martes, 2 de octubre de 2012

MEDITACION Nº 11 LA CRUZ ES EL ARBOL DE LA ESCLAVITUD





Preludio 1º.- Como en la meditación primera.
Preludio 2º.- Figúrate que ves el árbol santo de la Cruz, levantado sobre la cumbre del Calvario y clavado en él al Salvador del mundo, y al pie del Santo árbol, María, la Madre de los Dolores y la Reina de los Mártires.
Preludio 3º.- Pidamos al Señor que nos acerque a El y nos haga participantes de la savia de la Cruz.

Punto 1º.- Me dijiste en la carta a que ya me he referido otras veces, que también te había hecho entender Ntro. Señor cómo “La Cruz es el árbol de la Esclavitud”, esto es evidente hija mía, pues si el fruto determina el árbol, y de las ramas del Arbol de la Cruz pende el Esclavo de los esclavos, induda­blemente que tal árbol es árbol de Esclavitud.
Punto 2º.- Y no creas que Jesús es el solo fruto de ese árbol; mira al pie de la Cruz y allí verás a María; ¿acaso no es María también la Esclava del Señor, y el primer fruto de ese árbol que ya maduro se ha desprendido de sus ramas?.
Punto 3º.- Y la savia de ese árbol no ha engendrado ni engendrará hasta la consumación de los siglos, otra cosa que esclavos; pues todo hombre que se in­jerta en el árbol de la Cruz recibe esta luz para su mente y este calor para su voluntad: –“En este leño cumplió el Divino Esclavo la voluntad de su Eter­no Padre, hasta dar su Sangre gota a gota. - Haz según tu modelo”.
Afectos.-  ¡Oh Cruz bendita, sé tú el paraíso de mis delicias en este mundo!. ¡Dichosos S. Pedro, S. Andrés, S. Felipe de Jesús y tantos otros que recibieron la gracia de dar su vida en el ara de la Cruz!. -
Propósito.- La obediencia será mi cruz constantemente.
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MEDITACION Nº  397
Domingo 22 de Abril de 1906. a.m.
LA CRUZ ES EL ARBOL DE LA ESCLAVITUD

Con que la Cruz es el árbol de la Esclavitud y en ella tenemos que vivir; la Cruz ha de ser como la habitación de los Esclavos y de las Esclavas. - Aho­ra vamos a ver hijas mías, cómo el que vive en una habitación bastante pequeña muy angosta, tendrá que andar en ella con más cuidado y precaución que el que tiene una pieza muy grande y muy ancha ¿no es cierto? luego si nuestra habita­ción ha de ser la cruz y esa es sumamente angosta, quiere decir que necesita­mos tener mucho cuidado para no desviarnos a uno u otro lado ¿no les parece?. Sin embargo, no hay los mismos peligros para el alma que acaba de entrar por ese camino de la Cruz, que para la que ya ha avanzado en él, puesto que al principio caminan poco a poco, rodeadas de los cuidados de sus superiores que Dios les ha dado para que sean como los guías que las vayan conduciendo y aconsejando; mientras que la que ya ha adelantado más va andando con mucha prisa y ya va sola, sin tener encima esa vigilancia constante; por lo tanto tiene que cuidarse a sí misma, que no olvidarse un momento de que va por un camino difícil, y si se desvía un poco puede llegar a caer. Tengan entendido que las caídas pequeñas nos llevan a las grandes caídas, y por esa razón hemos de pro­curar no distraernos, cuidar de todo hasta de lo más insignificante, sujetarnos por completo al modo que se nos prescribe porque sólo así lograremos perder el modo propio. Si Vds. se empeñan en ser esclavas, y quieren adelantar realmente en la virtud, tienen que seguir los pasos de sus superiores tomando el camino que ellos les tracen, porque los superiores son escogidos por Dios Ntro. Señor para llevarlas a El.
