martes, 30 de octubre de 2012

MEDITACION Nº 21




4º.- HA CUMPLIDO EN TODO LA OBRA DEL PADRE
Preludios.- Como en la meditación 18.

Punto 1º.- Y esta unión de la divina voluntad y la voluntad de Jesús no es puramente interna; las obras de Cristo igualmente dependen de su Eterno Pa­dre. –“En verdad, en verdad os digo: El hijo no puede hacer por sí cosa algu­na, sino lo que viere hacer al Padre”. (1) -
Punto 2º.- Y no tuvo Jesús más empeño toda su vida, que hacer la obra pa­ra la cual su Padre lo había enviado al mundo. –“Mi comida, dice Jesús, es que haga yo la voluntad del que me envió, y que cumpla su obra”. (2) - Para que las obras de Dios sean a todos manifiestas, (3) Jesús da vista a los ciegos y resucita a los muertos, pues así, viendo todos que hace obras divinas, todos crea­mos en El y nos decidamos a seguirlo a toda costa, a la manera que dijeron los Apóstoles cuando Jesús marchaba a la Judea donde hacía poco que lo querían ma­tar: –“Vamos también nosotros y muramos con El”. (4) -
Punto 3º.- Observa hija mía, en qué momentos tan solemnes da Jesús testi­monio de que no hizo otra cosa que hacer la obra de su Eterno Padre que le había encomendado. Escucha cómo dice en la oración que hace antes de su Pasión: –“Yo te he glorificado Padre, sobre la tierra; he acabado la obra que me diste a hacer”. (5) - Y cuando estaba clavado en la Cruz y había encomendado el cui­dado de María a Juan y viceversa, sabiendo Jesús que todas las cosas eran cumplidas…... dijo: –“Consumado es”, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (6) - Y cuando ya estaba a punto de ascender a los cielos el Salvador del mundo decía: –“Era necesario que se cumpliese todo lo que estaba escrito de El en la Ley de Moisés, y en los Profetas y en los Salmos”. (7) -
Afectos.- En todo has cumplido la Ley de tu Padre, en las palabras y en las obras; ni una jota ni un ápice han pasado de la Ley hasta que todo ha sido cumplido en Ti. - Porque no veniste a quebrantar la Ley sino a cumplirla, para cuyo fin te hiciste obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. -
Propósito.- Sujetarme a la Ley cuanto me fuere posible, huyendo siempre toda singularidad.
Notas de la Meditación 21. -
(1)       Joan.    Cap.    5,   v. 19.
(2)       Joan.    Cap.    4,   v. 34.
(3)       Joan.    Cap.    9,   v.   3.
(4)       Joan.    Cap.    11, v. 16.
(5)       Joan.    Cap.    17, v.   4.
(6)       Joan.    Cap.    19, v. 28 - 30.
(7)       Luc.     Cap.    24, v. 44.
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MEDITACION Nº 431
Jueves 5 de Julio de 1906. a.m.
HA CUMPLIDO EN TODO LA OBRA DEL PADRE

Dice el libro que Jesucristo no tuvo más voluntad que la de su Eterno Pa­dre, y que todo su empeño consistió en cumplir la Obra para la cual su Padre lo había enviado al mundo para darnos ejemplo y enseñarnos cómo se cumple la voluntad de Dios. Si nosotros seguimos su voz y somos fieles en seguirla, ha­bremos hecho la voluntad del Padre, haciendo la de su Santísimo Hijo puesto que El en todo y por todo no tiene otra que la de su Padre Celestial; de mane­ra que siguiendo a Jesús y obedeciendo sus mandatos, llegaremos a lo que Dios Ntro. Señor quiere que hagamos, que es: renunciarnos a nosotros mismos para no tener más voluntad que la suya.
