martes, 30 de octubre de 2012

MEDITACION Nº 19




2º. NO HA HABLADO,
SINO LO QUE EL PADRE LE HA MOSTRADO
Preludios.- Como en la meditación anterior.

Punto 1º.- Si el Divino Esclavo nos enseña que El depende del Padre porque ha sido enviado por El, no menor dependencia muestra cuando nos dice, que todo lo que El nos enseña es palabra de su Padre que lo ha enviado. –“Mi doc­trina, dice, no es mía sino de Aquel que me ha enviado”. (1) –“Las palabras que yo hablo, vuelve a decir Jesús, no las hablo de mí mismo... la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”.  (2) -
Punto 2º.- Y esta palabra del Padre la aprendió El en el mismo Padre, co­mo su Unigénito que es y consubstancial con El; pero a nosotros nos las dice, porque en cuanto hombre se ha hecho Esclavo de su Padre para enseñarnos y sal­varnos. –“Yo lo que oí de El, eso hablo en el mundo... como mi Padre me mostró, esto hablo... Yo digo lo que vi en mi Padre”. (3)
Punto 3º.- Y más fuertemente expresa todavía el Divino Maestro esta dependencia, manifestándonos que así lo ha hecho porque ha recibido este mandato de su Padre. Dice así: –“Yo no he hablado de mí mismo, mas el Padre que me envió, El me dio mandamiento de lo que tengo que decir, y de lo que tengo que hablar y sé que este mandamiento es la vida eterna, pues lo que yo hablo, como el Pa­dre me lo ha dicho así lo hablo”. (4) -
Afectos.- ¡Qué hermosa dependencia, Maestro sapientísimo mío nada piensas ni nada hablas que no te esté mandado por tu Padre. - ¡Qué lejos está mi pensamiento y cuán contrarias son las palabras de mi boca de esta santa dependencia!. Jesús mío, que yo no entienda ni hable otra cosa más que lo que es tu voluntad.
Propósito.-  Luchar en todo instante para que mi pensamiento y mis pala­bras no se aparten del querer de Dios. -

(1)       Joan     Cap.   7,   v. 16.
(2)       Joan     Cap. 14, vv. 10 y 24.
(3)       Joan     Cap.   8, vv. 26, 28 y 38.
(4)       Joan     Cap. 12, vv. 49 y 50.
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MEDITACION Nº 405
Miércoles 2 de Mayo de 1906. a.m.
2º. NO HA HABLADO,
SINO LO QUE EL PADRE LE HA MOSTRADO

