Preludios.- Como en la meditación 15
Punto 1º.- Volvió a mandar el ángel a José y éste a
Jesús y María y todos regresaron a su patria; pero advierte bien, hija mía, que
no fue cuando se les antojó, sino cuando Dios mandó.
Punto 2º.- Admira a Jesús entre los Doctores en el
Templo de Jerusalem. - Obedeciendo está a su Eterno Padre.
Únete con María y llora con Ella la pérdida del Divino Rey.
¡Cuánto sufre su corazón de Madre!.
¿Y por qué lo ha hecho así Jesús, con María y José?. El
mismo nos lo enseña, respondiendo a la amorosa queja de su Madre: –“No
sabíais, les dice, que en lo que atañe a mi Padre debía yo estar”. (1) - Mi
Padre ha mandado, y para obedecer a Dios no hay que consultar si los padres
sufrirán o no. Sobre todo hay que obedecer a Dios. -
Punto 3º.- Después de esto se fue con sus padres a
Nazareth y vivió siempre sumiso a ellos.
Piensa hija mía, lo que es en esto más admirable y lo más
práctico. - Jesús obedece a María y Madre e Hijo obedecen a José.
El que es Superior Infinito obedece a la que siendo la más
perfecta de todas las criaturas, es infinitamente inferior a El por naturaleza,
y los dos obedecen a José, el ínfimo de los tres.
Cada uno obedece en el otro el derecho que ha recibido de
Dios; Jesús obedece a sus padres, y María obedece a su esposo.
Afectos.- Señor, hasta cuándo viviré yo examinando
las cualidades de mis superiores para considerarlos más o menos dignos de mi
obediencia. - No más, Señor, no más exista en mí este error. Sea quien fuere mi
superior te representa a ti.
Propósito.- Obedecer a mis superiores cuando quieran
y como quieran.
__________
MEDITACION Nº 403
Lunes 30 de Abril de 1906. a.m.
LA
ESCLAVITUD DE JESUS
PRACTICADA CUANDO, COMO Y SIEMPRE QUE DIOS QUIERE
Dice la meditación de Nuestro Padre, que el Niño Jesús obedecía a la Santísima Virgen,
y que los dos se sujetaban a Señor San José. - Nos habla esta meditación de
cuando se perdió el Niño, y lo encontraron predicando en el Templo a los
Doctores, ocupado en las cosas de su Padre.
Ahora vamos a estudiar con la obediencia del Niño Jesús que quiso
vivir siempre sujeto a la
Santísima Virgen y a Señor San José, y con el modo de mandar
de estos dos santos, cómo debemos obedecer las esclavas, y cómo deben las que
ocupan algún cargo en la
Esclavitud, hacer respetar la voluntad de Dios, sin mandar y
sin creerse por el lugar en que Dios las ha colocado, que son superiores a las
demás. Para llegar a practicar con perfección esa obediencia que tendrá que ser
general, puesto que los esclavos obedecerán a todos los superiores de la Iglesia y no solamente a
uno, y esa obediencia tiene que costarnos mucho sacrificio, y sobre todo, un
vencimiento grande cuando tengamos que obedecer y respetar a quien no nos
quiere, ni se compadece de nosotros, ni es capaz de tenernos misericordia, por
eso quiero irles presentando a Vds. esa virtud poquito a poco; sabiendo primero
que tendrán que sujetarse a las personas a quien Dios les ha dado por
padres espirituales, como los quieren tanto, claro es que no piensan que es
fuerte obedecer, sino que por el solo hecho de ser ellos quienes les mandan
algo, el amor que Dios ha querido que Vds. sientan por esos papás, hace que
ejecuten con gusto sus mandatos, y que nada ordenado por ellos les parezca
duro; esa es la primera parte de la obediencia, la más sencilla, la que Vds. practican
sin trabajo y hasta con satisfacción, ¿no es cierto?. Es verdad que no es lo
mismo obedecer a una Madre como la
Santísima Virgen, llena de perfecciones, adornada de todas
las virtudes, que mandaría con una dulzura angelical, (porque ¿no se figuran
Vds. qué mandatos serían los suyos tan encantadores?) que obedecer a una mamá
ignorante que nada sabe, que tal vez les mande con dureza algunas veces; a una
madre como la que Dios Ntro. Señor ha querido darles, que de veras hijas mías,
sólo por el gran cariño que me tienen pueden disculparme, porque les aseguro
que soy torpe, que no entiendo una palabra de nada, y que al lado de
cualquiera de Vds. me quedo muy atrás en saber, en ordenar, en mujerío, en
todo; y esto no vayan a creer que por humildad se los digo, nada de eso, aquí
no hay más que realidad pura.
