Preludios.
Punto 1º.- ¿Qué puede hacer un solo hombre?. Poco
ciertamente, muy poco. ¿Qué haría yo solo, haciendo voto de obediencia a uno o
más Prelados? - ¿Conseguiría ayudar a todos los sacerdotes de una sola
Diócesis?. No fuera poco conseguir esto, y en verdad fuera bastante poco.
Punto 2º.- Hacen falta hombres, Señor, (me dije) que
hagan estos votos, para que den resultados ciertamente prácticos. - Y entonces
pronuncié por vez primera el nombre de: “Esclavos de la Inmaculada”, o
Congregación religiosa de almas que harían voto de obediencia a los Sres.
Obispos, y en ellos a los que los representen. Nada encontrarás hija mía, en
que puedas agradar más a Dios que en este voto.
Punto 3º.- Una Congregación religiosa que tiene por
Superiores a los que son los genuinos representantes del Divino Salvador, no
puede dejar de ser salvadora.
Afectos.- Señor, tanto espíritu de sumisión me
cautiva y me mueve a desechar siempre el espíritu de insubordinación de
Satanás y de todos los que militan bajo su bandera.
Propósito.- Rogar a Dios ser siempre del número de
los Esclavos.
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MEDITACION Nº 389
Viernes 30 de Marzo de 1906. a.m.
DEL DESEO DE ESCLAVITUD
Ahora habla Nuestro Padre en su punto de meditación, del deseo que
él sintió de hacer ese voto de obediencia a los Obispos, y ponerse desde luego
a sus órdenes para trabajar en la salvación del sacerdocio; que luego pensó que
un solo hombre, por mucho que hiciera, haría ciertamente bien poco aún cuando
salvara a todos los sacerdotes de una Diócesis, y entonces se dijo: –“hacen falta
hombres que pronuncien esos votos”, y por primera vez pronunció el nombre de:
“Esclavos de la Inmaculada”,
es decir, pensó en una Congregación salvadora que teniendo por Superiores a
los Prelados, se pusiera incondicionalmente a su servicio para ayudarles en la
salvación de las almas de todos los sacerdotes que lo necesitaran.
Vamos a estudiar ahora qué es lo que pierde al sacerdocio, y se
convencerán Vds. de lo que ya otras veces les he dicho: –“La sabiduría, la
mucha ciencia en el hombre que no es humilde, lo perjudica mucho”. Y como todos
los sacerdotes aún cuando no sean sabios, pero siempre tienen que estudiar
determinadas ciencias, y además, en los pueblos en que regularmente viven, la
gente es ignorante, de ahí viene que se consideren como los reyes de todos
ellos; en el confesionario los señores curas, tienen también bajo su dominio a
las familias que están a su cargo, son como los papás de todas, y por eso
demuestran esa superioridad, por eso se imponen, (no diré que todos los curas
ni en todos los casos, pero sí desgraciadamente la mayor parte). Hagan de
cuenta que todos ellos, curas y vicarios, pertenecientes a una Diócesis, forman
como una Congregación en donde el superior de ella es el Obispo, y necesitaría
ese superior tener quien se ocupara de vigilar atentamente esa comunidad, de
hacer algo directamente por el bien de sus almas puesto que él personalmente,
aún cuando quisiera no podría hacerlo por ser mucho a lo que tiene que atender.
Es indispensable hijas mías, para que en toda Congregación se conserve el
celo, el espíritu de orden y de trabajo, que el superior vea por las almas que
tiene a su cargo ¿no es cierto? que se les proporcionen recursos espirituales
como retiros, ejercicios, hablarles cada día como yo lo hago con Vds. para
preguntarles cómo han estado, en qué disposición está su ánimo, cómo se
encuentran de fuertes para la lucha y el trabajo, ¿no les parece?. Pues
precisamente eso es lo que necesitarían los curas y vicarios, y eso no se los
pueden dar los Sres. Obispos sino de esta manera: teniendo a su disposición
hombres verdaderamente celosos del bien de las almas, hombres que en la
humildad tengan su fortaleza, que el Obispo los considere como inferiores
suyos, y que les tenga plena confianza para depositar en ellos sus penas:
hombres que trabajen por amor de Dios y no por paga, que no les importe ser
despreciados, y esos hombres han de ser los Esclavos. ¡Cómo! (me dirán Vds.)
¿quiere decir que después de servirlos todavía nos han de despreciar? -
Precisamente hijas mías, ¿qué les parece a Vds.? No ven ahora cómo todos nos hacen
la guerra? y fíjense en quiénes son los que nos persiguen; ¿los del Gobierno?
