martes, 30 de octubre de 2012

MEDITACION Nº 14 SOLO LA ESCLAVITUD DE AMOR SALVA




Preludio 1º.- Como en la primera meditación.
Preludio 2º.- Imagínate que ves cualquiera de los tres grandes misterios que hemos considerado antes: la Encarnación, la Crucifixión, y la Eucaristía.
Preludio 3º.- Pide al Señor que te dé luces para conocer la Obra de salva­ción que se realiza en ellos.

Punto 1º.- ¿Qué hace María cuando en la Encarnación al mostrarse tan per­fecta Esclava, Ella dice: “Fíat”, y entonces es cuando la naturaleza humana, libre, representada dignamente en María, da su consentimiento para que el Verbo Divino uniéndose a nuestra naturaleza la haga la gran víctima expiatoria de los pecados de los hombres? - La Encarnación es la preparación del gran sacrificio salvador de la humanidad, y de cada hombre en particular.
Punto 2º.- En la Cruz es donde rompe la Divina Víctima el decreto de enemistad con Dios, que pesaba sobre la humanidad. (1)
Entonces aprendió la obediencia por las cosas que padeció; y consumado, fue hecho Autor de salud eterna, para todos los que obedecen.
Punto 3º.- Y cuando en la Sagrada Eucaristía el Hombre-Dios se somete a tanta obediencia y esclavitud la más perfecta, ¿no es cuando en la vida eucarística dispone el modo de darme a vida, comunicando a cada hombre en particular los derechos de salvación que alcanzó para la humanidad en la Cruz?. –“Yo soy el pan vivo que descendí del cielo. Si alguno comiere de este pan, vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne”. (2)
La carne tomada en el Inmaculado Corazón de María y sacrificada en el ara de la Cruz para la salud de todos, es la que comida en la Sagrada Eucaristía da vida santa a cada uno de los hombres. Como dice Nuestra Santa Madre la Iglesia al dar la Sagrada Comunión a los fieles: –“Se te da la prenda de la gloria”. Esto es, el derecho para que seas morador de la gloria. -
Afectos.- Luego sin verdadera Esclavitud no hay salvación. Huyendo el mun­do de la amorosa obediencia de la Esclavitud del amor, se aparta de la salvación. - Esclavicémonos nosotros y hagamos que otros se esclavicen, para que ayudándonos a esclavizar a los hombres con cadenas de amores, semejantes a los de la Encarnación, la Crucifixión, y la Eucaristía, los hombres vuelvan a los cami­nos de la Salvación.
Propósito.- Seré esclavo y procuraré que otros lo sean.
(1)       Heb.    Cap. 5, vv.  8 y 9.
(2)       Joan.    Cap. 6, vv. 51 y 52.
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MEDITACION Nº 400
Miércoles 25 Abril de 1906.a.m.
SOLO LA ESCLAVITUD DE AMOR SALVA