Con que vamos a ver, decíamos que la Santísima Virgen
por su mucha humildad, y por considerar que mandaba a su Santísimo Hijo, a
todo un Dios que era infinitamente superior a Ella, debe haberlo mandado con
una pena, con un respeto y con un cuidado, que han de haber dado encanto ¿no
les parece? por supuesto que lo mismo ha de haberlo hecho Señor San José; y el
Niño, ¡con cuánto gusto y alegría se sujetaba también humildemente a obedecer a
sus padres!. ¡Qué más podía hacer!. - Por eso todos, los tres nos dan ejemplo a
las esclavas para que sepamos cómo se debe observar la obediencia en la Esclavitud; ha de ser
en nosotros una virtud tan arraigada y perfecta, que nos haga practicar actos
heroicos de sacrificio, y como esos actos son fuertes y terribles, por eso
quiere la Divina Niña
que comencemos poco a poco, para que empezando por lo pequeñito, por la
obediencia a quien amamos que es la que menos trabajo cuesta, se nos vaya
facilitando, y así aprendamos más tarde a obedecer a quien nos trata con
demasiada dureza, a quien nos desprecia, a quien nos persigue. Yo pienso que
Vds. hijas mías, están siempre dispuestas a acatar la voluntad de nuestros
superiores, que se resignaran a obedecerlos siempre, hasta con gusto, si así se
los exige Dios Ntro. Señor, pero como por otra parte somos miserables, es muy
natural que al pensarlo se nos haga duro, y que nos parezca superior a
nuestras fuerzas el tener que rendirnos con una obediencia ciega, a quien tan
mal nos quiere como son todos los Superiores, todos los Representantes de la Iglesia. - ¡Qué quieren
hijas mías, yo como no tengo otra cosa sino miseria, tal vez eso será lo que a
Vds. les dé solamente en las meditaciones; por eso les pido que me perdonen, si
lastimada como estoy, porque tengo mi alma hecha pedazos, no siento más que
pena al ver que mientras más nos afanamos y multiplicamos nuestros sacrificios,
trabajando en la salvación de las almas y abarcando el mayor número posible de
ellas, más palos nos den los mismos a quienes ayudamos, puesto que todas esas
niñas son una carga que debía pesar sobre el Señor Arzobispo, sobre su
conciencia, porque debiera ser el responsable de ellas, y nosotros le
aligeramos el peso desde el momento que le quitamos a él esas ciento cincuenta
o doscientas niñas para tomarlas y responderle a Dios por esas almas. Pero no
le hace, aunque sintamos mucha amargura hemos de obedecer, hemos de humillarnos
cada vez más, y hemos de hacer meritoria la obediencia, sujetándonos a la voluntad
no sólo de las personas que amamos sino también de aquellas que nos lastiman y
nos hieren. Vds. no teman nunca que les quiten a los padres que Dios les ha
dado, eso no; por más que lo intenten los enemigos de la Obra, no podrán lograrlo se
los aseguro. ¿Acaso saben Vds. que al Niño Jesús le hubieran quitado a su
Madre? no tuvo otra; la
Santísima Virgen fue su única Madre hasta el pie de la Cruz; y aunque hubiera
intentado el mundo entero quitársela, no habría podido conseguirlo. Pues lo
mismo pasará con los Esclavos y con las Esclavas: los padres que tienen, ¿quién
se los ha dado? Dios Ntro. Señor, y lo que El da, pueden Vds. asegurar que no
lo cambia porque no es como los hombres que hoy hacen una cosa y mañana se
arrepienten de ella. De manera que pueden estar ciertas que a sus padres no se
los tocarán, pero ¿querrá Ntro. Señor conformarse con que Vds. limiten su
obediencia sujetándose únicamente a la voluntad de Nuestro Padre y mía? ¿no la Esclavitud exige de
Vds. un sacrificio mayor y una obediencia más perfecta?. Pues bien, esa
obediencia pueden desde luego hacerse el ánimo de practicarla de esta manera:
primero, obedeciéndose unas a las otras, considerándolas como superiores suyos;
ya esa es una sujeción mayor, y todavía lo será más en las que tienen que vivir
separadas de mí, como por ejemplo las que están en el Templo.