Cuando Dios Ntro. Señor quiere llamar a una alma a la vida religiosa y le da las gracias de sentir una verdadera vocación, no necesita esa alma más que corresponderle con actos de sacrificio y amor, y entonces no es preciso muchos emisarios que vayan de parte de Dios a conquistarla, porque no es así como Ntro. Señor nos solicita. Díganme, cuando Luisito y Angelina sintieron en su corazón esa necesidad tan grande de hacer algo para trabajar por la santidad de su alma, ¿hubo muchos misioneros que se encargaran de traerlos aquí? yo no sé que así haya pasado; ellos buscaron el modo de ser santos porque Dios así quería que lo hicieran, y trataron de acercarse a Nuestro Padre porque les atraía, y pensaban que al lado suyo podrían encontrar lo que deseaban. Una vez resueltos a seguir el camino que Dios Ntro. Señor les trazaba, ¡qué les impor­tó todo lo demás! nada absolutamente, sino que pasaron por todo para romper el muro de dificultades que pudiera levantarse ante ellos, y se dieron por completo viniendo a entregar cuanto poseían: muebles, dinero, personas, sin reservarse nada, sin detenerles el pensamiento de que perderían todo puesto que traían todas sus cosas a un Asilo, en donde hoy verían un mueble hecho pedazos en manos de tanta niña, y mañana se encontrarían con sus alfombras rotas, manchadas, echadas a perder. Pues bueno, a pesar de tener en su alma impregnado el amor al orden y el gusto de tener todas sus cosas con toda comodidad y arregladas, de todo eso prescindieron con gusto en cuanto Dios Ntro. Señor les hizo ver que debían buscar la santidad. Desde ese momento ya no les bastó la felicidad que en su casa disfrutaban, ni les llamaron la atención paseos y diversiones que hubieran podido proporcionarse con lo mismo que Dios les había dado para que lo gozaran, sino que sólo apetecían algo que no se explicaban y que no era aquello, y por eso buscaron la felicidad en la vida de sacrificio. Y luego, cuando Luisito en la oración, recibió aquellas mociones de Dios que fueron hermosísimas, y cuando sintió aquella cadena puesta al cuello por la Divina Niña que tanto le impresionó, que ya saben Vds. que en ese momento lleno de alegría, le dijo con toda su alma: –“¡Madre mía, apriétala!”, y cuando después se vio, rompiendo un muro terrible armado él de un zapapico y golpeando con tal fuerza para romperlo, que se sentía desfallecido, bañado en sudor que Angelina le limpiaba con un pañuelo, y al llegar a romperlo después de grandes esfuerzos, ver esa procesión de esclavos que no tenía fin, ¿no les parece a Vds. que fue un regalo hermosísimo el que Dios quiso hacernos, y el que a Luisito le hizo tam­bién dándole esas mociones en la oración que son encantadoras?. Sí hijas mías, todo eso es muy hermoso, y la santidad alcanzada por Luisito prueba hasta la evidencia que la Esclavitud es santa, puesto que a sus fervientes y constantes ruegos pidiéndole a Dios la santidad, lo trajo donde pudiera adquirirla. El hecho de que los dos pusieran aquí cuanto tenían entregándose por completo a la Obra, y viniendo a ella precisamente en los momentos en que todos estaban en contra nuestra, ¿no les dice claro a Vds. que fueron los escogidos por Dios Ntro. Señor para sacrificarse, y para que él se ofreciera como la víctima para sufrir el martirio por la Divina Infantita?. Sí hijas mías, Dios no quiso dar­le esa gloria a ninguno de los que habían sido sus devotos de la Divina Niña, porque la tenía reservada para Luisito; y por eso mientras a todos los demás los alejaba, a ellos les dio el toque de gracia, el amor tan grande a la santidad, y el deseo de llegar delante de la Divina Niña y decirle: –“Somos tuyos; todo cuanto poseemos venimos desde este momento a depositarlo a los pies de la Sma. Virgen pequeñita; ahora vamos a tomar la Cruz, a tener penas y tribulaciones por consuelo, penas y tribulaciones por descanso para no descansar sino en el cielo”. Luisito dio con gusto a su esposa a quien tanto amaba, se dio a sí mismo para romper el muro de dificultades, y se realizó lo que él en su oración había visto. El a fuerza de sufrimientos logró derribarlo, y no le faltó en aquellos momentos, su pocha, así lo vi en la oración, caminando al lado de él a la santidad, ayudándole a romper, limpiándole el sudor de su frente, y dándole consuelos, porque al estar allí a su lado participando de su sacrifi­cio parecía decirle: –“Aliéntate, yo estoy aquí como un soldado valiente y me siento firme para luchar; somos ahorita como una sola alma que va a romperse en dos: tú para ir al cielo a rogar y a interceder cerca de Dios, y yo para quedarme en la tierra entregada al sacrificio, y matándome por lo que los dos amamos tanto”. ¡Cuántas amarguras no sufrió Luisito y también ella, desde el momento que quisieron darse a la Esclavitud!. ¡Cuántas ocasiones tendrían el corazón hecho pedazos con las injurias que nos hacían los enemigos, puesto que nos amaban ellos tanto!. Y sin embargo, en medio de esas penas, no hubo un so­lo momento en que hubieran titubeado, ni en que él pensara: –“¿sufrirá ella mucho? ¡para qué me vendría!”. Eso no, siempre fue firme y Vds. le oyeron decir lleno de alegría cuando más atormentada estaba su alma: –“¡Benditas tribulaciones! ¡benditos sufrimientos! ¡cómo le pagaré a Dios Ntro. Señor que nos haya traído a esta santa casa!”.