No, los pobres, es de lo que menos se ocupan. Entonces, ¿quiénes son los que no
nos quieren y tanto nos tiran? los Arzobispos, los Obispos, los Curas, todo el
clero, las religiosas; es decir, todos
aquellos que han de utilizar nuestros trabajos y nos han de tener a su
servicio. Pues así será siempre, porque ha de ser muy duro el trato que les den
a los Esclavos.
Desde el momento en que Nuestro Padre pensó en ellos, quiso ser el
primero en hacer ese voto de nunca mandar, y así lo hizo al entrar en la Congregación de los
Operarios cuando pretendió encontrar allí los sacerdotes que buscaba; pero como
Dios Ntro. Señor lo pensaba de otro modo, por eso permitió que no fuera allí, sino
que separándose de ellos Nuestro Padre, se consagrara a formar a sus hijos con
la misma doctrina que él había recibido de Dios, con el espíritu que El mismo
le había dado, inculcándoles a todos los Esclavos y las Esclavas, las
encantadoras virtudes que Dios ha sembrado en su alma y todas las cualidades
que le ha concedido como un don gratuito, como todo lo que nos viene de la
mano de Dios Ntro. Señor. Así es que por ahora, él no debe decir todavía: “nunca
mandar”, eso ya vendrá después, pero mientras tenga que formar a sus hijos,
no puede ser, puesto que es fuerza que ellos vivan a su lado y obedeciéndolo
siempre.
Por supuesto que a mí no me preocupa ni tantito el que alguno que
llegue a leer estas meditaciones cualquier día, me murmure pensando que en
ellas no he hecho sino elogiar a Ntro. Padre, y crea tal vez que el cariño que
le tengo me hace hablar así; poco me importan a mí los murmuradores; como yo
estas meditaciones no las doy para ellos sino para enseñar a mis hijas y a mis
hijos, (si es que Dios Ntro. Señor quiere concederme alguno ya sacerdote, que
quiera llamarme madre, lo cual me parece muy difícil porque realmente lo es) y
quiero que esas hijas y esos hijos si los llego a tener, se posesionen bien de
lo que es la Esclavitud,
y de las virtudes que en ella han de practicarse, por eso se las hago ver
diciéndoles dónde existen, y explicándoles cómo es el alma de su Padre para la
copien y tomen de ella todo lo que necesiten para ser verdaderos Esclavos. En
estas pobrecitas meditaciones les hablo a todos mis hijos puramente, a los que de
veras quieran serlo de corazón, y no me cuido de los que todo lo han de
censurar; yo sé que los hijos de la Esclavitud deben tener por modelo a Nuestro
Padre, que Dios así lo ha querido, y que sólo imitándolo a él podrán merecer el
nombre de Esclavos.
Les decía yo que me parecía imposible llegar a ver un esclavo que
quisiera hacerse niño siendo un sacerdote ya formado; tan difícil lo
considero, que lo juzgaría como un milagro de Dios si tal cosa sucediera, ¿saben
por qué? porque la cabeza es lo más difícil de rendirse, porque en ella está
toda la sabiduría del hombre, y al mismo tiempo toda su soberbia, su amor a sí
mismo, y necesitaría mucha fuerza de voluntad para decir: –“voy a doblarme
tanto, que mi cabeza va a quedar aplastada como la de la serpiente, bajo la
planta de una Niña pequeñita, y como Ella me pide que me rinda a todo el mundo
hasta a los más pequeños, comenzaré por humillarme rindiendo mi sabiduría
delante de la mujer escogida por Dios para formarme, que es una ignorante lo
comprendo”. Porque es claro hijas mías que quien tenga un poco de talento por
fuerza ha de comprender mi completa ignorancia, pero también es cierto que si
Dios le permite ver claro, entenderá que El me concede las gracias que me hacen
falta, y que hasta sabiduría podría darme si comprendiera que la necesitaba.
¿No les parece a Vds. que no es muy fácil que haya hombre sabios que quieran
rendirse tanto? por eso dudo mucho que así lleguemos a tener esclavos que
realmente lo sean, que no quieran vivir mandando ni esperar consideraciones,
porque esclavos que pretendan vivir siempre respetados y llenos de honores,
¿por cierto hijas mías para qué los queremos?.
