viernes, 21 de septiembre de 2012

MEDITACION Nº 8 NUESTRO MODELO ES JESUS EN LA CRUZ


Preludio 1º.- Como en la primera meditación
Preludio 2º.- Imagínate ver al Hijo de Dios, haciéndose Escla­vo, hasta sufrir muerte ignominiosa en el patíbulo de la Cruz.
Preludio 3º.- Pedir al Señor que nos comunique este su espíri­tu de Esclavitud.

Punto 1º.- Meditando según hemos hecho en las meditaciones anteriores, tanta elevación en la obediencia, quiero ahora hija mía, que consideres también los más altos modelos de la Esclavitud, y en el punto de vista más alto, para que más te enamores de la santa Obra de que el Señor te ha hecho Madre, y más te decidas a sufrir por ella a imitación de sus Modelos.
Y para que más penetren en ti estas enseñanzas, te las daré con palabras tuyas según enseñanzas que has recibido del Señor en la oración. - Dices en tu carta de 21 de Mayo de 1905. - 1º. “Pensé que nuestro Modelo en la Esclavitud es Jesús en la Cruz”. El es; y para que bien te convenzas, piensa que si Jesús nació Esclavo y toda su vida fue de constante crecimiento, indudablemente que en el último, fue el más perfecto Esclavo y por lo tanto el mejor Modelo. -
Punto 2º.- Y para que mejor te convenzas hija mía, medita estas hermosí­simas palabras de S. Pablo, que retratan admirablemente a Ntro. Divino Jesús, según me has oído decir más de una vez. Dice así: –“El mismo sentimiento haya en vosotros, que hubo en Jesucristo, que teniendo forma de Dios y siendo igual a Dios, se anonadó a sí mismo tomando forma de esclavo, hecho a la semejanza de hombre, y hallado en la condición como hombre”. (1) - He aquí la base de la Esclavitud, anonadarse a sí mismo. -
Punto 3º.- Todavía sigue S. Pablo levantando sobre la base que ya ha sen­tado, el edificio de la Esclavitud y añade: “Se humilló a sí mismo”. Ahora va a decirnos cómo: –“Hecho obediente hasta la muerte y muerte de Cruz”.  -
Es evidente hija mía; Jesús en la Cruz es Modelo perfectísimo de la Esclavitud.
Afectos.- ¿Cuándo será, Señor que yo entienda lo que es eso de anonadarse a sí mismo? - y si yo lo entiendo, ¿cuándo lo pondré por obra? - ¡Si yo te conociera Jesús mío! - ¡Si yo te conociera!. Noverim me, noverim te.
Propósito.- Seré esclavo con Jesús Esclavo.
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MEDITACION Nº 394
Miérc. 4 de Abril de 1906. a.m.
NUESTRO MODELO ES JESUS EN LA CRUZ

Con que Jesús en la Cruz es el modelo de los Esclavos, y para serlo no se desdeñó de venir al mundo y anonadarse hasta el punto de tomar nuestra forma y haciéndose Esclavo, morir en el patíbulo de la Cruz. Luego nosotros para ser Esclavos, necesitamos imitarlo y para eso tenemos a nuestro lado una Maestra que es la que nos va a enseñar cómo debemos hacerlo, y es la Divina Niña. Ella con mucho cariño nos toma de la mano, y como a niñas pequeñitas nos va llevan­do poco a poco y con toda dulzura, a seguir el camino de nuestro Divino Mode­lo, a crucificarnos con El, a tolerar por su amor los desprecios y las humillaciones, a trabajar por las almas para salvarlas. La Sma. Virgen pequeñita, es la Reina que Dios Ntro. Señor ha querido darnos, y si la ha escogido chiquita ha sido para decirnos que como chiquitas hemos de ser nosotros para rendir el juicio, para dejarnos conducir a la santidad por el camino del sacrificio con toda docilidad, y para llegar a practicar actos heroicos de virtud, comenzan­do por acciones pequeñitas, insignificantes, que para los hombres son verdade­ras nonadas y que sin embargo para nosotros deben tener mucho valor porque de todas esas nonadas se valdrá Dios Ntro. Señor para santificarnos.
No duden hijas mías que Dios tiene muchos medios de qué valerse para con­ceder la santidad, y que no a todas las almas las lleva de igual modo; hay al­gunas que El ha querido formar entre austeridades y grandes penitencias; otras se hacen santas con pura oración y llevando una vida retirada y llena de reco­gimiento; otras en un trabajo constante, salvando almas; y así como a cada Congregación le ha dado su espíritu propio, sus enseñanzas especiales, sus medios de santificación, a nosotros también nos ha dado lo nuestro y nos llevará a la perfección no lo duden, valiéndose de la Divina Niña, y enseñándonos cómo he­mos de hacernos niñas pequeñitas, cómo hemos de doblar nuestra voluntad y sujetarla porque es muy voluntariosa y no quiere sino hacer su gusto. Esa voluntad rendida por completo será la que nos haga Esclavas y nos prepare a recibir la santidad que Dios Ntro. Señor quiere darnos, haciéndonos santos de nuevo cuño, y haciendo de la Esclavitud una Congregación de almas muy crucificadas pero muy felices, muy sonrientes, muy satisfechas, muy deseosas de la santidad y muy conquistadoras para llevar a la Cruz a cuantos encuentren a su paso; almas que vivan siempre sacrificándose, y siempre cautivando con la fuerza del amor; almas que constantemente estén clavadas en la Cruz con clavos de fe, esperanza y caridad, y que cada día les parezca más hermoso sufrir por el amor de un Dios que es para nosotros todo finura, amor y misericordia. Ese será el modelo enteramente nuevo que Ntro. Señor ha de formar en la Esclavitud.
