3º.- HA BUSCADO SOLO LA VOLUNTAD DE SU PADRE
Preludios.- Como en la meditación 18.
Punto 1º.- Y si tanta es la dependencia del pensar y
hablar de Jesús respecto a la voluntad de su Padre, ¿cuál será la sujeción de
la voluntad?. Admirable, hija mía, admirable. - El testimonio de Jesús no
puede ser más claro. –“Descendí del cielo, dice, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad de Aquel que me envió”. (1) –“Por eso no busco mi voluntad
sino la suya”.
Punto 2º.- A toda hora esta sujeción a la divina
voluntad es manifiesta hija mía. –“Mi comida, dice, es que haga yo la voluntad
del que me envió” (2), y todavía nos estimulan más a imitar nosotros esta
dependencia, las palabras que siguen: –“El que me envió conmigo está, y no me
ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que a El le agrada”.
Punto 3º.- Y Jesús no se aparta de la voluntad de su
Padre, cuéstele lo que le costare. Recuerda sus palabras en
la “Oración del Huerto”: –“Hágase, no lo que yo quiero sino lo que Tú”. (3) -
“Si quieres traspasa de mí este cáliz, mas no se haga mi voluntad sino la
tuya”. (4) - “Y para que el mundo conozca que amo al Padre y que tal como me
dio el mandamiento así hago, levantaos, y vamos de aquí”. (5) - Y marchó Jesús
para entregarse a los que lo venían a prender.
Afectos.- Obedientísimo Maestro mío, Tú vas hasta la Pasión para cumplir la
voluntad de tu Padre, y yo, ¡Ay Señor! la más insignificante pequeñez me aparta
de la divina voluntad.
Propósito.- Hacer a toda costa la divina voluntad.
(1) Joan. Cap. 6, v. 38.
(2) Joan. Cap. 4, v. 34.
(3) Marc. Cap.
14, v. 36.
(4) Luc. Cap.
22, v. 42.
(5) Joan. Cap.
14, v. 31.
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MEDITACION Nº 406
Jueves 3 de Mayo de 1906. a.m.
3º.- HA BUSCADO SOLO LA VOLUNTAD DE SU PADRE
Jesús ha querido no solamente pensar y hablar lo que su Padre le
ha ordenado, sino que ha cumplido en todo y por todo su santa voluntad; así lo
demuestra en todas sus acciones que no tenían otro objeto que hacer la voluntad
de Aquel que lo había enviado; y de tal manera quiso sujetarse a su Eterno
Padre, que en sus momentos de mayor tribulación, como en la Oración del Huerto, le
ruega que si es posible haga que pase de El ese cáliz amarguísimo, pero a la
vez le dice: –“no se haga mi voluntad sino la tuya”, y en seguida se levanta, y
comprendiendo que era llegada la hora de marchar, les dice a sus discípulos: –“Levantaos
y vámonos de aquí”, y camina con gusto a sufrir la Pasión que había de
salvarnos a todos y había de satisfacer a su Padre Celestial, cumpliendo así su
voluntad divina. - Pues bien hijas mías, así como el Esclavo de los esclavos,
el Divino Modelo que tenemos en la Esclavitud no se aparta un solo momento de la
voluntad del Padre, así nosotros los que como El vamos a ser esclavos, debemos
vivir sujetos a imitación suya; cumpliendo siempre la voluntad de Dios
Ntro. Señor. Pero vamos a ver cómo debemos ir al sacrificio que eso impone,
puesto que tendremos necesidad de vivir continuamente contrariadas, obedeciendo
a toda hora, sin tener voluntad propia, y muchas veces tal vez obligados a
sujetarnos a un superior torpe, duro, lleno de imperfecciones, porque Dios
permite a veces esas faltas en los superiores para hacer más meritoria la
obediencia del inferior que sabe humillarse, que no murmura ni exterior ni interiormente,
que calla cuando recibe una reprensión injusta, que ejecuta con prontitud el
mandato, aún cuando le haya sido dado con dureza. El que más se humilla es el
que delante de Dios tiene más valor y el que se hace agradable a sus ojos, no
cabe duda; pero como cada acto de humildad, de obediencia, de vencimiento,
tiene que costarles trabajo, por eso les digo que son sacrificios que
constantemente nos tenemos que estar imponiendo, y que en todo el día, muchos
actos pequeñitos de amor podemos ofrecerle a Dios Ntro. Señor y a la Divina Niña.