Conforme vamos adelantando en la lectura de las meditaciones las encontramos más elevadas, y parece más difícil comprenderlas y explicarlas; pero como Dios Ntro. Señor es quien se encarga de hacerlo, y además de ser tan bondadoso con nosotros, quiere que nos empapemos bien en el espíritu de la Esclavitud y que constantemente vivamos estudiando el modo de imitarlo a El que es el Divi­no Esclavo y siempre quiso vivir sujeto en todo a su Eterno Padre de tal mane­ra que en el mundo no enseñó nada que no fuera lo que su Padre le había ense­ñado, ni habló una palabra que no estuviera mandada por El, así quiere ahora venir a decirles a Vds. que deben estar sujetas a la voluntad de los superio­res, unidas a ellos, no haciendo nunca nada que no les hayan prescrito. La voz de los superiores hijas mías es la voz de Dios, puesto que Ntro. Señor es quien los dirige, quien les da luces, quien les enseña cómo deben obrar en todo conforme a la voluntad suya.
Ayer decíamos que cada día de este mes consagrado a la Santísima Virgen, habíamos de formarle pétalos hermosísimos de rosas y que esos pétalos serían de puros actos de sacrificio ¿no es cierto? pues bien, hoy vamos a ver qué de­ben tener esos pétalos para que sean hermosos, y cómo les daremos lo que nece­siten; yo creo que Vds. se habrán fijado en que esos pétalos que unidos llegan a formar una flor, son encantadores por sí solos; tienen una suavidad, un aro­ma y un color hermosísimos, y para poderles dar esas tres cosas que son las que les dan hermosura, necesitan ir nuestras acciones hechas con mucho cuidado; nuestras palabras, nuestras enseñanzas, siempre llenas de dulzura; nuestras respuestas dadas con suavidad, para que el pétalo formado con ellas sea tan suave y aterciopelado como el de la rosa, porque si todas nuestras acciones las hacemos con descuido, si somos duras, si al hablarles a las niñas las tratamos con un modo brusco y lleno de acritud, resultará que nuestras rosas van a la Niña sin vida, como rosas de cartón. El aroma se los hemos de dar con puros actos de modestia, de recogimiento, de mortificación, preguntándonos constantemente: “¿cómo hice lo que acabo de hacer? si soy novicia y salí para rezar, me fui unida a las demás, caminando en orden y callada, llevando mis ojos bajos y mi actitud modesta? ¿procuré rezar devotamente, claro, recio y uniendo mi corazón a las palabras? entonces quiere decir que mis pétalos los he ofrecido per­fumados con el aroma que despide la modestia, el silencio y el buen ejemplo”.   También deben tener color, y habíamos quedado en que las rosas que ofrecería­mos esta semana serían encarnadas, pero no de esas muy rojas, sino de esas otras de color hermosísimo así como color magenta, ¿no lo recuerdan? pues bueno, ese color se los darán los actos de sacrificio, los vencimientos bien hechos, las humillaciones que sepan sufrir por amor de la Divina Niña.
Por ahora hijas mías, como todavía están Vds. muy pequeñitas, por eso no les pido más que pétalos de flores, mientras están capaces de llegar a formar una cruz que ha de ir adornada con esas flores, para decirle a la Divina Niña que en ella van a crucificar sus pasiones, su modo propio, todo lo suyo, para vivir solamente según el modo propio de Ella que es encantador y es el que Dios nos pide que imitemos. - Ntro. Señor formó a la Santísima Virgen colmándola de perfecciones y gracias, hasta quedar enteramente complacido, y luego nos la dio por Madre para que nos esmeráramos en amarla y en imitarla en sus perfecciones y virtudes. No olviden por eso, cómo deben hacerlo todo, con cuánto reposo, sin andar con fugas y siempre corriendo porque no les alcanza el tiem­po; es verdad que estas pobres monjitas es mucho el quehacer que tienen y no se dan a basto, pero también es indispensable el recogimiento; que siempre ca­minen con moderación, que no pierdan un minuto la modestia; no que hay momen­tos en que más que madre de monjas, se me figura que soy madre de cohetes corredizos. Eso no está bien; nunca podrán agradar a la Divina Niña si no saben sobreponerse constantemente y obligar a la voluntad a que en todo se contraríe, para que de esa manera se acostumbre a caminar despacio la que quiera ir de prisa; a vencerse cuando sientan contrariedad; a obedecer inmediatamente que algo se les mande, a no buscar palabras de disculpa cuando algo hayan hecho, digno de reprensión; a ser muy dulces para tratar a las niñas, convenciéndose a sí mismas de que sólo de esa manera se atrae a las almas. Todo el mundo hi­jas mías se va en pos de quien sabe tratarlo con dulzura; no digan Vds. los niños, hasta los jóvenes y los viejos siguen con gusto a una persona amable y dulce; en cambio la dureza no atrae nunca, al contrario, siempre es repulsiva y hace huir a las personas, porque nadie es feliz al lado de quien es duro y no les hace sentir a los demás sino dureza.
¿Quieren imponerse verdaderamente y cautivar con su ejemplo y con su palabra? procuren estar siempre contentas, con un semblante amable y lleno de alegría, con la sonrisa en los labios, con la dulzura en las palabras, y de esa manera por donde Vds. vayan, irán sembrando pétalos de flores, y esos pétalos tendrán suavidad, perfume y color, y serán dignos de unirse para formar una rosa hermosísima llena de aroma y ofrecérsela a la Divina Niña; pero para poder llegar a formarla necesitan recordar que la rosa tiene un cáliz que es el que sostiene todos esos pétalos y que sin él no pueden estar unidos. ¿Saben lo que significa ese cáliz? los sufrimientos, las contrariedades, las mortificaciones, los sacrificios porque tendrán que pasar para llegar a ofrecer un sinnúmero de pétalos, y que así como el cáliz sostiene toda la flor, así en el cáliz de los sufrimientos han de sostenerse todos los actos pequeñitos de las esclavas, todas esas nonadas que por imperceptibles desprecia el mundo, como por ejemplo: que si se arrodillan lo hagan sin ruido, que no se recarguen en ninguna parte ni se cojan de las bancas para hincarse, sino que hagan una genuflexión bien hecha, con todo respeto; que todo lo que tengan a su cargo esté bien atendido; que si en Coyoacan hay alguna y esa tiene que andar por la cocina, todo lo tenga limpio y arreglado lo mismo que su persona; y la comida a su tiempo; que las profesoras tengan mucha dedicación con sus niñas y las enseñen con esmero, diciéndoles cómo deben obedecer, cómo han de respetar a sus superiores, cómo han de humillarse y ser muy dulces, para que la Divina Niña quede agradada de ellas y les acepte  sus pequeños sacrificios.