En Nuestra Congregación, ya saben que el escogido ha sido Nuestro Padre; él ha recibido todo el espíritu y la doctrina propia de la Obra, y yo solamen­te soy como un ayudante suyo, como una emisaria, encargada de desmenuzarles a Vds. todo lo que él les da, y de enseñarles cómo han de practicarlo, cómo deben sujetarse al Reglamento y observarlo con toda exactitud sin interrumpirlo por nada. En el mundo no pueden entender cómo no se interrumpe nunca ningún acto en la vida religiosa, porque los mundanos están acostumbrados a vivir de muy distinto modo que nosotros; tienen su vocación especial que es no contra­riarse en nada, y se le haría muy raro a una persona del mundo que la obligaran por ejemplo a estar cantando y demostrando alegría cuando en su alma tuviera alguna pena; en cambio en la vida religiosa, todo sigue su curso, nada se interrumpe, de tal manera que teniendo mucha amargura por algún pesar, hay que hacer todo como siempre y si en ese momento se va a celebrar la Misa, hacerlo con toda solemnidad, tocando y cantando si es preciso porque eso nos pide Dios, contrariar a toda hora nuestra voluntad, no darle gusto para nada, tenerla constantemente sujeta, y eso es lo que el mundo desconoce. Por eso verán Vds. que la obediencia se les hace tan difícil a los mundanos, y por eso también es pesada para quien pasa del mundo a una vida de mayor perfección; porque regu­larmente mientras todas hemos vivido al lado de nuestros padres, no hemos tenido quien se encargue de contrariarnos enseñándonos a doblar la voluntad, y por eso nos cuesta tanto trabajo; pero teniendo ganas de sacrificarse por Dios, todo se facilita, y sabiendo que ese es el único medio de que tenemos que valer­nos para llegar a la santificación de nuestra alma, con gusto nos doblaremos por alcanzarla.
¡Con cuanto cuidado caminaremos, sabiendo como les he dicho, que si quere­mos ser esclavas hemos de vivir en el Arbol de la Cruz sin apartarnos un momento de ella, sin dar un paso que nos desvíe, porque ese paso nos perjudicara, nos hará dar otro y después otro, hasta que a fuerza de tanto desviarnos nos desbarranquemos por completo, alejándonos de la Divina Niña!.
Ahorita estoy mirando claro, que la Cruz es el único camino de la Esclavitud, y veo también que arriba del lugar donde queda la cabecita de Dios Ntro. Señor, como por donde dice: “Rey de los Judíos”, esta la Divina Niña tendiendo sus manecitas a los Esclavos para subirlos a la Cruz y crucificarlos con tres clavos de amor. ¡Qué hermosa es la Esclavitud! sí, pero la Esclavitud nacida del fondo del alma, no la Esclavitud fingida. La Esclavitud nos llevará siempre a Dios no cabe duda, pero hay que aprender a ser esclavas de corazón rendido, no solamente a aparentar que lo somos.
Vamos a suponer que Vds. tienen prescrito hacer el examen de conciencia todos los días de determinado modo, recogiéndose interiormente, y meditando con detención cómo han cumplido en ese día con todo lo pequeñito; pues bueno, si ese recogimiento lo tienen sólo aparentemente, es decir, si cierran los ojos y se arrodillan, pero su corazón no esta allí y su pensamiento tampoco, habrán hecho su examen a los ojos de quien las haya visto, pero Dios vera que no lo hicieron como debían, que se desviaron de la obediencia y por consiguiente, se apartaron del camino. Procuren siempre que desde en la mañana en el momento de despertar, todo su pensamiento sea para Dios Ntro. Señor y constantemente mediten en cada uno de sus pasos porque así caminaran firmes sin caerse de la Cruz. Si lo primero que tienen que hacer al levantarse es rezar, díganse a sí mismas: –“me fijaré en lo que rezo para hacerlo con devoción y uniendo mi co­razón a las palabras”, –“ahorita el Reglamento me manda ir a Maitines; voy a pensar que la campana es la voz de Dios que me llama para que vaya a alabarlo desde las primeras horas del día. Me han dicho que he de rezar claro, recio, despacio y con devoción; luego si yo no pongo cuidado para hacerlo así, ya es­toy desviándome del camino y cayéndome