Preludios.
Punto lº - Considera hija mía de dónde ha nacido
este deseo de esclavizar a la propia voluntad, y entonces conocerás mejor la
grandeza de la Obra
que Dios ha puesto en tus débiles manos. - El amor hija de mi alma, el amor
divino es la causa y el fin que determina a la Esclavitud a la más
perfecta sumisión de la propia voluntad. El amor a las almas exige la sumisión
a los sacerdotes que las apacientan; el amor a la santificación de los
sacerdotes, hizo natural y sencilla la sumisión a los Obispos, y el amor a
éstos nos hace estar siempre obedientes hasta la muerte a la soberana voluntad
del Señor. -
Punto 2º.- Si son exacta medida del amor los
sacrificios que se hacen por lo que se ama, cierto es que el mayor sacrificio
debe ser medida del mayor amor. - Luego si de veras hacemos el sacrificio de la
propia voluntad, como la
Esclavitud exige, o fruto es del extraordinario amor que ya
existe en el corazón o del que hemos de adquirir. -
Punto 3º.- Ve por qué hija de mi amor a la Esclavitud, ve por qué
nunca me ha llamado la atención, cuando te he oído decir a nuestras hijas, que la Esclavitud ha de formar
una nueva generación de santos, más santos que todos los santos. - Tú lo has
dicho con ese instinto especialísimo que te caracteriza para penetrar las cosas
divinas; yo espero que así sea, porque así debe ser.
Afectos.- Señor, que has querido en todo tiempo
probar el verdadero amor con la verdadera obediencia, haz que la obediencia a
los que legítimamente te representan en tu Iglesia, sea siempre el norte de mi
rumbo, y el áncora de mi salvación. -
Propósito.- Jesús mío, hazme obediente. -
MEDITACION Nº 390
Sábado 31 de Marzo de 1906. a.m.
EL AMOR A DIOS Y A LAS ALMAS
QUE EXIGE NUESTRA ESCLAVITUD
Así como un reloj que nada más tuviera la carátula, las manecitas,
y una caja muy hermosa, no serviría de nada si interiormente no tuviera una
máquina que hiciera mover esas manecitas, y que anduviera con toda regularidad
para marcar las horas con exactitud, lo mismo le sucedería a una alma que
queriendo caminar a la santidad no tuviera de ella más que la forma exterior y
en su corazón no existiera el amor que es el que da ese deseo de sacrificio y
de vencimiento, que es lo que forma los santos.
Ayer pensaba yo que realmente se necesita mucha paciencia para
llegar a santificarse, y todavía más para santificar a las almas, ¿saben por
qué? porque el hombre por naturaleza es voluble, es inconstante, no siempre
tiene ganas de hacer lo mismo. ¡Cuántas veces nos ha pasado, ver a una persona
muy dada a Dios, que reza, que se confiesa y comulga, que no habla más que de
cosas santas, y sin embargo al verla tan entusiasmada hoy, sin querer nos viene
este pensamiento: –“¡Lástima que ahora esté tan bien dispuesta, y tal vez
mañana se resfríe y vuelva a abandonar todo lo que ahora practica con tanto
gusto!”. ¿No es cierto que así lo han
pensado Vds. alguna vez? por eso ven que a nosotros, Dios Ntro. Señor
compadecido de nuestra debilidad, (porque todos somos iguales, si nos dejara un
momento, no tendríamos fortaleza para perseverar por mucha gana que
tuviéramos), nos ha puesto en el camino que hemos emprendido de la Esclavitud, algo que
nos llame la atención, que nos robe el amor de nuestro corazón para
sacrificarnos por ese amor, puesto que no hay mayor encanto que sacrificarse
uno por el objeto amado, y demostrarle de esa manera cuánto se le ama. ¿Y saben
cuál es ese algo? La
Divina Niña, la Sma. Virgen pequeñita, la chiquitita encantadora,
la Inmaculada
desde su primer instante, que con el nombre de Divina Infantita nos ha sido
dada por Dios Ntro. Señor para que la veneremos, para que nos consagremos a
Ella de todo corazón, y su amor sea el que nos aliente y nos sostenga en la
vida de luchas y sufrimientos que llevamos, y que nos ha de hacer santas. Sí
hijas mías, dice Nuestro Padre en su meditación, que los santos en la Esclavitud han de ser
muchos, generaciones enteras, y tan grandes, tan extraordinarios, que superen a
todos los demás. El cielo está a nuestra disposición porque Dios lo ha hecho
precisamente para los santos, pero tenemos que arrebatarlo a fuerza de actos
heroicos de sacrificio ya lo saben; por eso les decía yo que hay que revestirse
de paciencia para hacerse santo, porque cuestan muy caros los sacrificios; son
la moneda con que hemos de comprar la santidad, y esa moneda vale mucho,
porque los vencimientos duelen, los trabajos cansan, las injurias lastiman, los
golpes con que tenemos que formarnos también son dolorosos. Yo les aseguro que
hasta la madera de que se forma una estatua de santo, si pudiera sentir,
lloraría y se quejaría a cada golpe que recibe con el cincel y el martillo para
tomar la forma que el escultor quiere darle.