Ayer decíamos que esos actos grandes de sacrificio, nos parecían sumamen­te difíciles juzgados a primera vista; pero ¿saben eso de qué depende? de que no consideramos que eso solamente se consigue poco a poco; sino que hoy entra­mos en la Esclavitud, empezamos a dar en ella los primeros pasos, y ya mañana queremos amanecer esclavas. No hijas mías, no puede ser; para llegar a ese grado de perfección se necesita mucho tiempo y constante perseverancia en todo lo pequeñito, porque el que no descuida lo que vale poco será el que llegue a lo más grande. Un niño, desde el momento que nace ¿se da cuenta de todo lo que ve, y puede entender algo aunque sea? seguramente que no; ya ven Vds. cuánto tiem­po tiene que pasar y cuánto trabajo se necesita para lograr que aquel niño en­tienda algo; ya tiene un año y todavía se puede decir delante de él: –“llévense esto para que no lo coja, para que no lo vea”, porque el niño no se da cuenta de nada ni nos entiende ¿no es cierto? y si por ejemplo a una niña de tres años se ponen Vds. a explicarle toda la Doctrina, trabajarán de balde porque todavía no está en edad de entenderla. Ya puede darse cuenta de ciertas cosas, ya sabrá hacerlas por sí misma, como por ejemplo, comer; porque eso es conve­niencia para ella y todo lo que sea en beneficio propio es lo que desde chiquitas aprendemos con más facilidad; pero para entender otras cosas, es preciso que sean más grandecitas, por eso generalmente se dice que a los siete años es cuando ya la criatura va teniendo uso de razón. Pues bueno, si un niño que acaba de nacer pudiera entendernos, y le dijéramos los años que tendrían que pasar para que él se fuera dando cuenta de las cosas, díganme ¿no es cierto que le parecerían muchos, y puede que hasta prefiriera no haber nacido, ni crecer, ni nada por tal de no esperarse tanto? porque siempre que vemos para adelante nos parece sumamente largo y no quisiéramos tenernos que esperar tanto tiempo; pero no tiene remedio, hay que ir muy poquito a poco, buscando siempre lo más fácil primero, y así como a un niño que comienza a deletrear no se le ponen palabras largas ni de difícil pronunciación, sino monosílabos que es lo más corto, y luego otras más grandecitas pero sencillas, así tenemos que empezar nosotros a deletrear la palabra Esclavitud para entenderla, para posesionarnos de que Es-cla-vo quiere decir: “es clavado”, como quien dice: “fijo en la Cruz, sujeto a ella, sin desprenderse jamás”, pero para llegar a clavarse con esos clavos hay que luchar mucho, que vencerse a toda hora, que no descuidarse en las cositas pequeñas que manda el Reglamento, porque el cumplimiento de ese Reglamento es el que las llevará a la santidad.
Ayer una persona me decía: que el reglamento en la vida religiosa, era como el molde que había de formar a las almas; y que el cumplimiento de él iba llenando ese molde. –“Haga V. de cuenta, (me decía) que es como quien echa ce­ra líquida en abundancia hasta llenar aquel molde, que tiene la forma de una carita (vamos a suponer), y aquella cera va entrando bien a llenar todos los huequecitos para formar los ojos, la boca, la nariz, y después se saca de allí una cara perfecta”. Y me decía que eso era lo que hacía falta en el mundo, y en cambio en la vida religiosa todo lo facilitaba y lo hacía agradable. El P. ­Otero que vino ayer, fue quien me lo dijo así.
Es tal la importancia del reglamento en una Congregación, que no deben atrasarse un minuto, y por eso a la hora del examen de conciencia han de tener siempre presente cómo han cumplido todos esos actos; pregúntense de esta mane­ra: –“¿Llegué puntual al toque de campana? no, me retrasé un minuto, casi na­da, apenas empezaban a rezar”. Pues para otra ocasión procuren no atrasarse ni siquiera un minuto. –“¿Tocaron a refectorio y llegué en los momentos que daban el toque? tampoco, siempre entré un poco después, pero fue poco, todavía ni se sentaban las demás”; no importa, debí haber sido más exacta, y para otra vez procuraré serlo”. Con sólo esa vigilancia que tuvieran, les aseguro que llegarían a practicar con toda perfección el Reglamento, se les haría agradable, y con su ejemplo atraerían a las almas al amor de la Divina Niña.