¡Así se rompen muros hijas mías! de otra manera, el amor no existe porque es imposible buscar a Dios y pretender ir en pos de El, si no queremos tomar sobre los hombros la Cruz para seguirlo. Todo el que quiera caminar al lado de Dios Ntro. Señor, tiene que atravesar mares de amarguras, ríos de tribulacio­nes, y embarcarse sin tratar de descansar en tierra, para llegar a descansar sólo en el Cielo. Así se lo pongo a Nuestro Padre en una tarjeta postal, en la que le digo también: que a fuerza de sufrir y de luchar con grandes tempesta­des, es como Dios ha querido darnos la fecundidad”. Ntro. Señor nos ha probado de muchas maneras que ama la Esclavitud, y que por eso le ha hecho regalos hermosísimos; que nos dio a la Divina Niña para que Ella fuera la Reina de la Obra, para que al mundo se la presentáramos diciéndole: –“Esta Niña, es la representación de la Inmaculada Concepción pequeñita, y con el nombre de Divina Infantita la han de amar y darle culto”; que luego no le bastó darnos a la Rei­na, sino que nos dio Templo para que Ella tuviera su trono, un pedestal, y desde allí concediera todas las mercedes y favores que fueran a pedirle; que por último, nos ha dado a Nuestro Padre y a mí, hijos e hijas, para que sean los vasallos que le rindan homenaje y le den gloria, sacrificándose por su amor.
¡Qué justo es que ahora nos postremos a los pies de la Divina Niña, para rogarle que una nuestros sacrificios a los que ya ha aceptado de Luisito, del emisario nuestro que tiene cerca de Ella y que constantemente ha de pedir por nosotros, ha de alcanzar muchos favores para la Esclavitud, y sobre todo las gracias que necesitamos para que nuestras almas lleguen a la santidad. Es imposible que nos quedemos sin ellas; debemos luchar por alcanzarla a toda costa, porque Dios Ntro. Señor nos ha traído a una Obra santa; el emisario de la Esclavitud, el único que fue digno de ocupar ese lugar en el cielo después de haber dado su vida, tiene que conseguir mucho, y a él hemos de decirle que ruegue para que siga rompiéndose ese muro de dificultades que él fue el primero en romper; que vengan ya a México sacerdotes esclavos, pero que lleguen con verdadero afán de sacrificarse, y decididos a tener el espíritu de niñez que se les ha de impregnar, porque si no tienen ese espíritu, ¿para qué los quere­mos?. Hace mucha falta el sacerdocio en la Obra, es verdaderamente indispensa­ble la venida de un esclavo siquiera, pero de un esclavo verdadero que quiera amar con locura, para que de esa manera comunique después ese amor a las almas y las lleve a Dios enseñándoles que la Divina Niña nos ha de conducir a El, nos ha de dar el triunfo de la Esclavitud, y nos ha de enseñar como Madre, como Maestra y como Modelo a que hagamos en todo la voluntad de su Santísimo Hijo para poder decir que hacemos la del Eterno Padre.
Le pediremos la bendición para Nuestro Padrecito y para nosotros, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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