Vamos a suponer que tienen allí por superior a un sacerdote que no
es Esclavo, y como le falta el espíritu de la Esclavitud, pues
naturalmente no manda como pudiera hacerlo un Esclavo, es decir, con mucha
dulzura para que el mandato más bien parezca una súplica que una orden; sino
que es todo lo contrario; que las desprecia, que las maltrata, que cuando
alguna se acerca a suplicarle que la confiese, ni siquiera se digna darle una
respuesta, y si se lo vuelve a rogar no recibe sino una humillación más. - ¿Qué
deberán hacer las que sean verdaderas esclavas en ese caso? seguirse
humillando; si dos veces rogaron y las han despreciado, sigan insistiendo hijas
mías cuando sea oportuno, y sin temerle a otro desprecio, lleguen humildes
cuantas veces sea preciso, como el que pide una limosna, a implorar que les den
la absolución. No crean, a medida que más vea Dios Ntro. Señor que somos
humildes, más se compadecerá de nosotros se los aseguro; nos dará una luz
siquiera para saber qué es lo que debemos hacer en una situación tan fuerte
como la que estamos pasando. A nosotros todo se nos niega; no tenemos ni la
aución de acercarnos al sacerdote para decirle que por caridad nos conceda la
limosna de la absolución que ningún trabajo cuesta, porque todavía habrá cosas
que se nieguen porque cuestan trabajo, pero yo creo que el
decirnos: “Misereator vestri”, no es una cosa que tenga muchas dificultades ni
grandes molestias; y sin embargo, nosotros ¡hasta de eso carecemos! - ¿Y qué podremos
hacer? ¿quejarnos? - ni eso siquiera, porque Nuestro Padre el pobrecito está
tan lejos, que nada puede hacer por nosotros; nos quejamos con él, y es
cierto que sentimos un consuelo, pero no tenemos el remedio, y en cambio le
aumentamos su
amargura. - ¿Buscar un sacerdote que por caridad se compadezca de nuestras
almas y nos confiese? en primer lugar nadie nos querrá hacer ese favor porque
no nos apetecen; y además, como estamos rodeadas de enemigos, tenemos miedo de
perjudicar nuestra Obra. De manera que no tenemos ni el derecho de pedir esa
gracia para sentirnos tranquilas al recibir el perdón de nuestras faltas
pequeñas, porque tenemos encima el desprecio general de todo el mundo, es
decir, de todo el clero, y ¿saben por qué? nada más por el hecho de pertenecer
en cuerpo y alma a la
Divina Infantita; porque somos las despreciadas esclavas de
esa Niña que es Nuestra Reina. - Por eso se presenta aquí el Visitador que nos
manda el Sr. Arzobispo, y viene como Juez, lleno de dureza a
tratarnos como reos, y nosotros estamos obligadas a salir bien humilladas
siempre, poniéndonos frente a él únicamente para que nos maltrate; y mientras
todas las Congregaciones religiosas gozan de algunas concesiones, pueden pedir
que las niñas a quienes educan formen entre sí alguna Asociación piadosa, y que
se llamen: “Hijas de María o de José”, nosotros estamos excluidas por completo,
las niñas de nuestro Asilo no son hijas de nadie ni las reconocen los
superiores; sólo son hijas de la
Divina Niña porque le rezan su Hora todos los días.
Vamos a pedirle a Dios con toda el alma hijas mías. ¿Creen Vds.
que esto pueda seguir así? no es posible; yo no me he acostumbrado a vivir
feliz sin Nuestro Padre; bien comprendo la falta que nos hace porque estamos en
el caso de decir: –“tenemos el pan pero no hay quien nos lo reparta”. Por eso
desde hoy que es la víspera del primer día del mes de Mayo consagrado a la Divina Niña, todas
unidas a mí, pediremos sin descanso, le lloraremos a Dios Ntro. Señor, nos
sacrificaremos cada vez más, nos sujetaremos a su voluntad santísima a toda
hora, en cada momento, y es imposible que deseche nuestras lágrimas y ruegos, y
no nos tenga ya misericordia. Sí hijas mías, estén seguras que Dios se
compadecerá de nosotros y no nos negará luces, no nos negará gracia, ni la
limosna diaria del Pan de la
Eucaristía.