de la Cruz. Ya acabé los Maitines, aho­ra ¿qué voy a hacer? me voy a mi pieza mientras dan el toque de meditación; procuraré ir muy recogida, sin andar recio, sin voltear la cara para ningún lado, llevando presencia de Dios, y una vez en mi pieza, ¿qué voy a hacer? ¿a sentarme a descansar? no señor, voy a ver todo lo que arreglo para que siempre se vea limpia y escombrada; y ¿por qué voy a hacerlo de esa manera? porque no quiero apartarme de la Cruz y tampoco caerme de ella. Quiero seguir el camino que me ha de llevar a la Esclavitud, y como ese camino es la cruz, siempre tendré que caminar sobre ella hasta llegar a crucificarme con los clavos de mis votos de obediencia bien cumplidos”. –“Luego me tocan para ir a la meditación y allí debo estar recogida, silenciosa, en una postura modesta, sin recargarme, y con la imaginación fija en la doctrina que voy a recibir de parte de Dios para ver cómo la aprovecho, porque si yo voy allá a dormirme, a tener una postura inmodesta, a buscar la manera de estar cómoda y a desperdiciar las gracias que podría yo sacar, ya estoy desviada de la Cruz y expuesta a caerme a cada instante y esa caída puede ser terrible para mí”. Acuérdense hijas mías que es­tamos sobre un abismo, y que el puente por donde tenemos que pasar salvando ese abismo para llegar a coger las manecitas que nos ofrece la Divina Niña, es un puente sumamente estrecho; una sola mirada para otro lado, un solo paso puede desviarnos, precipitándonos sin remedio en el abismo que tenemos bajo nues­tros pies; ya les he dicho de aquella pintura de las Verdades Eternas, en la que ponen a un hombre colocado en un puente muy angosto y próximo a romperse; ese puente esta sobre un precipicio lleno de animales dispuestos a devorar al que caiga en él;  y el hombre aquel sin darse cuenta del peligro que corre, está tranquilamente chupándose una uva.  Pues precisamente lo mismo hacemos nosotros; cada vez que una alma se deja dominar por el amor a sí misma, que se cree una gran cosa, que esta diciendo: –“yo soy muy sabia, muy santa, muy hu­milde, muy dispuesta para todo”, hagan de cuenta que está chupando la uva; y hay que advertir que el demonio esta pendiente de ella para hacerla caer en el abismo del infierno, llevándola a él por el camino mas seguro que es la sober­bia. Satanás esta deseoso verdaderamente de ver cómo precipita a una esclava, porque les aseguro que el día que desgraciadamente llegara a conseguir que un esclavo fuera a dar al infierno, no habría habido allí jamas, mayor fiesta ni mas grande regocijo, ¿saben por qué? por el odio que nos tiene al ver que los esclavos hemos sido encargados de salvar a la niñez; y sólo por ese hecho, procurará hacer cuanto esté de su parte para perdernos.
Por eso hijas mías hay que estar muy vigilantes, muy dispuestas a dejarse humillar; no piensen en sí mismas, ni vivan siempre creyendo que todo lo pue­den y todo lo hacen bien; no estén diciendo a toda hora: –“porque yo goberné, todo salió bueno; porque yo mandé, todas obedecieron; porque yo impuse silen­cio, todas callaron”. Todo eso déjenselo a Dios para darle la gloria que se merece, porque El y sólo El es quien derrama su gracia sobre las almas y mueve los corazones. Busquen la santidad en donde han de encontrarla, que es en una humillación profunda, y no traten de apartarse de ese camino porque es el único de salvación, y fuera de él no la encontraran. Podrían Vds. salvarse en el mundo en cualquier estado, si Dios no las hubiera llamado para que lo sirvieran ya lo creo, pero una vez que han recibido ese llamamiento y que las ha es­cogido para una fundación y para sufrir los trabajos propios de una Obra que empieza, no traten de apartarse de ella porque se perderán; de manera que cual quiera de Vds. que al sentir sobre sí la humillación que ha de santificarlas, y el peso del castigo que ha de corregir sus defectos, sus faltas, su modo propio, quiera zafarse y apartarse a un lado, ya está desviándose de la Cruz y ca­yendo de ella para no volver tal vez a levantarse.