Cita hoy Nuestro Padre los tres Misterios de la Encarnación, la Crucifixión y la Eucaristía, y dice que sin ellos no hubiera habido salvación para el mun­do. Desde el momento en que la Sma. Virgen admitió la unión del Verbo Divino con la naturaleza humana, pronunció el Fíat de la Redención y nos dio la seguridad de salvarnos. Sin Ella no tendríamos Eucaristía, no podríamos unirnos con Dios Ntro. Señor. ¡No ven cuánto le debemos a la Sma. Virgen! por eso nosotros que la tenemos por Reina pequeñita, y la amamos desde el primer instante de su ser, vamos a rogarle que nos enseñe cómo hemos de ser verdaderamente es­clavas; cómo hemos de corresponderle a Dios Ntro. Señor el amor que nos tiene que es tan grande. No podemos ni siquiera darnos cuenta de cómo nos ama Dios hijas mías, porque no sabemos apreciar ese amor; el hombre vive despreciándolo y por eso no lo siente, que si lo sintiera tal cual es, no lo resistiría. Ayer así me lo hizo ver Ntro. Señor en la oración; yo pensaba en el amor que les tendría a las otras monjas, y le decía yo: –“¡Cuánto amarás a las Reparadoras, a las Capuchinas!”, entonces El me hizo sentir que cada una teníamos nuestra porción, y después con mucho cariño sentí cómo me dijo: –“Si yo te hiciera sentir todo el amor que te tengo, no podrías resistirlo, morirías”. ¡Tanto así es el amor de Dios para las almas, y nosotros no sabemos estimarlo, y mucho menos corresponderlo!. Quisiéramos entender a Dios Ntro. Señor siempre que El se hiciera a nuestro modo, porque eso de hacernos al suyo nos parece sumamente difícil. Yo estoy segura de que a todas Vds. les gustaría mucho que Dios las escuchara, pero querrían darse cuenta de que eso había sido, para que­dar convencidas; se sentirían felices llamando a Ntro. Señor, la risueña entre puras risas, la seria con seriedad, la reflexiva con muchas reflexiones, la circunspecta con circunspección, y que al momento sintieran su presencia, eso sí; que no las hiciera esperar, sino que solicitaran una audiencia y ya estu­viera pronto para concederla en el momento mismo. Eso no es posible hijas mías, el alma que logra llegar a comunicarse con Dios tiene que hacer mucho, que es­perar todo el tiempo que El quiera, que humillarse profundamente en su presen­cia posesionada bien de su miseria, sin desanimarse por ella ni porque se le figure que no adelanta un paso en la perfección. Eso nunca lo verán, convénzanse, y si lo ven, será mala señal porque querrá decir que tienen amor propio, y ese es el que les dice que han adelantado. Vds. no averigüen, caminen siempre adelante, estudiando cada día más cómo han de humillarse delante de Dios Ntro. Señor, y El hará lo demás y se encargará de santificarlas por medio de la Divi­na Niña. Lo que se necesita es que todas se resuelvan a pronunciar el Fíat para corresponderle a Dios su amor con sacrificios, que es con lo único que pueden demostrar que lo aman mucho esos sacrificios si son constantes, le estarán diciendo a nombre de Vds. –“¡Quiero amarte Jesús mío! - ¡Quiero corresponder con un amor loco el amor infinito que me tienes! - ¡Quiero vivir para ti, bien mío, y estar pendiente a toda hora, para oír el silbido amoroso con que me llamas”. Sean muy humildes, y esa humildad hará que las profesoras y todas las que tienen niñas que enseñar, después de trabajar con ellas, de luchar sin descan­so, de sacrificarse para lograr algún fruto, de enseñarles algo, cuando vean que ya lo han conseguido, que aquello que pusieron salió bien, que el mundo satisfecho pregunta: –“¿quién educó a esas niñas? ¿quién las ha enseñado?”, nunca quieran aparecer ellas sino que siempre presenten a Dios y se oculten lo más que puedan a los ojos de los demás, para que de esa manera, cuando se acerquen al Sagrario puedan decirle a su Esposo Sacramentado: –“¡Aquí me tienes; he trabajado mucho, me he sacrificado, he recibido desprecios, he luchado con las niñas, pero como no busco la gloria para mí sino para ti solo, por eso vengo aquí a ocultar mis sacrificios para que nadie los vea ni los conozca más que Tú. Quiero vivir olvidada de todos, no quiero que los hombres me compadez­can, por eso callaré cuando sufra y por fuertes que sean mis amarguras, siem­pre tendré la sonrisa en las labios; así sólo Tú sabrás que sufro, y no nece­sito más. Me basta con que Tú pienses en mí! ¡por eso no me importa que el mun­do desconozca mis sufrimientos, con tal que los aprecie mi Señor y mi Rey, y sepa que por su amor lo he hecho todo!. No quiero las alabanzas de las criaturas, ni apetezco los honores que ellas pudieran darme; todo lo contrario: seré feliz si logro vivir despreciada, abatida, colmada de humillaciones, maltrata­da, y todo eso lo puedo venir a depositar aquí a tus pies para quejarme conti­go y que Tú me consueles y aceptes mi corazón todo entero”.
Sí hijas mías, ¡qué hermoso será eso para las Esclavas ! - ¡qué dicha tan grande la suya después de haber salvado a muchas almas, de haberlas catequiza­do, de haberles dado forma espiritual, ganándolas para Dios, el ver que se acerca el momento de recibir la recompensa de sus trabajos de esclavas, de re­cibir el premio de sus sacrificios, que es el mayor que pueden esperar puesto que consiste en llegar junto al Sagrario, y depositando allí todo lo que llevan para que Dios lo reciba, quedarse desde aquel momento a sus pies, para vi­vir unidas ya con Jesús en el Sacramento!.
Postradas en la presencia de la Divina Niña le pediremos con todo nuestro corazón, que nos enseñe a crucificarnos, que nos diga cómo se crucifica el al­ma que quiere corresponder con un amor de locura, esa locura del amor que Dios nos tiene. Ese amor hijas mías tiene que ser muy firme, muy decidido y lleno de finura.
Examinemos nuestras obras hasta las más pequeñas, recordemos cómo han si­do hechas, y así veremos si han tenido la finura que debe tener lo que se le consagra a Dios Ntro. Señor. Roguémosle a la Niña encantadora que Ella nos ayude, que nos impregne en nuestras almas las virtudes, para que así todo en nosotros sea dulce, agradable, lleno de amor y de modestia; que nuestros moda­les sean finos, moderadas nuestras palabras, suaves y llenas de afabilidad; que todos nuestros pensamientos sean puros y sencillos; que seamos dulces y misericordiosas con las niñas, tratándolas siempre bien, procurando llevarlas a la santidad pero suavizándoles la Cruz; y ya que tenemos por fuerza que ser lo último, porque las esclavas han de verse constantemente humilladas, colmadas de desprecios, desechadas por todos lados, le rogaremos que nos haga humildes y que nos conceda la gracia de que siendo últimas en todo, seamos sin embargo primeras en amar a Jesús Sacramentado y a la Divina Infantita, y no permitir que nadie nos gane en amor.
Le pediremos a Ntro. Señor la bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, para Nuestro Padrecito y para nosotros.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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