Ahora quiero que no olviden que ese camino es necesario
emprenderlo si tratamos de llegar a ser esclavas; que es el único verdadero,
porque no hay que hacerse ilusiones hijas mías, no tenemos otro más que el de
pura cruz y sufrimiento; pero también yo quiero que piensen esto: –“para entrar
en él y hacer que las almas nos sigan yendo en pos de nosotros a encontrar a la Divina Niña, ya saben
que el medio seguro es la dulzura, y que es fuerza convencerse de que por la
dureza nadie va feliz; los grandes, los niños, todo el mundo se conmueve más
con una palabra que vaya impregnada de amor, pero de un amor dulce, de un amor
tierno y misericordioso, que con grandes discursos duros y llenos de seriedad.
Yo les aseguro que por eso Nuestro Padre saca fruto de sus sermones, porque
están predicados con el corazón, y de ahí resulta que quien lo escucha se
conmueve, se une con él y sale encantado de su doctrina”. Sin embargo, yo
todavía quisiera que se amoldara un poco más a la niñez; que las platiquitas
que hiciera para sus hijas sobre todo, tuvieran la hermosura que tienen por
ejemplo sus meditaciones, porque encierran una doctrina hermosísima es verdad,
pero me gustaría más suavidad en ellas todavía, más sencillas, como por el
estilo de unos sermoncitos que les predicaba a las niñas cuando se instituyó la Pequeña Corte de
María, que verdaderamente eran para chiquillas y a mí me parecían encantadores.
Yo quisiera que Vds. lo hubieran oído entonces, con qué dulzura, con cuánta
suavidad les dirigía la palabra, haciéndose pequeñito, lleno de naturalidad
para que todas las niñas lo entendieran. Pues bueno, de ese modo y no de otro
es como yo entiendo que él debe formar a los Esclavos; llevándolos a la Cruz por un camino de pura
dulzura, amor y misericordia, porque ya les digo que así es como se logra
cautivar a las almas, y si Nuestro Padre lo hace de esa manera con sus hijos,
si así los forma, verán cómo los arrastra materialmente en pos de sí, cómo
consigue hacer que busquen la virtud, que amen cada día más la santidad, y que
luchen sin descanso hasta encontrarla; porque si queremos presentarle a las
almas desde luego el sacrificio terrible y el martirio constante, es difícil
conquistarlas, pues sólo almas privilegiadas por Dios y formadas para seguir
ese camino, se encontrarán felices en él; pero la mayor parte de las almas
prefieren siempre ir a la Cruz
con mucha suavidad, y así han de quererlo los corazones de los esclavos y de
las esclavas. Somos súbditos de una Reina pequeñita, tenemos que darla a
conocer al mundo desde el primer instante de su ser, desde el momento en que
Dios pronunció la palabra “Inmaculada”; hemos de venerarla, no de quince años,
ni de doce, sino recién nacida, chiquitita, encantadora, y lo que Ella necesita
es que nos hagamos niños como Nuestra Reinita angelical. Por eso ven Vds. que a
mí no me gusta lo grande, no lo entiendo, no lo puedo aceptar, y en cambio lo
pequeñito me encanta; me gusta tratar a Vds. como a unas niñas chiquitas, y
entretenerlas con cosas propias de un niño, con una sonajita, con un juguete,
y así entretenidas llevarlas al puro sacrificio porque en él está concentrada
la vida de una esclava. Pero ese sacrificio no hay que presentarlo sino
confitado para que de ese modo no nos parezca amargo; y si Nuestro Padre quiere
tener la dicha de encontrar muchos esclavos y de que haya almas fuertes y
decididas que se prendan a la
Esclavitud y la sigan con alegría, que las lleve por ese
camino nada más. Yo no le diré que no estudie cuando sea necesario, cuando
tenga que predicar determinados sermones, porque es muy natural que lo haga y
sería una temeridad decirle lo contrario; pero sí le digo que para sus hijos y
para sus hijas Dios le ha dado muchas gracias hermosísimas a su alma, le ha
dado talento, y sobre todo corazón, y no necesitará andar estudiando él para
buscar lo que debe enseñarles. La mejor ciencia que es la de la Esclavitud, la sabe
demasiado para impregnarla con sus palabras y con su ejemplo, y con una
sencillez angelical, casi jugando, para que no se asusten ni les parezca que
es muy duro el sacrificio.
