martes, 30 de octubre de 2012

MEDITACION Nº 13 LA OBEDIENCIA ES LA JOYA DE LA ESCLAVITUD




Preludio 1º.- Como en la primera meditación.
Preludio 2º.- Recuerda aquel día en que mientras mirábamos a nuestros hi­jitos Luisito y Angelina, trabajar en algo propio de la Esclavitud, y muy pró­ximo ya el día de mi partida a España para trabajar en la empresa de buscar Esclavos, escribiste en el respaldo de una tarjeta postal que en su anverso representa a Sto. Tomás de Aquino en el momento de ser ceñido por los ángeles con el cíngulo de la castidad, tres preciosísimas sentencias, verdaderas joyas de Esclavitud.
Preludio 3º.- Pedir al Señor que nos confirme en el espíritu en que fue­ron escritas tales sentencias.

Punto 1º.- De aquellas tres sentencias, la última es ésta: –“La obedien­cia es la joya de la Esclavitud”. Hermosísima frase que nunca has sentido nacer tan espontánea de tu alma, como ese día, porque el Señor había derramado ya sobre ti, abundantísimamente el espíritu de la Esclavitud.
La obediencia es, sí hija mía, la riqueza, el tesoro casi infinito de la Esclavitud, porque el obediente todo lo puede en Dios que lo conforta.
Sola obedientia tenet palmam”, dice S. Agustín. Y esta palma es la palma de las palmas, la salvación del género humano.
Punto 2º.- No es mi ánimo que hagas aquí un estudio profundo de cómo es joya de la Esclavitud en general, sino que veas su importancia en tres de sus conceptos para que más te convenzas y siempre lo sepan los Esclavos y las Esclavas: que la obediencia es nuestra joya.
Oye a los santos que dicen: –“La obediencia es la virtud que en la natu­raleza racional es la madre y el custodio de todas las virtudes”. Sto. Tomás. -
“La obediencia sola es la que graba en la mente las demás virtudes, y cus­todia las virtudes inciertas”. S. Gregorio Magno. -
Punto 3º.- Oye a un gran maestro de la vida espiritual, y sobre toda pon­deración práctico en la vida religiosa, cómo habla de nuestra preciosísima jo­ya. –“La obediencia es perfecta abnegación de la propia alma y del propio cuerpo, muerte voluntaria, vida sin cuidado, navegación sin daño, sepultura de la voluntad, y para la vida espiritual, como si durmiendo recorriéramos todo el camino. -
Afectos.- ¡Qué hermosa joya! cualquiera de las anteriores alabanzas, por sí solas bastarían para hacer preciosa cualquier virtud.
Propósitos.- Amaré la obediencia como a causa de mi salvación.
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MEDITACION Nº  399
Martes 24 de Abril de 1906. a.m.
LA OBEDIENCIA ES LA JOYA DE LA ESCLAVITUD

Con que: –“La obediencia es la joya de la Esclavitud”, así dije yo una ocasión, y Nuestro Padre lo explica muy bien y cita lo que dicen varios santos. Nos hace ver que el que obedece pasa la vida como si estuviera dormido, es decir, pierde toda responsabilidad puesto que nada hace por sí mismo, y con tal motivo no puede ser responsable de sus actos. Dice también que es una perfecta abnegación de todo lo propio, el cuerpo y el alma; una muerte voluntaria, una navegación segura, porque el que va obedeciendo siempre, no corre peligro ni recibirá daño alguno.