Todas hemos de sacrificarnos para ofrecerle a la Divina Niña en este
mes, pétalos de flores formados con todas las acciones pequeñitas que vamos a
practicar por puro amor; y ya que desgraciadamente las circunstancias por que hay
que atravesar, nos obligan a no poder hacer nada de lo que quisiéramos y a ver
que en el Templo consagrado a Ella no haya un sacerdote esclavo que hiciera
arder allí el fuego del amor, vamos a suplirlo nosotros consagrándole por
completo nuestros corazones, siendo sumamente dulces, teniendo todo muy limpio
y arreglado, contestando con mucha suavidad a quien nos trate duro, humillándonos
cada vez más a medida que nos desprecien. Procuren que el Templo esté muy
aseado, que Vds. en su persona respiren limpieza, que en todas partes reine el
orden, que los sacrificios no se interrumpan sino que sean continuados; todo
eso son pétalos de flores que le obsequiamos a Nuestra Reinita para regar con ellos
sus altares. Las del Calvario también procuren unirse a las del Templo
trabajando sin descanso, siempre contentas, sacrificándose puramente por Dios y
por la Divina Niña;
lo mismo las de Coyoacan, y de esa manera todas estaremos unidas y lograremos que
Dios Ntro. Señor se compadezca de nosotros y haga que llegue nuestro día, que
tiene que llegar hijas mías no lo duden. Dios no puede tenernos siempre así,
porque El es Padre cariñoso y sabe bien lo que necesitamos; ahora nos prueba
porque nos quiere fuertes para la lucha, y ya saben que las almas sólo se
prueban en la tribulación; pero si Vds. no desmayan, si caminan firmes, si
claman a Dios llenas de fe y dispuestas a sujetarse en todo, por todo, y en
todo lugar a la obediencia, pueden decir con alegría que habremos logrado
nuestro mayor deseo que es el triunfo de la Divina Infantita y
el que Nuestra Esclavitud se haya salvado.
Postrémonos en la presencia de la Divina Niña para
rogarle que nos haga la gracia de que constantemente tengamos flores de sacrificio
que ofrecerle; pero que ahora nos esmeremos más en este mes de Mayo consagrado
a Ella. No nos importe si no tenemos flores naturales que darle a la Santísima Virgen;
no nos dé pena ver que no tendrá quien le cante; lo que debe preocuparnos más
que todo, es que no le falte el amor de nuestros corazones, que sepamos
entregarnos a Ella y sacrificarnos cuanto sea preciso, venciéndonos a nosotros
mismas a toda hora y en todo momento, obedeciendo y humillándonos delante de
todo aquel que nos desprecie; olvidando sus injurias de tal manera, que no
hagamos ni mención de ellas, para que así podamos decir con verdad: –“es tanto
lo que yo amo a mi Niña, que por Ella todo me parece poco, y sufro contenta, y
obedezco gustosa a quien me maltrata, y me esmero en obedecerlo con prontitud;
si me pagan mis sacrificios con un desprecio, no me importa, yo seguiré siendo
dulce, suave, llena de afabilidad; trabajaré con afán, cumpliré mi Reglamento,
tendré muy aseado el Templo de mi Reina, de esa Niña angelical por quien con
tanto gusto me sacrifico; y Ella verá que le doy pétalos de flores, y que son
esos pétalos todos mis actos pequeñitos, y con ellos quiero alfombrarle todo el
camino”. Y si a las del Templo se unen como les he dicho, las de Coyoacan y
las del Calvario, y todas quieren ser dóciles, humildes, obedientes y sacrificadas,
tendremos la dicha de ver alfombrado con esos pétalos de flores, el camino de
Coyoacan para acá, de aquí al Templo, y del Templo a España, para que vea
Nuestro Padre que no está solo, que todas estamos unidas a él, que esas flores
son nuestros constantes aunque pequeñitos sacrificios, y que llegan allá para
que él sea quien los ofrezca a la Divina Niña, para que vea que tenemos deseos de
sufrir con él, de aligerarle un poco las penas terribles que carga a cuestas,
de aliviar la amargura intensísima que debe sentir en su alma al encontrarse
lejos de su Congregación, separado de su comunidad y sin poder hacer nada por
ella. Ya no es la pena de vivir separado de determinadas personas, sino de
estar lejos de su Obra y de todas sus hijas, que formamos una sola alma con la
suya, y que unidas a la vez estamos constituyendo lo que él tanto ama que es su
Esclavitud.
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