Yo me he convencido cada vez más, de que ese es el camino para
Vds. hijas mías, cuando las he visto llorar y enternecerse con la lectura de
Staurofila, donde nos pintan a Dios Ntro. Señor con un amor tan loco por las
almas y al mismo tiempo tan lleno de finura y de misericordia. Entonces es
cuando se han sentido mas resueltas a amarlo, más decididas a serle fieles más
arrepentidas de sus faltas, ¿no es cierto? porque claro, que a cualquiera le
conmueve un amor tan grande, tan generoso, tan dispuesto a perdonar y a olvidar
las infidelidades del alma a quien tanto ama y que tan mal le corresponde. En
cambio no se sienten felices cuando el demonio les pinta a Ntro. Señor como un
Dios justiciero solamente y lleno de severidad. ¡Es tan hermosa la
misericordia! por eso siempre hemos de tenerla con los demás, llevando a las
almas a la santidad siempre con dulzura, suavemente para que así
todo lo hagan por amor. La dulzura, el amor y la misericordia son tres
cualidades que tiene la
Santísima Virgen y que están bien arraigadas en su purísimo
Corazón, al lado de todas las virtudes de que Dios Ntro. Señor la dotó para
hacerla su Madre Santísima; y como nosotros vamos a tratar de imitarla, tenemos
que procurar ser sumamente dulces, tiernas y misericordiosas, y para
conseguirlo es preciso luchar, pero sin desanimarse por las caídas, sin ponerse
a pensar que porque son débiles y no se sostuvieron ya nunca adelantarán; que
no aprovechan ninguna de las gracias que reciben; que no llegarán a la
santidad; porque eso es lo que el demonio se quisiera, y esos pensamientos se
los pone únicamente para desanimarlas. Por eso si hoy se proponen callar, y
desgraciadamente tienen más ocasiones de interrumpir el silencio y es cuando
más hablan, él está pendiente de recordárselos haciéndoles ver que todo lo
hacen al revés de como se proponen; y les inspira entonces este pensamiento:
–“puesto que así soy, vale más que me proponga hablar mucho y a ver si así
guardo silencio”. No le hagan caso, porque eso es pura tentación hijas mías;
todo lo contrario deben hacer: mientras más caídas tengan, más luchen por
levantarse y emprender de nuevo sus propósitos sin desmayar un solo momento,
sin perder la esperanza, sin impacientarse con Vds. mismas. Si han sido
débiles, vayan a la Divina
Niña y llenas de humildad se acogen a Ella y le dicen: –“Mira
Madre mía, voy a comenzar apenas a dar los primeros pasos en el camino de la
virtud; los andadores los pondré en las manos del Angel de mi Guarda, y así Tú
me sostendrás siempre y le dirás que me ayude a levantar en mis caídas, hasta
que poco a poco vaya siendo más fuerte y a medida que aumente mi amor por ti,
tenga fuerzas y más firmeza para seguir ese camino que es difícil pero que la
locura de amor lo facilitará”. Nunca se queden caídas, eso no, porque entonces
sí que no darán un paso.
¿No se reirían Vds. si vieran a un niño chiquito como alguno de
los que aquí tenemos, quedarse acostado y no querer volverse a parar nada más
porque al dar sus primeros pasos tuviera dificultades y tropiezos y se hubiera
caído varias veces? ¿verdad que era para dar risa? pues así sucede con las
almas que comienzan a andar por el camino de la vida espiritual, exactamente;
muchos son los obstáculos con que tropezarán, pero si no se resuelven a
vencerlos, y aunque lleguen a caer no les importa, y siempre procuran
levantarse cada vez más humilladas, no llegarán jamás a lo que desean que es la
santidad de su alma. Vamos a disponernos a luchar cada día, vamos a invocar
siempre en nuestro auxilio a la
Divina Niña, vamos a formarle sin cesar nuestras rosas de
puros sacrificios, colocando como les he dicho, cada pétalo, en el cáliz de la
amargura que es el que ha de sostenerlos todos y el que hará que esa rosa pueda
formarse, para ser la admiración de quien la vea, por la suavidad, por el color
y por el aroma tan encantador que despedirá de esos pétalos formados con puros
actos de virtud y sacrificio.
No olviden al pensar en esa rosa, que ha de representar a María en
la Encarnación,
porque Ella fue la rosa encantadora que con su fragancia embriagó al mundo y
nos dio la semilla de la
Esclavitud al ser Madre del Divino Esclavo, de nuestro Jesús
Sacramentado que dio la vida por amor a las almas y nos vino a enseñar a
practicar con perfección la
Esclavitud, sujetándose a la voluntad de su Padre Celestial
de tal manera, que no quería tener más voluntad que la suya. Pues ahora también
esa Niña encantadora, la
Sma. Virgen María, nos va a llevar a todos sus Esclavos, al
amor de Dios Ntro. Señor por medio de la obediencia ciega a nuestros
superiores; la obediencia nos hará esclavas, la obediencia nos hará humildes, y
la obediencia nos dará la santidad. El que es verdaderamente obediente hijas
mías, sabe renunciarse a sí mismo para no tener jamás voluntad propia, y nunca
hace sino la voluntad de los demás, y sobre todo, la de quien para él
representa la voluntad de Dios Ntro. Señor.