Parece que comienzo a hablarles del final de la meditación, pero es porque en él está encerrada toda la sustancia, y allí se manifiesta claro la excelencia de esa virtud que ha de ser una joya de inmenso valor para los Esclavos y Esclavas. La obediencia es como la raíz de todas las demás virtudes, puesto que quien obedece prueba que es dócil, que tiene rendido el juicio, que no tiene voluntad propia, y sobre todo que es humilde. La obediencia le da a el alma que la practica, gracias en abundancia, la hace unirse con Dios Ntro. Señor y la deja libre enteramente de responsabilidades, siempre que esa obediencia sea perfecta sobre todo en las esclavas, porque sólo así podrán decir que van recorriendo dormidas el camino de la Esclavitud. Pero si cuando algo se les manda, su juicio se pone a discutir aquel mandato, o van a obedecer de mala gana y manifestando desagrado, ¿podrán decir que van como durmiendo? ¿podrán asegurar que tienen en su poder esa joya hermosísima con que tienen que ir adornadas al presentarse delante de Dios Ntro. Señor y de la Divina Niña? seguramente que no, porque el verdadero obediente no murmura, no tiene juicio para pensar en lo que le han mandado; el que obedece no debe tener cabeza, y por eso las esclavas que han de llevar una vida de constante obediencia tendrán que perderla si es que quieren llegar a serlo. En la Esclavitud hijas mías, ninguna debe considerarse superior a las demás; tanto los esclavos como las esclavas no han de tener sino una sola cabeza que será la del superior de todos, y las demás aún cuando se llamen hermanas mayores, no por eso quiere decir que valdrán más ni que será mayor su categoría, sino que todas serán como miembros de un cuerpo con una sola cabeza que es la de Nuestro Padre. Yo no soy cabeza, por eso en la oración me hizo ver Dios Ntro. Señor que no la tenía yo, y al verme sin ella lo entendí muy bien; lo mismo me pasó cuando después vi a Nuestro Padre con cabeza, pero enteramente doblada, como quien dice: “él es la cabeza de todos nosotros”, pero al mismo tiempo su humildad tan grande le hace tenerla bien doblada, porque no quiere tener juicio propio, ni voluntad, ni nada, y sólo quisiera vivir sujeto a todo el mundo.
Pues bueno, ese juicio rendido es el que Vds. necesitan tener porque sin él no tiene mérito la obediencia; de nada sirve que hagan lo que se les ha mandado si interiormente tienen dureza para pensar y todo un juzgado terrible pa­ra censurar aquel mandato. Si siempre están pensando: –“yo nada más hago esto porque es preciso, porque me lo mandan, pero si por mí fuera, no lo haría”, no pueden decir que su juicio está rendido; lo mismo que cuando reciben una humillación y en lugar de aceptarla con resignación, murmuran de ella y dicen: –“es claro, si eso es lo único que a mí me toca, los desprecios! ya se ve, co­mo no soy esclava, ni me consideran de la Congregación por eso me tienen así, tan humillada, siempre en el último lugar, sin tener derecho de estar entre las demás hermanas; yo no puedo nunca ir donde ellas vayan; no tengo libertad de corregir a una niña y por eso no me respetan ni me tienen consideración”. La que así piensa ¿podrá decir que quiere ser esclava? ¿dirá que lucha por ad­quirir esa joya riquísima de la Esclavitud? - ¡Mentira! porque si quisiera se humillaría más a cada momento y callaría ante las determinaciones de sus supe­riores. También cuando alguna se conforma con haber dado algunos pasos y por eso cree que ya cumplió con Dios Ntro. Señor, me quedo pensando: –“¿qué suce­derá? ¿tendrá verdaderos deseos de llegar a la perfección por el camino de la Esclavitud? si así fuera no me diría: –“yo con que V. me dijera: ya cumpliste con lo que Dios te pidió, ahora puedes irte, me iría muy tranquila”. Eso no es amor hijas mías; quien tiene ganas de amar con locura, es quien dice llena de energía: –“ya me llamaste ¿verdad? pues adelante; voy a esmerarme cada día más en adquirir méritos y en aprovechar las innumerables gracias de santificación que Tú me