostenerlo, mirando él que lo habíamos llevado a la práctica, ¿de qué manera?
de esta: - Que las que ocupen los cargos de Hermanas mayores, no por ese se
consideren superioras de las demás, para que así no manden nunca como
inferiores a las que tengan a su cargo, sino que sencillamente sean como las
vigilantes de todo, las encargadas de que se conserve el espíritu y el orden; y
las otras por su parte, las respeten como a un superior pero sin sentir sobre
ellas el mandato de quien las mandó. Es el medio de que pueden valerse las que
se resisten a ocupar el puesto de Hermanas mayores, para no serlo y poder
romper el papel donde esté escrito ese título; quiere decir que cumplirán con
todo lo que se les haya encomendado, cuidarán de cuanto tengan a su cargo,
tendrán encima todos los trabajos, las demás recurrirán a ellas para
preguntarles, para consultar lo que quieran, porque Vds. comprenden que es
fuerza que haya alguna que haga cabeza, porque si así no fuera, las hermanas no
sabrían a qué atenerse y resultaría que cada una acabaría por vivir haciendo su
voluntad y eso no sería posible ¿no les parece? pero a su vez esas hermanas
mayores, vivirán sujetas, y nunca considerarán como inferiores suyos a las
otras, ni darán una determinación sin consultarla.
¿No les parece que es encantadora la obediencia practicada de esa
manera? y como ha de practicarse por puro amor, por eso mismo se nos
facilitará, y la Divina
Niña hará que nos parezca dulce y llena de suavidad, como
todo lo que hacemos por Ella con el fin de agradarla. Nuestro Padre quiso
imponerles ese voto a las Sacramentadas, porque él pensó en ellas como en unas
almas dedicadas exclusivamente al servicio de los Sagrarios y de todo lo que
directamente tuviera que ver con Jesús Sacramentado; por eso les dio ese
nombre, con el objeto de que fueran como novicias perpetuas, que jamás dejaran
el noviciado, que vivieran en un retiro constante, Sacramentadas con Dios Ntro.
Señor, consagradas a cuidar de todo lo suyo y a llevar al mismo tiempo una
vida de trabajo y sacrificio unida a una continua oración, para ofrecerse como
un holocausto, como víctimas del amor a Jesús en el Sacramento. Ese es el
pensamiento de Nuestro Padre y es muy hermoso, no cabe duda, lo que sucede es
que todavía nosotros no hemos visto una Esclava Sacramentada, porque la monjita
que tuvimos con ese nombre y que se murió, Vds. saben bien que de Sacramentada
no tuvo más que la toca. La pobrecita sería muy buena, no digo lo contrario,
pero hay mucha diferencia entre ser buena y tener impregnado en el alma el
espíritu de la Congregación,
y ese desgraciadamente nunca lo tuvo. Por eso es que todas Vds. al oír decir:
“Sacramentadas”, parece como que no les gustan; pero ya verán cuando lleguemos
a ver una verdadera Esclava Sacramentada que sepa cumplir con sus deberes, que
lleve bien grabado en su alma el espíritu de la Esclavitud, que viva
anonadada constantemente y sepultada en vida en el Sagrario, sin ver a nadie,
sin tratar con persona alguna, sin hablar con los demás, ¡qué encanto darán
esas almas!. Así las quiere Nuestro Padre; que no vuelvan a recibir visitas,
que ninguno de su casa vaya a verlas, que desde el momento de su profesión hagan
de cuenta que murieron realmente para el mundo porque desde ese momento sólo
servirán para Dios, para vivir en Dios y por Dios, sin dejar por eso de
trabajar en todo lo que tengan a su cargo.
Pues bueno, yo sin pensar siquiera en que llegaría a formar una
Congregación, sin saber ni cómo podría hacerlo, tenía sin embargo este
pensamiento: que todo lo que sirviera para Ntro. Señor estuviera siempre muy
limpio y arreglado, de manera que al P. López que ahora viene a confesar a las
niñas, le contaba yo desde entonces lo que pensaba hacer, y me acuerdo que
cuando se formó el Asilito de niñas, no tuve otra ilusión sino que ellas más
tarde tuvieran a su cargo esas cosas de las Iglesias y se ocuparan de servir a
las Parroquias, de proveerlas de ropa limpia, de hacer las Hostias, para que
todo lo de Dios fuera hecho con mucho amor y cuidado. Yo le decía a ese P.
López que aquellas niñas aprenderían a hacer Hostias con mucha limpieza, que yo
tendría una pieza dedicada a guardar la ropa de las Iglesias, y que todo se
cambiaría muy seguido para tenerlo siempre albeando. - Y él entonces me decía:
–“Una empresa que lleva tan buen fin no puede menos que agradar a Dios, y El la
favorecerá para que prospere”. (Pueden preguntarle a él mismo y verán cómo así
me lo decía.)