Por qué ha de ser justo que el Gobierno se valga de tantos medios para hacerle al niño agradable el estudio, y logre cautivar su imaginación y tenerlo entretenido, siempre contento, sin otro objeto que el de robarse los corazones para quitarles a Dios, y nosotros ¿no hemos de poder cautivarlos también y ha­cerles dulce la vida, llevándolos con suavidad al sacrificio y ganando sus almas para dárselas a Dios Ntro. Señor puesto que son suyas y por ellas ha sufrido y ha muerto en una Cruz?. Sí hijas mías, vamos a ser muy esclavas para po­der impregnar en los corazones de los niños desde pequeñitos, el amor a la Esclavitud, el amor al vencimiento y al sacrificio; vamos a doblarnos bien dobladas porque si no, dejaremos siempre tirada a la Divina Niña puesto que no po­dremos agacharnos a levantarla, y si no sabemos doblarnos jamás seremos escla­vas se los aseguro; de manera que si Vds. ven una monja trabajadora, que no descansa, que constantemente se sacrifica, que sabe sufrir, pero que no se de­ja humillar, que si la corrigen se disculpa, que si recibe una reprensión pone mala cara y se disgusta, esa monja será una alma buena y sacrificada pero no una esclava; si ven a un sacerdote que no se dobla, que no se vence a sí mis­mo, que no tiene dominio sobre una pasión cualquiera estén seguras que aunque esa monja y ese sacerdote se nombren esclavos, no lo son, ríanse Vds. de su Esclavitud porque no la conocen, están muy retirados de ella. Vds. mismas hijas mías, tienen gana de sacrificarse, no cabe duda; hacen actos heroicos de sacrificio, ya lo creo, puesto que siempre viven sacrificadas; pero les falta esa finura de alma que no deja pasar nada por insignificante que sea. De modo es que muchas veces puede suceder que habiendo abarcado una cosa grande, se queden sin embargo detenidas en una insignificancia, en una pequeñez, como por ejemplo, no dejar de disculparse cuando se les hace una observación cualquiera, no callar cuando oyen una palabra que les lastima, no olvidar fácilmente una injuria, no recibir con buen semblante un desprecio. Todo eso las hace es­clavas y Vds. lo rehusan porque no van a buscar la gracia donde debieran, que es al pie de la Cruz, en donde está la Divina Niña esperándolas para decirles que también Ella es nuestro Modelo, que hasta allí acompañó a su Santísimo Hijo, que su corazón quedó crucificado en la misma Cruz, unido al corazón del Divino Esclavo, y que como otras veces hemos dicho ya, para que todas nuestras obras fructifiquen, necesitamos injertarlas en el Arbol de la Cruz.
Vayan con Dios hijas mías, pero no quieran tratarlo como si fuera su mozo, exigiéndole cuanto a Vds. se les ocurre, eso no. El es tan bondadoso que no les negará lo que le pidan; les dará fortaleza si eso le han ido a pedir; les dará dulzura y misericordia si eso le han ido a pedir; les dará valor para subir a la Cruz si eso le han pedido, pero nunca les apoyará el que no quieran ser hu­mildes. De manera que si van a quejarse con El de que han recibido un desprecio, si van a su presencia para decirle: –“Señor, quítame esta humillación que no puedo soportar”, entonces les dirá: –“¡Vete de aquí, y anda a que te desprecien más para que yo pueda darte la salvación siquiera, porque si tú no te humillas no podré hacerte no digo esclava, ni tan sólo podrás ser alma sal­vada, pues si no amas el desprecio no puedo salvarte!”. Sí hijas mías, es cierto, porque hasta el alma más querida de Dios Ntro. Señor que es la Sma. Virgen, no estaría en el Cielo al lado suyo si no hubiera sido tan humilde. Esa es una virtud de tal manera indispensable, que sin ella no habría alma que llegara a ser santa ya lo saben. Por supuesto que tampoco podrá ser esclava una alma rebelde, una alma desobediente, una alma que no tiene docilidad para dejarse gobernar, porque solamente en una humildad profunda es donde se consi­guen las gracias de la Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Divina Niña, puesto que Ella es la Reina de los Esclavos, la Reina de nuestra Esclavitud, Ella es nuestro Modelo, Ella es la Maestra que nos ha de enseñar a ser humildes para sabernos anonadar por completo. Le rogaremos que nos conceda esas gracias, y para llegar a alcanzar las le diremos que nos enseñe a no despreciar nada de lo pequeñito, que a toda hora tenemos necesidad de practicar; que nos dé la forma que debe tener una perfecta esclava, y que esa forma la vayamos tomando poco a poco y cuidando de que esté bien hecha, ejercitándonos en las virtudes que han de adornar nuestras almas para que lleguen a parecerse a la que ha de servirnos de molde de Maes­tra y de Modelo, que es Nuestra Reina la Divina Infantita.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado y a la Divina Niña para Nuestro Padrecito y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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