Si queremos de veras hacernos santas, le hemos de dar a la Divina Niña lo más
rico que tenemos que es nuestra voluntad; esa voluntad que ha estado acostumbrada
a darse gusto en todo, a que no se le contraríe en lo más pequeño, a ser la
reina y la señora para gobernarlas a su antojo, y también a mí, porque no vayan
a creer que yo me excluyo, no hijas mías, todas tenemos defectos y nunca trato
yo de eximirme de la corrección, cuando las corrijo a Vds. Pues bueno, esa voluntad
es la que principalmente debemos entregar bien atada, para sujetarla por
completo, para obligarla a que constantemente se contraríe; de tal manera que
si por ejemplo, estamos a gusto en un lugar y no queremos pararnos de allí, en
el momento mismo, haciendo un vencimiento nos paremos, diciéndole a la
voluntad: –“tú bien quisieras quedarte aquí porque sientes comodidad ¿no es
cierto? pero como yo no estoy para darte gusto por eso te contrarío”. Si por
ejemplo tienen muchas ganas de ir a hacer buñuelos, supongamos, le vuelven a
decir: –“¿eso te agradaría? pues voy ahorita mismo a hacer cualquiera otra
cosa menos lo que tú tengas gana”. Si es hora de trabajo y se sienten con
deseos de descansar y no hacer nada, también le dicen a la voluntad: –“vamos a
donde nos llama el reglamento aún cuando no tengas gana, porque yo
sé que contrariándote en todo, adquiero méritos y sólo así llegaré a poseer las
virtudes que me han de hacer esclava”. Si están escribiendo en máquina y las
mandan por un lápiz que está en la otra pieza, y la voluntad quisiera decir:
–“por qué no lo traes tú”, no hay que hacerle caso sino pararse de buena gana a
hacerlo porque en la obediencia ciega y pronta a todo el que nos mande, está el
sacrificio y ese nos hará verdaderas esclavas. Por supuesto que no esperen
nunca que esos vencimientos los han de hacer sin que les cueste trabajo,
contrariedades, y luchas sobre todo, porque el demonio no duerme hijas mías, y
basta que Vds. digan: –“quiero ser santa”, para que él con todo empeño
conteste: –“no lo serás”, y les presente cuantas dificultades encuentre para
turbarlas, para desanimarlas, para interrumpirles el paso; por eso cuídense
mucho, porque está deseoso de estorbarles la santificación, y no crean que ha
de venir con nobleza a desafiarlas, ni a presentarse de frente para que se
defiendan de él y de sus ataques; eso no, sino que vendrá traidoramente a ver
cómo las hiere, con toda alevosía, con premeditación y ventaja, por eso hay que
estar alerta siempre, y no darle cabida al pensamiento más insignificante que
pueda ocasionarles turbación, porque desde el momento en que Vds. lo alimenten
ya están perdiéndose, y expuestas a caer en las tentaciones que con toda
astucia les ha de poner.
Ayer en la oración, acordándome de todas Vds. le pedía yo a Dios
que les concediera: devoción, sacrificio y alegría, eso fue lo primero que le
pedí, pero luego pensé que eso no les bastaba, porque de nada sirve un exterior
que parezca muy lleno de devoción si el corazón es como un volcán de pasiones
que no saben vencer, y entonces pedí para cada una: amor y devoción, que les
diera recogimiento interior y gracia para vencerse. Obediencia y sacrificio,
porque no vale el sacrificio por sí solo, lo que puede valer, unido a una
perfecta obediencia; y pedí también: dulzura y alegría, porque pensé: –“para
qué quiero ver en ellas caras alegres si no saben tratar con dulzura a los que
las rodean”. La dulzura es una virtud indispensable, y en la Esclavitud no se puede
prescindir de ella, porque ya saben que es la que ha de cautivar a las almas.