Después, cuando yo vi en sus hojitas de apuntes de Nuestro Padre,
que él hacía siete años que tenía pensado lo mismo, fue cuando comprendí que
era permisión divina el habernos conocido, porque su alma estaba hecha por
Dios para embonar en la mía, y que la mía estaba formada para la suya, y por
eso Ntro. Señor nos había reunido. Y realmente hijas mías, no podemos negar que
estábamos hechos el uno para el otro; que él tenía impregnada en su alma la Esclavitud y la había
recibido de la mano de Dios desde mucho tiempo antes de conocerme, de manera
que primero le dio la idea de la servidumbre de una Reina que yo tenía en mi
poder hacía veinte años. Yo tengo delirio por esa Niña, por esa Reina, y toda
mi delicia está cifrada en que la amen con locura, pero Nuestro Padre vino a
enseñarme cómo había de formarle su servidumbre haciéndome ver que no había yo
de buscarle simples devotos, ni puras dádivas materiales; que tampoco las niñas
del Asilo serían las que la amaran y se ocuparan como yo quería, de atender los
Sagrarios y de fabricar Hostias con sus manos sucias, sino que habíamos de
formarle hijas que embriagadas en el amor de esa Niña encantadora, se supieran
sacrificar por Ella, y esas hijas serían las que se consagraran también al
servicio de Jesús Sacramentado. ¡Y todavía hay quien dude que nuestra unión
está hecha puramente por Dios Ntro. Señor!.
Con que ahora, vamos a ver: ¿están dispuestas todas Vds. a vivir
sacrificadas por el amor de esa Niña chiquitita, de esa Reina Inmaculada, de
ese encanto de nuestras almas? si así lo quieren es preciso que vivan
anonadándose, siempre llenas de mansedumbre y suavidad, haciéndose niñas, para
que resulte una servidumbre adecuada a la Reinita que nos ha dado Dios Ntro. Señor, y que
con todo y ser tan pequeñita está ya vestida con el traje propio de una Reina;
así ha querido presentarse al mundo, con ese traje se le dejó ver a aquella
monjita Magdalenita cuando se le apareció el día de los Santos Reyes,
acostadita y oscilando en el aire. A pesar de ser recién nacida, no tiene esa
envoltura propia de los niños pequeñitos ni las manecitas atadas, porque ya
desde esa edad se deja ver como una Reina, con el cetro entre sus manos y
teniéndolas libres para repartir desde tan pequeñita gracias y misericordias;
no le abriga una falla su cabecita, sino que se la cubre un velo finísimo, para
decirnos que bajo ese velo que representa su pureza virginal, nos ha de abrigar
a todos sus hijos, y que en esa angelical pureza había de envolver a todas las
almas que quisieran ponerse bajo su protección. De modo es que aún cuando a
algunos les llame la atención y les parezca impropio el vestido de la Divina Niña porque no
la tenemos entre pañales, ese es el traje que debe vestir porque Ella lo ha
querido, y por eso no se le apareció a esa leguita ni con falla ni con ninguna
envoltura; tampoco la vio con manto, sino solamente con ese velo que cubre su
cabecita, y teniendo sobre ella la corona de Reina. Así es como hemos de
venerarla todas las esclavas, y también así la enseñaremos al mundo para
convencerlo, para que se persuada que Ella reinará algún día en ese mundo que
ahora no quiere rendirse, y que para que llegue a hacerlo necesitamos conquistarlo
a fuerza de dulzura y sacrificio y por medio del Rosario. Por eso todos los
Esclavos y las Esclavas tenemos la devoción de rezar todos los días la Hora de quince Misterios,
porque con ella pasaremos todos los puentes, salvaremos todas las dificultades
y atravesaremos firmes por todos los obstáculos que se nos presenten, para
llegar nosotros y llevar a las almas al amor de la Divina Infantita.
Postradas en la presencia de la Divina Niña le
pediremos y le daremos gracias; le pediremos perfección en la obediencia para
saber cumplir el voto de nunca mandar que Nuestro Padre tiene
prescrito en su Regla para los Esclavos, y en la nuestra para las Esclavas
Sacramentadas, solamente, pero que nosotros deberemos hacer también porque no
es justo que nos privemos de esa gracia; ese voto podremos practicarlo siempre
que tengamos verdaderos deseos de considerar a todos los que nos rodean, como
superiores nuestros; de manera que dándoles ese derecho de superioridad a los
demás sobre nosotros, nos consideraremos como inferiores siempre, como las
últimas, y teniendo ese concepto viviremos obedeciendo continuamente sabremos
anonadarnos para hacernos santas, porque sólo así lo lograremos. Ya saben que
en la Esclavitud
no se ha de alcanzar la santidad más que de esa manera, así es que no
formaremos nunca santos a golpe de martillo sino con la fuerza de las
humillaciones.
Le daremos gracias a la Divina Niña por haberle dado a Nuestro Padre el
tesoro tan grande que le dio con la Esclavitud que había de ser para Ella, para
formarle su servidumbre, para que de esa Obra tan hermosa nacieran los vasallos
de los que Ella iba a ser Reina. Le daremos gracias también al Niño Jesús
porque permitió que el 25 de Diciembre cuando El acababa de nacer al mundo,
recibiera Nuestro Padre la luz de Dios para consagrarle toda la Esclavitud a su Madre
Santísima pequeñita, porque quería que Ella reinara en los corazones desde
chiquitita y que así fuera la Reina Inmaculada de los Esclavos; y luego, el día
1º de Enero, en un día que también se le consagra a El porque es festividad
suya, quiso que la Divina
Niña se me presentara llena de alegría de la mano de Nuestro
Padre, para presentármelo como su Esclavo diciéndome: –“¿Acaso no sabes que ya
tengo mi José de la
Divina Infantita?”. Por todos esos favores le daremos las
gracias, y sobre todo, por habernos escogido para sembrar en nuestros corazones
la semilla de la
Esclavitud.
Le pediremos a Ntro. Señor Sacramentado la bendición para todos
nosotros en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.
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