Yo bien sé que el delirio de Nuestro Padre sería verse rodeado de
muchos sacerdotes que desde luego se decidieran a emprender el camino de la Esclavitud, porque como
él tiene locura por salvar a las almas, tarde se le hace, y le parecerá que es
mucho esperar, formando a los esclavos desde niños; tiene razón, pero también
es cierto que esos esclavos serán seguros, y entre tanto Dios Ntro. Señor,
mirando nuestros esfuerzos y nuestra paciencia, nos concederá algunos hombres
grandes que quieran de veras humillarse y hacerse niños por amor de la Sma. Virgen Niña. Si a
Nuestro Padre cuando me conoció, que tenía ya siete años de pensar en la Esclavitud, le hubieran
dicho que todavía se pasarían cinco años para que él rompiera las
dificultades, y la Obra
que tanto amaba y deseaba, diera el primer paso, le habría parecido muy largo
el tiempo ¿no es verdad? y ya ven Vds. como así fue, porque no era la voluntad
de Dios que la Esclavitud
comenzara mientras él no se convenciera de que la Divina Niña había de
ser la Reina y la Señora. Como el ideal
suyo fue desde el primer momento la Inmaculada, cuando conoció a la Niña le pareció muy chiquita.
La encontró insignificante, y decía: –“Es imposible pretender que se le dé toda
una Obra tan grande a una imagencita acostada; la pararemos”, pero como Dios no
lo consentía, no le daba licencia, y Nuestro Padre insistía en que fueran
“Esclavos de la Inmaculada”,
y decía: –“a esta Niña podremos quererla mucho, podremos tenerle gratitud,
podremos concederle algo, todo eso sí, pero hacerla Reina de los Esclavos es
imposible”, y la Esclavitud
hijas mías no daba un paso. En el momento que él se convenció mirando claro lo
que Dios quería, y el 25 de Diciembre dijo con toda firmeza: “Esclavos de la Divina Infantita”,
les aseguro hijas mías que el eco de su voz llegó hasta el cielo, y desde ese
momento empezó ya a nacer la
Esclavitud. Por eso han visto que a poco tiempo de haberlo
pronunciado y de haber dicho: “Toda la Esclavitud será para Ella”, hubo quien le diera
una casa en España para que fuera el primer nido de la Esclavitud; quien le
facilitara todo lo necesario para el viaje y para que empezara a formar a los
niños para Esclavos. Esos niños serán pequeñitos para que así podamos hacerlos
al molde nuestro; estarán cerca de nosotros, es decir, al lado de las esclavas,
hasta los doce o trece años cuando más, y ya es mucho extenderse, yo había
pensado que solamente hasta los diez años, porque el hombre desde cierta edad
necesita hombres que lo formen; pero en fin, podrá ser que los eduquemos hasta
los doce años y después pasarán al lado de Nuestro Padre a estudiar Latín y
todo lo necesario, pero siempre cerca de él, nada de Seminarios, si es posible
se les deberá poner en el mismo Asilo maestros pagados que les enseñen, y para
eso contaremos con la poderosa ayuda de los Esclavos seglares; Esclavos que
siguiendo el ejemplo de los primeros que Dios ha querido darnos, se quieran
consagrar a su servicio entregándole todo cuanto posean; que hagan lo que han
hecho los niños Luisito y Angelina, decirle a Dios Ntro. Señor: –“Quiero
trabajar por ti, quiero darte cuanto me pertenece y ponerme al servicio de las
almas”. Entonces El les hará ver cómo deben hacerlo, como se los hizo ver a
ellos cuando le decían: –“Cómo te serviremos? ¿nos proporcionaremos niños que
enseñar? ¿deberemos irnos a los hospitales? ¿te agradará que socorramos a
cuantos pobres se nos presenten y vengan a pedirnos?”, y Dios les dijo cómo
debían hacerlo y desde ese momento se pusieron a su servicio. Con que hijas
mías, no olviden que la cabeza es la que nos pierde; que tiene que estar
siempre doblada, por eso es preciso que rindamos nuestro juicio, para que esa
cabeza venga a ser lo mismo que la de un niño pequeñito, que no discute, que no
averigua, que no indaga el por qué de lo que se le manda. Los Esclavos no han
de ser averiguadores; por eso cuando yo sé que alguna de mis hijas, si tiene
oración de sequedad le está discutiendo a Dios y preguntando el por qué no
siente, o no viene con ella, y le averigua por qué a otra le dio tal o cual
prueba de su amor y a ella no se la ha dado, yo digo: –“¡Lástima que todavía
tenga cabeza, pues por eso está discurriendo tanto!”, si no la tuvieran irían
delante de Dios con un corazón sencillo y esperarían allí llenas de humildad
las gracias que El quisiera concederles sin estarle poniendo condiciones, ni
pidiendo determinadas pruebas. A Dios Ntro. Señor no vayan a pedirle que las
regale, porque no deben hacerlo; si El es un Crucificado, ¡cómo quieren que las
esté obsequiando con otra cosa que no sea las dulzuras de la Cruz! lo que deben pedirle a
toda hora, es que las enseñe a sufrir; que sepan recibir con alegría las
tribulaciones, y que lo bendigan en medio de ellas porque vienen de su bendita
mano. No tengan apego a nada, ni siquiera a las dulzuras de la oración ni crean
que porque una alma está llena de lágrimas ya está gozando y tiene deliquios
amorosos con Dios Ntro. Señor; no hijas mías, ¡cuántas veces esas lágrimas
serán de pena, de amargura solamente al verse tan miserable! y entonces sí que
puede llegar a tener deliquios porque el conocimiento propio que nos humilla,
es el que nos enseña a tener oración y unión con Dios.