Vi también que yo no soy todo lo dulce que debiera, porque si en lo general
tengo dulzura para tratar a las personas, la pierdo cuando corrijo y eso no lo
debo hacer; necesito aprender a corregir las faltas con suma dulzura, porque sólo
así se suavizan las almas y se les lleva sin sentir al sacrificio.
En ese libro de la Teología Mística lo vi muy claro, en la pintura
que hace de cómo debe ser un buen director espiritual, y la dulzura
incomparable que debe tener para conducir a Dios a todos los que se le
acerquen, pero siempre con mucha suavidad, llevándolos casi sin que se den
cuenta, sin que les cueste trabajo. Ese modelo es por desgracia tan raro, que
yo les aseguro que sólo en Nuestro Padre lo he encontrado. Pues bueno, ya que
Dios Ntro. Señor por su bondad infinita nos ha dado a nosotros ese tesoro que
no tiene precio, como es el de tener un director espiritual como Nuestro Padre,
y ser sus hijas, ¿no querrán Vds. tomar su espíritu y procurar imitarlo? sí
hijas mías, suavícense, sean muy dulces para tratar a los demás, y así verán
cómo llegan a tener oración porque para lograrla se necesita tener mucha paz en
el interior.
Leía yo también en esa Teología, que la cólera reside en el cuerpo
y la ira en el alma; que son dos pasiones que se comprenden muy bien y siempre
tienden a unirse, y que las personas irascibles son muy difíciles de llegar a
tener oración; es casi imposible que quien tiene un carácter arrebatado y
violento, logre esa oración contemplativa. Parece que quiero hablarles más alto
y que me aparto de donde debiera, pero no hijas mías, puede haber entre Vds. algunas
o alguno que sienta en su alma deseos de perfeccionarse y de subir poco a poco
en el camino de la oración, y por eso les hago ver lo que se los impide. Yo quiero
encontrar en Vds. almas grandes, valientes, decididas al sacrificio por el amor
de la Divina Niña;
dispuestas a pasar cuantas penas y trabajos les mande Dios Ntro. Señor, pero
también las quiero dóciles, apacibles y llenas de dulzura; por eso cuando las
veo disgustadas, que se apartan de la
Comunión, y con toda tranquilidad la dejan, diciendo:
–“ahora no comulgo porque sentí coraje y no me pude vencer”, las veo tan
pequeñas y tan pichicatas que no las considero hijas de la Sma. Virgen ni que
puedan ser capaces de hacer un sacrificio pequeño por Ella; a esas no las llamo
yo hijas, ni parientes, ni nada mío, ni tampoco de Nuestro Padre. Cuando no
quieren aprovecharse de los consejos que reciben, cuando todo lo desprecian, y
se cansan de cualquier cosa, me acuerdo de las criadas que sirven por paga y
que siempre ajustan al salario sus servicios diciendo: –“tanto me pagas, tanto
trabajo, y una vez que he cumplido con mi obligación no tienes derecho a
exigirme más”. ¿No es cierto que así sirve el que está pagado? entre Vds. tal
vez haya alguna que haya servido, pregúntenle Vds. cómo hacía esos servicios y
verán cómo tengo razón en lo que les he dicho. Ahora quien trabaja por puro
amor, es otra cosa: ese se sacrifica y se mata por demostrar que ama a quien
sirve, y darle pruebas de ello. ¿Cómo le decimos nosotros a una persona que la
amamos? sufriendo por ella, ahorrándole penas, sacrificándonos por ese amor,
¿no es cierto? pues si queremos amar con locura a la Divina Niña, si Ella
ha de ser la que reine en nuestros corazones, no le estemos ajustando cuentas
ni regateándole sacrificios; vamos a rogarle que interceda con Dios Ntro. Señor
para que le ponga máquina al reloj de nuestro corazón, pero también es
necesario que nosotros pongamos cuanto esté de nuestra parte para que camine
con toda regularidad, porque si no le damos cuerda más que un día y luego lo
dejamos parado, se irá entorpeciendo poco a poco hasta que llegue un día que no
funcione porque el aceite que Dios Ntro. Señor le ha puesto para suavizarlo y
para que todas las ruedas caminen bien, todas engranando unas con otras, se ha
resecado y las ha endurecido.