Sean muy dulces hijas mías, no se les olvide que siempre encanta la dulzura y el buen modo.
Ahora voy a contarles una cosa que vi en Pepa la chiquitilla que siempre les saco en la meditación; pero es que a mí sin duda me quiere dar Dios muchas lecciones por medio de los niños y por eso me son útiles si los tengo a mi la­do. Estaba esta chiquita conmigo y no quería separarse de mis brazos por más luchas que le hacían; entonces yo quise hacer una experiencia y le dije a una de las novicias que con un juguetito la entretuviera, y a ver si lograba que así se apartara de mí. Yo al hacer eso quise ver cómo logra Satanás, con una cosa que no vale nada, con una distracción cualquiera, alejar a las almas de Dios Ntro. Señor. (Por supuesto no quiero decir que yo me pusiera en el caso comparándome con Dios ni que a la novicia la considerara ocupando el lugar de Satanás, eso no) solamente se me ocurrió el pensamiento ese al ver cómo la chiquita, primero se resistía a separarse y alargaba la manita para coger el ju­guete, pero sin desprenderse de mí; hasta que por fin poco a poco, retirándole aquello que ya le había llamado la atención, consiguió irla alejando cada vez más hasta que la sacó de la pieza. Yo pensaba que entonces la niña ya estaba fuera de mi protección, ya lejos de mí yo no hubiera podido defenderla ni cui­darla, y ese pensamiento me hizo ver cómo el demonio con una bagatela cualquiera, embauca a una alma que está casi en el regazo de la Santísima Virgen, y poco a poco sin que se dé ella cuenta la va retirando de allí, la aleja, se la lleva, y cuántas veces llega a ponerla completamente fuera de la protección de María. ¡Qué vergüenza hijas mías que con tanta facilidad le den el triunfo a Satanás y se dejen engañar por él, abandonando a la Divina Niña y retirándose de sus brazos maternales! - ¿No les da pena ver que se levantan decididas a luchar, y que viene el demonio y con un solo pensamiento de desaliento, de flojera, de tibieza, las desanima, y la lucha que habían emprendido con tanto valor, de nada sirve porque Vds. la han abandonado, se encuentran débiles, sin gusto para nada, sin fuerzas para trabajar, sin ánimo para vencerse, y aquellos pétalos hermosísimos  llenos de vida, de aroma, de suavidad, y de color que pensaron formar para la Niña, no son más que unos pétalos apestosos, marchitos y descoloridos, nada más porque le han dado cabida a un pensamiento y se han puesto a platicar un momento con la tentación que las divaga y les dice para desanimarlas: –“que Dios no les hace caso, que de balde se sacrifican, que pa­ra qué es formar buenos propósitos si no los han de llevar a cabo, que hasta hoy nada han hecho bueno ni de provecho, que más vale proponerse ser malas”. No hay que darle cabida al demonio hijas mías, no hay que desanimarse pensando en lo que hemos sido; eso ya pasó, y si Dios Ntro. Señor nos ve desde hoy resueltas a ser otras, a vencernos constantemente, a luchar con las pasiones, a no querer respetar más que su voluntad sujetándonos a ella en todo y por todo, es tan generoso que todo lo ha olvidado ya, desde el momento que nos ve formar un buen propósito, y que tenemos deseos de levantarnos de nuestras caídas que si son muchas es por nuestra miseria, y a ella atiende cuando nos ve caer. ¿Por qué hijas mías vamos a creer lo que nos dice la tentación? ¿por qué ya por eso nos hemos de desanimar? ¿por qué no hemos de tomar las flores y ofrecerlas a la Divina Niña aunque el demonio sólo nos haga ver las espinas?. No nos impor­te hijas mías herirnos con ellas, no les tengan miedo, y en cambio para los demás ocúltenlas siempre y no les dejen ver más que las rosas hermosísimas con que obsequia a la Sma. Virgen el alma que la sirve con amor y sabe sacrificar­se por Ella.
Hoy quiero repetirles lo que ayer les dije: que todos nuestros sacrificios de ayer, los ofreceremos a la Divina Niña rogándole al Angel de la Guar­da de Nuestro Padrecito que él sea quien se los presente a María, ayudándonos a pedirle su venida, diciéndole que con todo nuestro corazón le rogamos que nos lo traiga. ¡Qué justa es nuestra petición! por eso se la hacemos con toda el alma postrándonos en la presencia de la Divina Niña, y suplicándole que a la vez nos enseñe cómo hemos de fabricar esos pétalos de flores para que resulten hermosos, llenos de aroma de suavidad y de color. Le diremos que no permi­ta jamás que las que sean esclavas se aparten del regazo de tan dulce Madre; que no se alejen tampoco de los superiores, sino que siempre vivan unidas a ellos ya que Dios Ntro. Señor se los ha dado, y haciendo con gusto la voluntad de Dios, representada en la de esos superiores, porque así imitarán a Ntro. Señor Jesucristo que nunca hizo más que la voluntad de su Eterno Padre, y no quiso sino practicar lo que era de su agrado, y hablar solamente lo que El le mandaba.
Así hijas mías, ¡qué felicidad será para Vds. el día que a imitación suya, no den un paso, no hablen una palabra, no tengan un pensamiento que no esté íntimamente unido a la voluntad de sus Padres, entendiendo que ellos son los que han de transmitirles la voluntad de Dios Ntro. Señor y el espíritu de la Esclavitud en donde han de santificarse.
Le pediremos a Ntro. Jesús Sacramentado y a la Divina Niña, la bendición para Nuestro Padrecito y para nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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