Ahora quiero decirles que mañana que es el día más duro para Vds.
en que más se sacrifican y parece que es cuando menos reciben, no dejen de
ofrecerle a la Divina Niña
con mucho cariño, todo lo que hagan; y aunque sientan pena pensando que en todo
el día no me verán, que no oirán ni siquiera meditación, que es cuando menos me
ocupo de Vds. no lo crean, porque es al contrario: en esos días es cuando me
dedico más a pensar en todas y a agenciarles con Dios, las gracias
que necesiten para su alma. Propónganse trabajar con afán, y sacrificarse
con gusto, y yo les prometo que ofreceré todos sus sacrificios y en cambio
recibirán gracia, no porque sean ofrecidos por mí que soy miserabilísima y nada
puedo, pero sí porque los haré pasar a las manecitas de la Divina Niña, y Ella
tiene un gran poder para hacer valer mucho nuestros pequeñísimos regalos: y así
como en la calle Verde, ya les he contado que una ocasión un Padre que
presenció el Mes de María, cogió las hojas de las rosas que todas sus devotas
de la Niña
arrojaban sobre Ella para bañar su imagen con esos pétalos suavísimos y
perfumados, y muy emocionado dijo que a nombre de la Santísima Virgen
les devolvía aquellas rosas, convertidas en bendiciones para ellas, para sus
familias, y para todas las personas que la hubieran obsequiado con flores de
esa manera, yo también mañana cogeré todos esos pétalos de los sacrificios de
Vds. y se los regalaré a la
Divina Niña; la bañaré con ellos, para que luego me permita
decirles en su nombre, que se los vuelve convertidos en bendiciones, en amor, en
dulzura y en misericordia, para que con esa dulzura, misericordia y amor
alcancen las gracias de la verdadera Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Sma. Virgen, le
ofreceremos nuestros pequeñísimos sacrificios de ayer, pobres, insignificantes,
es cierto, pero dados con muy buena voluntad, y rogándole que nos enseñe a
colocar los pétalos suavísimos que con ellos hayamos formado, en el cáliz de la
amargura para que luego sepamos nosotros enseñarlo a las almas. Les parecerá
raro el que yo siempre les hable de sacrificio, y sólo viva preparándolas a
martirizarse y a sufrir tribulaciones, pero es porque en la vida hijas mías no
hay otra felicidad, ni más goce que el que nos puede proporcionar el
sufrimiento; en la vida siempre se sufre, todas las almas necesitan
purificarse, y para eso son los sacrificios. ¿Cómo no he de enseñarles que aquí
es la casa donde especialmente tenemos que aprender a sufrir, pero siempre
llenas de dulzura de amor y de misericordia? sí hijas mías, misericordia y
mucha para los demás, porque solamente así podremos llevarlos al amor, por
medio de una dulzura angelical. Aquí es la casa donde reina la Divina Infantita,
y por eso es que en medio de terribles amarguras somos felices y encontramos la
tranquilidad al lado de las luchas y tribulaciones más fuertes. La Sma. Virgen nos hará
esclavas, pero ya saben que no nos crucificará sino con clavos de amor; y la
que aprenda a vencerse a sí misma, a luchar contra su pasión dominante, a
dominarse por completo, poniendo buena cara en las contrariedades, y a fuerza
de combatir todo el día llegue a tener muchos sacrificios pequeñitos que
ofrecer, es la que puede decir que por amor se sacrifica y que sus labios
comienzan ya a balbutir un: –“¡Te amo de corazón Divina Niña, y porque te amo
mucho aprenderé a vencerme más cada día y haré mayor número de sacrificios!”.
Esos ya saben que los siguen ofreciendo todos los días a la Divina Niña, para que
interceda con Dios Ntro. Señor y nos traiga a Nuestro Padre; para que calme ya
la tempestad tan terrible porque nos han hecho pasar los que nos persiguen; que
los aplaque, que ya dejen de ensañarse contra nosotros, y que bendiga a todos
los que de alguna manera nos favorecen. Si todo eso pedimos hijas mías, si
sabemos sacrificarnos teniendo deseos de aprender a sufrir, la Divina Niña no nos
negará la gracia de traernos a Nuestro Padre. Más podemos nosotros con nuestras
oraciones y sacrificios, que todos nuestros enemigos juntos, y Dios nos ha de
conceder lo que le pedimos y el triunfo de la Esclavitud.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado para Nuestro
Padrecito y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo y de la Divina
Infantita. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.
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