das”. ¿Acaso creen que Dios cuando llama a una alma es para decirle después: –“ahora ya puedes irte?”, se equivocan hijas mías; el alma que recibe un llamamiento así, está obligada a dar cada vez mayores pruebas de su amor y gratitud por los beneficios que recibe. Así es que las que hemos sido llamadas para formar parte de la Esclavitud, por fuerza seremos esclavas si no queremos serlo por amor. Dios Ntro. Señor nos ha encomendado la salvación de las almas; nos ha dado una misión hermosa no cabe duda, la de regene­rar a la niñez. Hagan de cuenta que la Esclavitud es el barco salvador que ha de conducir a todos esos niños a Dios, impidiendo que el demonio se apodere de sus almas y los haga partidarios suyos; de manera que mientras los hombres corren en pos de todo lo que les proporciona gusto, bienestar, felicidad, y sólo saben decir: –“vamos a pecar y a llevar al pecado a cuantos encontremos en el camino”, los esclavos debemos decir: –“vamos a salvar y a llevar a la santidad al mayor número posible de almas; vamos a trabajar sobre todo por esos niños desgraciados, ya que sus padres no se preocupan de ellos, ni pien­san siquiera (en medio de la disipación en que viven y de las diversiones en que están engolfados) que sus hijos tienen alma, que esa alma hay que formarla para el bien y para la virtud, que a Dios Ntro. Señor le ha costado muy cara y que a El le pertenece”.
Díganme, en el mundo ¿quién se preocupa de enseñarles a los niños el vencimiento para que desde pequeñitos vayan acostumbrándose a dominar sus pasio­nes y a contrariarse a sí mismos? ninguno; todo lo contrario; siempre procuran no contrariarlos en lo más insignificante, darles gusto en todo, que no sufran por nada, y todo eso los perjudica y los pierde. ¿Cuál es el remedio de esos males? la Esclavitud, el barco salvador de los niños, el que por todas partes se levanten Asilos donde se abriguen esos niños y niñas que perecen porque no hay quien se preocupe de sus pobrecitas almas. Pero ya saben que para que Vds. puedan entrar en ese barco, necesitan llevar como insignia la cifra misterio­sa y la joya de la Esclavitud que es la que ha de darles valor a las esclavas; es decir, necesitan tener grabado en el alma constantemente el nombre de María y con él las virtudes que esa Niña encantadora les enseña, ya que ha de servirnos de guía y de modelo; y necesitan también saber hacer uso de esa joya que es la obediencia, porque solamente así serán esclavas y caminarán con paso firme a la santidad. Si desgraciadamente Vds. no llegan a ser esclavas, será una burla tan grande la que el demonio me haga, que se reirá de mí sin misericordia se los aseguro. ¡Cómo se alegrará Satanás al ver tanto tiempo empleado en santificar a Vds. y perdido completamente si no se quieren hacer santas! - Miren que de la santificación de todas Vds. pende la mía y la de Nuestro Padre; ¿no les causará pena el día que se persuadan de que no fuimos santos porque Vds. no quisieron serlo ni que nosotros lo fuéramos? por eso sean muy dóciles hijas mías, déjense formar, no pongan mala cara cuando se les corrige una fal­ta, no se disgusten cuando se les manda algo que les contraria; doblen su voluntad, rindan su juicio, miren que es el único medio de llegar a poseer la joya riquísima, indispensable para las esclavas puesto que ella es lo único que les abrirá camino y les dará pase libre en la Esclavitud salvadora que ha de redimir a la niñez y que no ha de tener más mira que salvar lo que los hombres quieren destruir. El mundo dice: –“vamos a tirar el Reinado de Cristo, vamos a echar abajo la Religión, vamos a ser soldados de Satanás y eso lo conseguiremos con el pecado”, La Esclavitud dice también a los suyos: –“vamos a soste­ner ese Reino que el mundo quisiera aniquilar; trabajaremos, y todo sacrificio nos parecerá poco si logramos disminuir el ejército de Satanás, y eso vamos a lograrlo evitando el que las almas pequen”. Piensen hijas que cada niño representa no una sola alma, sino un grupo de almas, una generación de