Una comunidad hijas mías, también ha de caminar como un reloj; de
manera que la encargada de cada oficio tiene que trabajar sin parar, porque si se
atrasa ella atrasará a toda la comunidad. Si la cocinera dilata el servicio de
las comidas un cuarto de hora, parece que no quiere decir nada, y sin embargo,
ese cuarto de hora basta para entorpecer todo lo demás, no me lo negarán. Si la
campanera descuida la campana y toca la hora veinte minutos después, también
entorpecerá a toda la comunidad. Si la mandadera no se va a tiempo y dilata los
mandados, sucederá lo mismo, y se interrumpirá el orden en la comunidad, porque
hagan de cuenta que cada una en lo que tiene que hacer, es como un eje sobre el
cual se mueven todas las demás.
Con que ya saben que todas hemos de ser un reloj, pero un reloj
bien atendido que no le falte cuerda, que siempre esté limpio y arreglado para
que no se atrase ni un momento, porque nos hará mucho perjuicio si lo tenemos
parado o consentimos que ande
como quiera. Acuérdense siempre del versito aquel que compuso una monjita y que
dice así: –
Reloj de la
Eucaristía
He puesto a mi corazón,
Porque siempre está apuntando
Para el centro del copón.
Pero es reloj especial
Que nunca miro parado,
Porque la cuerda que tiene
Se la da el objeto amado.
No se les olvide; de modo es que siempre hemos de tener nuestro
corazón dirigido al Sagrario, porque dentro del copón está depositado el Dueño
amoroso de nuestras almas, el objeto de nuestros amores. ¿Quién es ese Dueño
amado? Jesús en el Sacramento. ¿Y para El han de ser todos nuestros
sacrificios? Sí señor, sólo para El, para que de esa manera le estemos
demostrando constantemente que lo amamos, que no queremos otra voluntad que la
suya, que vamos a matarnos por las almas en la vida que El nos pide, y como
recompensa a nuestros trabajos, nos hará gozar de las dulzuras de la
contemplación, pero ya saben cómo hemos de alcanzarla: a fuerza de humildad,
conociendo nuestra profunda miseria, y puesto que tenemos tanta debilidad pero
al mismo tiempo tenemos lágrimas que derramar al pie del Sagrario, vamos a
llorarle a Dios Ntro. Señor sin descanso, diciéndole: –“¿No te dará pena Señor
el ver que no soy santa? ¿será posible que me dejes ir sin darme siquiera algo
de santidad, luces para ver cada día más clara mi miseria, fortaleza para
vencerme, energía para levantarme en mis caídas? yo no me apartaré de tu
presencia, a toda hora me tendrás aquí, no para reconvenirte, no para ajustar
cuentas contigo diciéndote que vengas, que yo lo sienta, que mi oración sea
como yo quiero y a mi gusto, no Señor, no te diré eso, pero sí te importunaré
sin descanso para que de la manera que Tú quieras, pasando por los trabajos que
te sean gratos, tolerando las privaciones que tengas a bien mandarme, me des
unión contigo, y oración que me lleve a la santidad”. Así es como han de
pedirle a Dios Ntro. Señor; pero no le pidan pruebas ni le pongan condiciones
porque eso no es de almas sacrificadas, sino de corazones mezquinos que quieren
ser santos, sí, pero con una santidad que no les cueste trabajo, con una
santidad como ellos la quieren y no como la pide Dios.
Postradas en la presencia de la Divina Niña le vamos a
rogar de todo corazón que Ella nos lleve con Ntro. Señor Sacramentado, y allí
nos deje, diciéndole que somos suyas, que nos tiene encadenadas, que ha
esclavizado por completo nuestra voluntad, y que las cadenas con que nos tiene
atadas son de puro sacrificio y amor; que también queremos encerrarnos con El
en el Sagrario para no salir de allí, no para tener solamente una vida
contemplativa puesto que no es eso lo que nos pide ni lo que quiere de
nosotros; pero sí para trabajar con todo celo por las almas, unidas siempre con El, teniéndolo presente,
sin apartarnos un momento de su amor y su presencia para que de esa manera
siempre tengamos fe, confianza, dulzura y misericordia, y así caminemos
seguras, aprendiendo cómo hemos de practicar el amor, como si ahora sentimos
rebelde nuestro corazón para amar a los que nos aborrecen, poco a poco con la
unión suya, se vaya suavizando y llegue a estar pronto a perdonar las injurias
y a olvidarlas de tal manera, que no le parezca duro tener que darles una
demostración de amor a nuestros enemigos porque así han de ser los corazones
cuando en ellos reine la verdadera Esclavitud y el amor a la Divina Infantita.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado para Nuestro
Padrecito y para nosotros, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.
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