No huyan de lo que las hará santas; no traten de eximirse del desprecio, porque solamente eso las hará esclavas; busquen la santidad, pero no quieran tampoco conseguirla en un día, y porque no la consiguen tan pronto como quisieran, se desesperen y le digan a Dios Ntro. Señor: –“si no he de ser santa, mejor que sea otra puesto que yo no puedo aprovecharme”. Nada de eso; al contrario, aunque les cueste trabajo, aunque se vean muy miserables, vayan a de­cirle a Dios: –“yo seré santa Señor, me esmeraré en ello, procuraré vencerme, y aún cuando es muy grande mi debilidad y mucha la miseria que me rodea, no importa, lucharé sin descanso y con tu ayuda todo lo conseguiré”. A fuerza de humillarnos lograremos ir caminando por encima de la Cruz siempre derechas, sin desviarnos para ningún lado, guiadas por el amor de la Divina Niña que será la que nos conduzca a Dios Ntro. Señor.
Vamos a luchar hijas mías; el alma que quiera ser esclava ha de formarse entre puras lágrimas, oración y sacrificio, y para tener fuerzas para sufrir, la Divina Infantita nos ofrece el cloroformo que ha de hacernos insensibles a las penas y es la Sagrada Eucaristía. ¿Han visto Vds. una persona cloroforma­da? nada siente; bien pueden hacerle las operaciones mas terribles, que ella no se da cuenta. Así nos pasara a nosotros con los sufrimientos y las tribula­ciones por fuertes que sean; cloroformadas con ese Sacramento de amor nada sentiremos porque él nos fortalecerá siempre, y de esa manera cuando llegue la tentación a querer desanimarnos desviándonos de la Cruz para apartarnos de ese único camino de salvación y precipitarnos al abismo, nos encontrara bien acorazadas con la Sagrada Eucaristía, con el amor de Dios Ntro. Señor y con el cum­plimiento exacto de nuestro Reglamento.
Postradas en la presencia de la Divina Niña, vamos a rogarle que nos enseñe cómo hemos de andar por ese camino de la Cruz que es demasiado estrecho no lo olviden; precipicios terribles nos rodean de un lado y otro; tenemos que caminar con mucho cuidado, con grandes precauciones, siempre pendientes de nues­tros pasos, siempre vigilantes, porque el menor movimiento puede desviarnos y arrojarnos en esos precipicios perdiéndonos sin remedio. La Cruz es muy angos­ta hijas mías, con tal motivo tiene que costarnos mucho trabajo el ir sobre ella sin desviarnos, y mucho más nos costara subir a ella si la paramos; por eso vamos a acostarla, así nos será mas fácil el camino, hasta que lleguemos a poder tomar la manecita de la Divina Niña que desde lo alto de esa Cruz nos la tiende cariñosa para llegar arriba más seguras, para ayudarnos a subir con más firmeza, y luego cargar a Dios Ntro. Señor desclavándolo de ella para cru­cificarnos nosotros en su lugar, con esos clavos de amor que la Sma. Virgen nos ha de poner. De esa manera no los sentiremos porque nos tendrá embriagadas y fortalecidas con la locura que nos hará amar y desear con ansia la Sagrada Eucaristía que es la que nos da a Dios y nos permite llevarlo en nuestros cora­zones.
Pero no olviden que para poder llegar donde está la Niña y alcanzar su manecita salvadora que es la que ha de conducirnos a la santidad y con ella al cielo a gozar de la hermosura de Dios, necesitamos poner cuanto esté de nuestra parte para dejarnos corregir, para sufrir contentas los desprecios y las humillaciones que nos han de hacer esclavas, y que le han de dar a nuestros co­razones la verdadera locura del amor de la Divina Infantita.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado para Nuestro Padre­cito y para nosotros en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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