ellas, y si se pierden será muy triste, porque cada alma perdida es gloria que el demo­nio le roba a Dios. ¿De qué sirve que haya tantos Asilos si en ellos se exige tanto y se les ponen a los desgraciados condiciones terribles que no pueden aceptar? los Asilos de la Divina Infantita recogerán a toda clase de niños; de manera que en los demás podrán decir que no pueden admitir sino a los hijos legítimos y llenos de requisitos; en cambio en nuestros Asilos no nos importará que sean ilegítimos, que sean lo que fueren. ¿Es una alma a la que hay que salvar? eso nos basta, no hace falta otra recomendación. - Eso quiere decir que la Esclavitud será el barco salvador para las almas; en ella no hay condicio­nes para admitir a un niño; ¿ya ven que ahora he querido imponer eso de que al entrar den una cuota de diez pesos, y otra al retirarlos? ha sido con el obje­to de evitar esa especie de burleta que luego nos hacen, de traer a una niña hoy y sacarla mañana o a los cuantos días, porque así ni provecho sacan; pero si yo veo que hay verdadera necesidad, que esa niña o niño realmente requiere nuestros cuidados, de lo que menos me preocupo es de la cuota, y si no pueden darla no me importa, porque no por eso voy a desechar aquella alma que puede salvarse entrando aquí.
Con que no olviden que la obediencia es la joya de la Esclavitud, y que esa joya riquísima tienen que adquirirla tanto las esclavas como los esclavos, y tienen que luchar para adquirirla. Todo lo que se quiere practicar con perfección requiere mucho estudio hijas mías, por eso las que sientan deseos de poseer esa joya de tanto valor que han de comprar a fuerza de sacrificios, de vencimientos, de contrariedades, comiencen por lo poco, por lo pequeñito, y así no les costará trabajo llegar a tomar posesión de ese barco de salvación. Llegarán a él llevando en su pecho grabada la cifra misteriosa, colocada en él esa joya incomparable, esa obediencia rendida que ha de hacer de sus almas unas almas humildes, unas almas decididas, unas almas anonadadas por completo y dispuestas a hacer toda clase de sacrificios por las demás almas para darle gloría a Dios y a la Divina Infantita, honrándolos en la Obra de la Esclavitud.
Postradas en la presencia de la Divina Niña chiquitita, a Ella le pedire­mos que nos conceda no despreciar nada de lo que nos parezca pequeñito, porque la práctica constante de esos actos insignificantes es la que nos ha de dar la verdadera obediencia que como han visto Vds. en la meditación de hoy, es la joya de nuestra Esclavitud. Un hilacho, ¡qué cosa más pequeña! ¡qué cosa más in­servible! si se queda tirado en el suelo no quiere decir nada, y en cambio si nos agachamos a levantarlo, fue un acto pequeñito que nada nos costó y que sin embargo, nos aumentará la gracia. Una niña sin curar, parece que importa poco, y una niña curada con esmero le da gracia a la encargada de curarla. Una cabecita sin pelar no quiere decir nada, pero una cabecita pelada y limpia es se­ñal de obediencia y de que se tiene cuidado en hacer lo que está mandado; en consecuencia, le dará gracia a quien lo haga. Una letra escrita por obediencia aumenta la gracia, y así va siendo en todo lo que se trabaja por amor de Dios, cuando el que está trabajando vive sujeto a la voluntad ajena. Esta obediencia constante, no duden que es la que grabará en su pecho la cifra misteriosa que es el nombre de María, y que todas las esclavas y esclavos deberán llevar den­tro de su alma; y las hará también poseer la joya preciosísima, para convertirse en esclavas sin cabeza, que sólo tendrán corazón para amar; y para pensar, nada más la cabeza de los superiores que Dios Ntro. Señor les ha dado que son sus Padres espirituales.
Le pediremos la bendición a Ntro. Señor Sacramentado para Nuestro Padrecito y para nosotros, en el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo y de la Divina Infantita. Amén.
Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María, &.

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