Cuando Ntro. Señor quiere dispensar sus gracias a una alma, es
cuando ella se goza en el sufrimiento y todo lo sacrifica por amor suyo, y por
eso es por lo que quiero que todas Vds. aprendan a sufrir; porque la dulzura
que han de tener las Esclavas la han de adquirir a fuerza de pruebas y de
amarguras. ¡Qué contraste, que la
amargura pueda producir dulzura! y sin embargo así es; el que se enseña a
sufrir se hace dulce no les quepa duda. Vean Vds. a una alma atribulada que
esté sufriendo y que sepa vencerse y dominarse, y la verán Vds. siempre dulce y
apacible, gozando una tranquilidad, como no la gozará el que nunca haya
sufrido. Yo les aseguro que a mí me ha sucedido eso: estar pasando por
sufrimientos terribles, y siempre contenta y feliz (porque Dios me ha ayudado
con su gracia, no crean que por mérito propio) como siempre le he pedido a
Ntro. Señor que me enseñe a sufrir, porque esa ha sido mi petición constante,
El no me lo ha negado, y de tal manera estoy dispuesta a acatar su santa
voluntad, que cuando intentaban quitarme el Templo, Vds. me vieron tranquila,
y si lo defendí fue porque ya tengo hijas, tengo en primer lugar a Nuestro
Padre, Dios me lo ha dado a él y a Vds. Y era mi deber haberlo defendido; pero
si yo hubiera sido sola, nada intento pueden creerlo, sino que hubiera dejado
que hicieran lo que quisieran.
Ya han visto también hijas mías que hemos sufrido mucho, hemos
pasado por penas muy fuertes, y sin embargo todas están de acuerdo en decir:
–“¡qué felices somos en medio de los sufrimientos! ¡qué tranquilidad de alma se
disfruta en esta casa! ¡qué paz tan grande reina siempre en ella!”, y no es más
que por eso hijas mías, por la dulzura con que se aprende a sufrir, porque Dios
Ntro. Señor endulza las amarguras y hace suave y agradable el sacrificio. Por
eso no duden que trabajando sin descanso en busca de los Esclavos y formando
sus almas desde niños, él nos facilitará hombres dóciles que se rindan también
a la dulzura, y así nos abreviará el tiempo para que no sea tan largo, y nos
dará esclavos.
Postradas en la presencia de la Divina Niña, con
verdaderos deseos de que se forme la Esclavitud, digamos llenas de amor y de
entusiasmo, como lo dijo Nuestro Padre la vez primera que sintió en su corazón
la necesidad tan grande de que hubiera esos Esclavos: “Serán Esclavos de la Inmaculada”, ahora vamos
a decir nosotros: –“De la
Inmaculada Niña, sí, de la Niña pequeñita que ha de reinar desde el primer
instante de su ser. ¡Esclavos de la Divina Infantita, como él los llamó después,
cuando Dios le hizo sentir en su corazón que para Ella sería toda la Esclavitud”. Eso serán
todos nuestros hijos y nuestras hijas: “Esclavos de la Virgen Niña”, formados
con un espíritu lleno de sencillez como se necesita para vivir rendidos de
juicio, con la cabeza enteramente doblada y puesta bajo la planta de la Divina Niña. Como en
la cabeza reside toda la soberbia del hombre, por eso los Esclavos han de
vivir bien humillados siempre, y para saberse humillar y conseguir esa
humildad tan encantadora que es la que hace santos a los sabios y a todos los
hombres, necesitan tener mucha dulzura porque quien es dulce con facilidad se
hace humilde, mientras que el duro jamás llegará a serlo, nunca querrá
humillarse, no tolerará verse despreciado y por consiguiente no llegará a ser
Esclavo.
Le pediremos a Ntro. Señor Sacramentado la bendición para Nuestro
Padrecito y para nosotros, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.
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